Venecia 2024: «Familiar Touch», de Sarah Friedland (Orizzonti)

Venecia 2024: «Familiar Touch», de Sarah Friedland (Orizzonti)

por - cine, Críticas, Festivales
04 Sep, 2024 02:55 | Sin comentarios

Una mujer anciana y elegante que sufre pérdida de memoria va a un geriátrico y trata de entender su nuevo y confuso lugar en el mundo. En Orizzonti.

Ruth Goldman prepara una sandwich con amor y conocimiento de causa. Todo parece tranquilo, íntimo, familiar. Deja el pan en un lugar un tanto raro, pero no llama necesariamente la atención. Recién nos empezamos a dar cuenta que algo pasa cuando se lo sirve a Steve (H. Jon Benjamin), quien acomoda cosas en la casa o prepara maletas, y le pregunta a qué se dedica. No hace falta mucho más: sabemos que esa persona la conoce, la quiere y ella ya no sabe quien es. Unos minutos después queda claro: es su hijo y Ruth ya no lo reconoce.

A Ruth (Kathleen Chalfant, de la serie THE AFFAIR) hay que llevarla a una residencia geriátrica. Ella sufre de claros problemas de memoria (entendemos que lo suyo es un principio de demencia) y va, elegante, orgullosa y bastante íntegra, sin tener claro cuál es ese destino. Quizás crea que es un hotel –pide el menú en el restaurante– y habla con los que la atienden más como si fueran empleados de un establecimiento de ese tipo –mozos, botones, personal de limpieza– que otra cosa. El lugar es bastante elegante, lo cual exacerba un poco más esa confusión. Ruth no entiende porque la amable Vanessa (Carolyn Michelle) le pide que tome media docena de píldoras. La amable enfermera le explica y ella acepta. No hay furia, ni bronca, ni rechazo. Es una mezcla de aceptación e incomprensión.

En FAMILIAR TOUCH todo funciona en ese espectro. No es este un melodrama lacrimógeno sobre una abuelita que pierde la memoria sino un registro, casi momento a momento, de la experiencia de una persona que va teniendo algunas lagunas en el pensamiento y otras no. Ruth se cuela en la cocina y, ante la sorpresa de los que allí trabajan, los ayuda a preparar el desayuno. A tal punto es buena en lo que hace que los otros pacientes miran con agrado el nuevo plato, elegantemente preparado, por ella. Ya veremos que la cocina es parte integral de la vida de la mujer. Sus problemas aparecen en detalles, pequeñas confusiones y, más adelante, en una escena en la que entrará en una suerte de crisis. Pero ella sigue su día a día como si estuviera vacacionando en un tranquilo hotel de jubilados, con aguas termales incluidas.

Friedland viene del cine experimental, del mundo de las instalaciones y, por otro lado, tiene experiencia en trabajar con personas con enfermedades neurodegenerativas, algo que se nota en su preocupación por los detalles y los pequeños momentos a costa de una evolución narrativa convencional. Para ella lo importante, quizás el eje de su película, pasa por esos momentos táctiles: una mano en una pierna, una caricia, un abrazo, tocar la comida, el agua, la ropa. Ruth parece casi siempre entera, pero cada tanto aparece algún dato que nos deja en claro que no lo está del todo. Y la simpleza casi impercetible de esa fractura en el tiempo/espacio convierte cada quiebre en algo mucho más emotivo que si la mujer tuviera algún tipo de ataque más intenso. La emoción, el dolor, se siente en esas pequeñas cosas, en el ir sabiendo que de a poco que la mente de Ruth se está empezando a ir.

Filmada en Villa Gardens, California, un hogar de ancianos real, FAMILIAR TOUCH puede por momentos parecer en exceso cálida y amable, casi como un film promocional del geriátrico en cuestión. Pero más allá de eso –no se ve ni un piso sucio, ni un maltrato, ni siquiera un fastidio entre los empleados y los pacientes–, lo que Friedland elige como eje es centrarse en cómo va modificándose allí la vida de Ruth, cuya historia vamos conociendo de a poco y vamos notando lo rica que fue. Si bien la relación con su hijo es breve en cuanto a tiempos compartidos, es igualmente emotiva y pasa por esa zona que está alejada de los recuerdos en su acepción más convencional. Para ella, la memoria es algo que se siente en el cuerpo, en el tacto, en el olor y en la cercanía física. Una parte de Ruth no sabe quién es su hijo, pero la otra lo abraza como a la vida misma.