Venecia 2024: crítica de «Feeling Better» («Nonostante»), de Valerio Mastandrea (Orizzonti)

Venecia 2024: crítica de «Feeling Better» («Nonostante»), de Valerio Mastandrea (Orizzonti)

por - cine, Críticas, Festivales
28 Ago, 2024 11:26 | Sin comentarios

En esta comedia dramática italiana un hombre que vive en un hospital como si fuera una suerte de limbo se ve enfrentado a una novedad que lo obliga a repensar su forma de vida. Con Valerio Mastandrea y Dolores Fonzi. Film de apertura de la sección Orizzonti.

El concepto del limbo, ese espacio que según algunas creencias y religiones existe entre la vida y la muerte, ha sido visualizado, dramatizado, ficcionalizado muchas veces en el cine. De hecho, hace muy poco tiempo se estrenó en las salas argentinas otra película italiana, IL PRIMO GIORNO DELLA MIA VITA, que se ocupa también de imaginar qué pasa en esa zona misteriosa que existiría entre la vida y la muerte. El actor Valerio Mastandrea (cada vez más parecido a la versión actual de Gabriel Batistuta), en su segunda película como realizador –la anterior se titula RIDE–, imagina de manera muy original un espacio en cierto sentido similar a ese y lo describe de un modo simpático y por momentos fascinante. El problema, bueno, es que una vez planteado ese universo no sabe muy buen qué más hacer con él.

La película que sirve de apertura de una sección que alguna vez fue de vanguardia como Orizzonti responde, acá también, a los cánones de muchos films que inauguran secciones en festivales: tienen un objetivo y un formato más clásico y comercial que lo que se supone que es el resto de la programación. Y esto es exactamente lo que pasa con NONOSTANTE (traducible al castellano como «No obstante» o «A pesar de»), una película que para el público argentino tiene como condimento adicional que, junto a Mastandrea, la otra gran protagonista es Dolores Fonzi. Más allá de eso, se trata de un film más esperable en una plataforma de streaming que en un festival de cine.

La idea es excelente y, como la sinopsis oficial no la pone, aviso que se trata de un SPOILER si bien es algo que se sabe en la primera escena. El protagonista –cuyo nombre no conocemos– ve gente entrar en un hospital. En un plano largo y continuo, el tipo se va moviendo por los pasillos y pisos del lugar sin que nadie parezca notar su presencia hasta llegar a una habitación en la que se encuentra con un grupo de personas que van a visitar a un enfermo. Ahí nos damos cuenta que el «enfermo» en cuestión es él, que el niño que le habla es alguien que está relacionado, o se siente culpable, de su hospitalización, y que él mismo está en coma. Dicho de otro modo: su presencia física, si se quiere fantasmal, existe mientras él (real) está en estado vegetativo.

No es el único en esa situación ya que es un piso de la clínica claramente dedicado a pacientes en coma. Hay una mujer (Laura Morante) y un hombre (Lino Musella) con los que comparte el día a día y comenta situaciones ligadas a los visitantes o al hospital en sí, pero gran parte del tiempo el protagonista se dedica a salir por la ciudad y, en plan fantasma (nadie registra su presencia), va pasando el tiempo circulando por Roma y volviendo al hospital. Todo se complica cuando lo mueven (bueno, a su cuerpo físico real) de su cuarto individual a otro compartido a partir de la llegada de una nueva paciente (Fonzi), que acaba de quedar en igual situación que ellos.

A partir de ese encuentro, en principio tenso e incómodo, se va desarrollando una trama que, además de incluir otros detalles acerca de cómo funciona ese universo paralelo –que, se imaginarán, es mucho más amplio en cantidad de gente y circunstancias específicas–, va intentando crear algo parecido a una historia de amor entre ambos. El guión es vago, a propósito, acerca de los detalles de las vidas previas de los dos: son pocas cosas las que sabemos y las que ellos comparten entre sí, pero de un modo un tanto súbito la tensión entre ambos se disipa y pronto empieza a surgir una atracción que, por la propia lógica de cómo funciona ese universo (digamos, si uno muere o vuelve a la vida, desaparece de ese limbo) es más intensa que lo normal. O podría serlo.

Mastandrea (actor de PERFECTOS DESCONOCIDOS, DULCES SUEÑOS y la reciente SIEMPRE HABRA UN MAÑANA), consigue plantear la lógica de ese mundo, al menos durante la primera mitad del film, de una forma convincente, con detalles simpáticos ligados a las vidas de los habitantes de ese limbo dentro de la lógica hospitalaria: con las visitas pesadas que les hablan todo el tiempo, con los distintos terapeutas y con las diferentes personalidades de cada uno. Valerio (el personaje no tiene nombre, por lo que usaré el del actor) parece haberse acostumbrado a habitar ese limbo como la palabra lo indica: dejando pasar el tiempo y solo existiendo. La llegada de la más directa Dolores lo hará cuestionarse su «forma de vida», algo que funciona mejor desde un lugar metafórico que en los hechos, ya que la historia de amor parece más impuesta desde el guión que un hecho natural entre los dos personajes.

Para su segunda mitad la película entrará en un terreno más propio del realismo mágico, con escenas a lo Eliseo Subiela que limitan con lo indigesto y que van echando a perder el enganche que uno tenía con la premisa inicial. No es mucho lo que Fonzi puede hacer para modificar las cosas. Su personaje depende en casi todo momento del protagonista y es más una figura que puede o no hacerlo cambiar a él que una persona con entidad propia. Por la propia lógica del film, tampoco su acento o el hecho que sea argentina está justificado por la trama, lo cual no es necesariamente un problema pero habla a las claras de que el universo existe en función de resolver los traumas del protagonista. Traumas que, convengamos, no son demasiado originales. Ni tampoco, especialmente desde cierto momento, la forma de convertirlos en «poéticas» escenas cinematográficas.