San Sebastián 2024: crítica de «Cuando las nubes esconden las sombras», de José Luis Torres Leiva (Horizontes Latinos)
Una actriz (María Alche) va a un pueblo de la Patagonia chilena a filmar una película pero el equipo de rodaje no llega y se queda sola allí, conociendo a la gente y a las historias del lugar.
María ha ido a Puerto Williams, un pequeño pueblo en el Cabo de Hornos, en la Isla de Navarino chilena frente a la Tierra del Fuego, a filmar una película. La primera escena la muestra, cual película de Hong Sangsoo, en esa mezcla entre realidad y ficción que posee su cine. María es María Alche e interpreta a una versión de sí misma. Mientras viaja en un ferry le cuenta a una mujer local sus planes: llegar a Puerto Williams, conocer el lugar y esperar que venga el equipo de filmación para ponerse a sus órdenes. Tanto la mujer del ferry como otra, que la viene a recoger, le cuentan un poco las características del pequeño pueblo, que se divide entre los habitantes originarios y los que vienen de afuera, sean marinos o científicos.
No hay mucho para hacer allí –es casi imposible moverse sin un auto– y María manda mensajes telefónicos, camina un poco por el lugar y duerme algo incómoda en el hotel, lo que le genera un fuerte dolor de espalda. Pero todo se «complica» más cuando le llegan mensajes avisándole que por una fuerte tormenta el equipo de rodaje tardará una semana en llegar allí. Y a María no le queda más que empezar a integrarse un poco más a la gente del lugar, una deriva que parece al principio problemática pero que prueba ser reveladora.
En poco más de 70 minutos, el realizador de VENDRA LA MUERTE Y TENDRA TUS OJOS vuelve a temas y locaciones que son recurrentes en su filmografía: los escenarios de la Patagonia chilena y, específicamente, sus pueblos más pequeños; el mundo del cine dentro del cine, con actores y directores encarnándose a sí mismos y mostrando el detrás de escena de los rodajes y, especialmente, temáticas ligadas a la enfermedad y a la muerte. Es que, más allá de la soledad del pueblo y la espera por el equipo que misteriosamente no llega –le hablan de tormentas pero el cielo parece diáfano–, lo que va apareciendo son cuestiones ligadas a la salud y al dolor.
Ha habido un muerto en el pueblo que se conmemora, otra mujer que le hace dedo en la ruta le habla de una muerte cercana y la propia María saca a la luz también su duelo por otro fallecimiento inesperado, en una película que cierra de un modo muy emotivo también debido a la dedicatoria a Rosario Bléfari, la gran artista y actriz argentina que actuó con Torres Leiva en VERANO. Esos elementos se mezclarán con otros encuentros: una divertida conversación con una mujer que atiende una tienda local, otra charla con un hombre que estudia microbiología y una clase de teatro con alumnos locales. Así, la espera se transformará en un momento de pausa, de reflexión y de confrontación con sus propios temores.
Con muy pocos materiales, el realizador chileno consigue una película emotiva, sincera, táctil –uno puede sentir el viento, el frío, el sol y casi hasta los olores de ese pueblo, uno de los más australes del mundo– que también funciona como reflexión sobre el trabajo de un actor. Uno no sabrá nunca cuál es la película que Alche fue a filmar –en la ficción, claro; en la realidad es esta–, pero se llevará la sensación de que, tras el tiempo transcurrido conociendo a la ciudad y a su gente, esa película, que es esta también, será mucho mejor. Y lo es.