Series: reseña de «Nadie quiere esto» («Nobody Wants This»), de Erin Foster (Netflix)
La conductora de un podcast sobre sexo conoce a un rabino recién separado y comienzan una historia de amor que se complica en esta comedia romántica protagonizada por Kristen Bell y Adam Brody. En Netflix, desde el 26 de septiembre.
Una comedia romántica muy pero muy old school, NOBODY WANTS THIS funciona como una mezcla de rutinas tradicionales de la comedia televisiva que existen, bueno, desde que existen las comedias, con algunos elementos un poco más actuales, colocados allí para darle una pátina de contemporaneidad a un tipo de humor sencillo y a veces efectivo que existe desde el principio de los tiempos. Es que, más allá de ser un show con una protagonista que tiene un podcast sobre complicadas relaciones sexo-afectivas, cambiándole apenas unas comas de lugar, esta comedia bien podría haberse hecho en el siglo XIX.
Todo se arma a partir de oposiciones fuertes, olímpicas, desplazadas de todo concepto de realidad. Joanne (esa excelente comediante que es Kristen Bell, de THE GOOD PLACE) es una mujer que ronda los 40 y que tiene cierta fama como conductora de un podcast junto a su hermana menor, Morgan (Justine Lupe, de SUCCESSION), en el que hablan fundamentalmente de sus vidas, sus problemas sentimentales, sexuales, familiares y varios etcéteras. Si bien no se lo escucha mucho durante los episodios, el podcast tiene el mismo título que la serie: NOBODY WANTS THIS.
La frase, en realidad, aplica bien para una relación romántica que «no le viene bien a nadie». Es la que surge entre Joanne y Noah (Adam Brody, de THE O.C.), un rabino que se acaba de separar de su novia y al que conoce, en una situación confusa, en una cena con amigos. La supuesta incomodidad de la pareja está dada por el hecho, un tanto arcaico en los términos actuales en los que la serie existe, en que él, obviamente, es un judío practicante y ella jamás escuchó en su vida la palabra «shabbat«. Y la supuesta tensión entre el mundo familiar y cerrado de él con el más convencionalmente «wasp» de Joanne será el que pondrá trabas al asunto todo el tiempo.
Es que Noah puede ser amable, moderno y ser considerado un «rabino hot» por las mujeres del templo, pero su familia no puede entender cómo dejó a su novia, «una buena chica judía», por –y uso acá los términos de la serie– «una shikse», que es una manera entre vulgar y ofensiva de llamar a una chica no judía, entre otras opciones, una peor que otra. En un catálogo de estereotipos judaicos que serían ofensivos de no estar muy jugados hacia la comedia pura y exagerados para lograr algún efecto gracioso, la familia de Noah es una pesadilla hecha realidad. Y una que solo existe en la imaginación de los guionistas, al menos en el tipo de ambiente en el que estas personas se mueven.
Y lo mismo sucede, desde el otro costado, con Joanne, cuyos padres están separados y en sus propios «trips», su madre les habla de sexo y drogas y, así como en la familia judía todos quieren casarse y tener hijos antes de llegar a los 18, acá cualquier cosa parecida a un compromiso afectivo suena a desastre en puerta. Y si bien esos lugares comunes pueden tener su base en algo ligeramente real, ya dejó de ser así a mediados del siglo pasado. Salvo, insisto, en comunidades religiosas ortodoxas, pero este no es uno de esos casos.
A las oposiciones bobas del tipo familiar que plantea la serie, la guionista Erin Foster –hija del compositor David Foster y, sí, casada ella con un rabino, situación que inspiró el show– le agrega algo más de creatividad e ingenio a la relación de pareja en sí, fuera de los ámbitos familiares o de amistades en las que ambos se mueven (las amigas de ella son otro compendio de estereotipos). Gracias especialmente al carisma de Bell y Brody, dos veteranos de la comedia televisiva, NOBODY WANTS THIS logra ser simpática, tiene algunos momentos muy graciosos y hasta resuelve bastante bien alguna que otra situación de humor físico, algo que se les da muy bien a ambos protagonistas.
Un elenco de buenos actores secundarios (incluyendo a Timothy Simons, Jackie Tohn, Paul Ben-Victor, Sherry Cola y el gran Stephen Tobolowsky), además de una masiva convocatoria de un agente de casting a los teatros judíos de California para todo aquel que quiera actuar en un templo o ir a un campamento «de la cole», hacen que las zonas más embarazosas de la serie –y no en el sentido buscado– sean más tolerables de lo que serían en una obra de teatro idishe de los años ’50. Pero es difícil escaparle a tanto cliché sin sentir un poco de irritación aquí o allá. Es el carisma de los protagonistas y la calidez de la historia de amor que viven entre ellos los que logran que la comedia sobreviva a tanto estereotipo junto.