San Sebastián 2024: crítica de «My Eternal Summer» («Min evige sommer»), de Sylvia Le Fanu (New Directors)
Una chica de 16 años se va a pasar el verano con sus padres a una casa de campo. Para su madre, que está muy enferma, pueden ser sus últimos días. En la sección New Directors de San Sebastián.
Delicada, sutil y profunda pero, a la vez, una película incómoda y difícil de ver, el drama danés MY ETERNAL SUMMER se centra en las experiencias de Fanny, una chica adolescente que pasa el verano en una casa de campo junto a sus padres. La situación tiene una particularidad: la madre de Fanny está atravesando claramente lo que son sus últimos días, víctima de un cáncer terminal. Así, ese verano en un paraje idílico –con amigos, salidas y potenciales diversiones– se ve atravesado por la sensación de dolor y pérdida que lo envuelve todo.
Fanny (Kaya Toft Loholt, que tiene 16 años como su personaje pero parece tener varios más) es una chica tranquila y cálida, que trata de amoldarse de la mejor manera posible a una situación difícil. Su mamá, aún muy joven, está muy frágil y enferma. Y su padre, un tanto más grande, no logra del todo conectarse con su hija ni ayudarla a atravesar la difícil situación que vive. Ocupado y preocupado por su esposa, no puede o no quiere meterse en el mundo de la chica.
Fanny, a su modo, lidia con ese dolor y esas emociones mientras en paralelo hay amigas, novios y otras cosas que se despliegan a su alrededor. Pero ella no puede separar o atender ambos frentes a la vez y de tanto en tanto tiene choques con su padre y su novio. Más allá de eso, lo que prima en MY ETERNAL SUMMER es una sensación de profundo dolor, de tristeza, de melancolía. Una especie de largo y angustioso lamento por la llegada de una muerte que se va acrecentando con el paso de los días cuando el deterioro se hace más visible y empiezan las despedidas.
Más allá de la manera cuidadosa, entre amable y seca con el que trata el tema (no hay morbo en ningún momento), MY ETERNAL SUMMER es una película ardua de ver, una experiencia que por distintos motivos a muchos espectadores les costará atravesar. No es que Le Fanu trate necesariamente de incomodar al espectador –desde la puesta en escena, al menos, no lo hace–, pero sí lo enfrenta a situaciones que no muchos tienen ganas de vivenciar o, llegado el caso, hasta rememorar.
La nobleza y, si se quiere, nórdica discreción de la película parece disimular el impacto de la dolorosa situación, pero quizás el efecto que consiga termine siendo el contrario. Al no haber demasiado espacio para la catarsis en el sentido más convencional (o «latino», si se quiere) del tema, lo que deja MY ETERNAL SUMMER es un nudo en la garganta que ni siquiera su elegíaco y amable final logrará quitárselo al espectador.