Estrenos online: crítica de «Mi amigo robot» («Robot Dreams»), de Pablo Berger (Amazon Prime Video)

Estrenos online: crítica de «Mi amigo robot» («Robot Dreams»), de Pablo Berger (Amazon Prime Video)

Un perro compra y arma un robot que se transforma en su mejor amigo hasta que las circunstancias los fuerzan a separarse en este encantador film español de animación nominado al Oscar en su categoría.

Los personajes y la temática de ROBOT DREAMS no pueden ser más simples. Dog es un perro que está solo y que compra un robot –al que llamaremos Robot– como compañía. Perro y Robot se hacen amigos y las circunstancias los separan. Eso, poco más, poco menos, es lo que cuenta este film de animación del español Berger, realizador de BLANCANIEVES, que transcurre en una Nueva York de 1980 y que está realizado con animación clásica (en 2D y, en apariencia, de modo bastante manual) y no tiene diálogos. Esa simpleza, casi pureza narrativa y estilística, es la que ennoblece esta encantadora película que fue nominada al Premio Oscar en su categoría.

Un film sobre la amistad –quien quiera leer más que eso está habilitado por la propia ambigüedad de la película a hacerlo–, MI AMIGO ROBOT comienza cuando Dog, estando solo en su departamento de Manhattan, ve como algún vecino la pasa mucho mejor que él estando acompañado. Decide entonces comprar un robot que ve en un aviso publicitario y, cuando se lo traen a domicilio, debe armarlo parte por parte hasta completarlo. El robot se enciende, amaga una sonrisa y ha nacido una bella amistad.

De allí en adelante ambos recorrerán Nueva York, irán paseando por el Central Park, yendo a comer, bailando el clásico «September«, de Earth, Wind & Fire (canción que, en distintas versiones y especialmente silbada, se convierte en el leit-motiv de la dupla y de la película), cocinando y funcionando, casi, como una pareja. Uno de esos recorridos, en verano, los lleva a Coney Island, con su clásica playa y su feria en donde –por problemas en principio del tipo mecánicos– se ven forzados a separarse, separación que pasa a extenderse más y más en el tiempo.

Es ahí donde cobra sentido el título del film ya que, estando solo en el invierno de la playa e incapaz de movilizarse, Robot sueña con su otra vida, con posibles reencuentros con Dog y en algunas ocasiones imagina escenarios un tanto fantásticos –uno bordea lo psicodélico– en los que eso podría darse. En tanto, el perro en cuestión sigue con su vida esperando una reunión que se complica, demora y que no irá por los lugares más previsibles que uno esperaría en este tipo de relatos, dándole al film una pátina que es a la vez tierna, encantadora y un tanto melancólica.

Basada en la novela gráfica de Sara Varón y con muchos gags visuales propios del cine mudo –hay toda una larga secuencia del perro y un muñeco de nieve que funciona muy bien en ese sentido, otra ligada al esquí y así–, ROBOT DREAMS hace recordar a películas como EL GIGANTE DE HIERRO, de Brad Bird, en la forma en la que presenta una tierna relación entre un ser vivo (en este caso un perro antropomorfizado que anda en dos patas todo el tiempo) y un robot bien old school. Ninguno habla, se comunican con gestos, miradas, ruidos y silbidos, pero en esas líneas simples del dibujo Berger logra habitar un espacio muy amoroso y cálido, como ese verano lejano neoyorquino que la película muestra con nostalgia.

Si bien sus más de 100 minutos de duración pueden ser demasiados para una propuesta que por momentos corre el riesgo de tornarse un poco repetitiva, hay algo en el corazón de la propia historia que la mantiene viva aún cuando pueda empezar a dar vueltas sobre sí misma. Algo mágico que Berger y su equipo de animadores consiguen con un dibujo muy simple y claro –ver sino la secuencia del robot y una familia de pajaritos a los que cobija–, alejadísimo en cuanto a estilo a los cada vez más elaborados trabajos de animación de Pixar. A juzgar por la calidez que transmite, ROBOT DREAMS deja en claro que eso de «menos es más» funciona aquí también. Dos personas que se quieren, que se alejan y tratan de reencontrarse son suficientes para contar una bella historia.