Estrenos online: crítica de «Fuera de las sombras» («The Shadow Strays»), de Timo Tjahjanto (Netflix)
Una joven que pertenece a un selecto y profesional grupo de asesinos decide tomar un complicado caso por su cuenta, enredando su relación con los mafiosos y políticos de turno en Indonesia.
Hay algo que es innegable para cualquier persona que vea unos minutos de cualquier película de Timo Tjahjanto: el tipo filma escenas de acción como muy pocos. Crudos, violentos, bestiales, sus enfrentamientos cercanos, mano a mano, con armas o cuchillos, son de una brutalidad pocas veces vista, de una energía visceral, de una fiereza única en el mundo. Ni la saga JOHN WICK se le acerca. Lo que hace el realizador de Indonesia es una especie de coreografía sangrienta de cuerpos que se destruyen, uno frente a otro, aunque por uno de esos milagros del cine siguen en pie mucho más que lo imaginable. Bah, que lo humanamente posible.
El problema, bueno, es cuando no filma acción. A veces, en películas como HEADSHOT o LA NOCHE NOS PERSIGUE, se las rebusca bastante bien como para que uno pase de largo las fragilidades narrativas que rodean a esas escenas. En THE SHADOW STRAYS se le hace un poco más difícil. Con cerca de 145 minutos de duración, por más que casi la mitad de ellos estén tomados por la danza salvaje de armas, golpes y cuchillos hay que lidiar con otro tanto de una trama que se expande y se complica innecesariamente en una larga cadena de acontecimientos que, convengamos, no le importa mucho a nadie. Uno ve sus películas por sus escenas de acción y solo necesita una mínima y más o menos coherente trama que las sostenga. Acá, el hombre decidió hacer un relato tan épico como innecesario.
La película tiene un buen planteo y una espectacular escena de acción que ocupa los primeros 20 minutos de película y que se asemeja a una bastante similar de KILL BILL, de Quentin Tarantino. Allí, a un líder de la yakuza japonesa le avisan que lo están buscando de una peligrosa organización de asesinos tipo ninja para matarlo y el tipo no presta atención. Pronto se presenta uno de estos miembros de «Las Sombras» (tal el nombre del misterioso grupo) y liquida a casi todos los agresivos y gritones mafiosos japoneses. Pero en un momento, cuando mata sin querer a una mujer inocente, se distrae y es frenado a los tiros. Tiene que venir otra «sombra» a rescatarlo, salvarlo y liquidar al líder. Y ahí nos damos cuenta que no una sino las dos «sombras»… son mujeres.
Esa escena servirá apenas como introducción de una trama que se complica varias veces más. La protagonista tiene apenas 17 años y la llaman «13» (Aurora Ribero) ya que ese es el nombre/número que le dieron en la organización en la que trabaja. La mujer que la rescata y que funciona como su superior se llama Umbra (Hana Malasan) y, tras el error de 13, decide mandarla a descansar un poco a Jakarta, Indonesia, de donde es oriunda. Solo le pide una cosa: que siga tomando las pastillas que la organización le da y que, aparentemente, le limita la empatía, los sentimientos, le facilita ser una máquina de matar.
La chica trata de seguir las reglas –pese a dormir mal y tener pesadillas– hasta que un día todo se rompe cuando descubre que unos mafiosos matan a una mujer que vive cerca suyo dejando a su hijo de once años solo. Poco después de que ella conecte con el chico en cuestión, a él lo secuestrarán miembros de esa misma mafia, o eso parece. Será allí que 13, a quien no le han encomendado ocuparse de ese tema, tratará de descubrir donde está el chico y, en el camino, deberá liquidar, uno a uno, a una organización mafiosa que se expande y extiende hasta lo imposible, con jefes que responden a otros jefes, que responden a otros jefes y así. Un rompecabezas de villanos a los que, al fin y al cabo, a 13 no le quedará otra que intentar liquidar uno a uno, paso a paso. ¿Podrá?
FUERA DE LAS SOMBRAS en una película que cierra con una escena de acción violentísima e impactante que se extiende por 40 minutos. Si uno quitara buena parte de lo que no tiene que ver con eso podría decir que está ante un espectacular ejemplo de cómo filmar escenas de acción hoy. Pero Tjahanto siente que hay una saga para armar aquí, una que involucra políticos, gangsters y la propia organización de «las sombras» en sí, ya que ni Umbra ni sus otros «colegas» desaparecen por completo del mapa. Hay tráfico de drogas, políticos complicados, embarazos no deseados, muertes inesperadas, traumas de origen, traiciones impensadas y así, en un combo de ideas y tramas de media docena de películas de género juntas.
Y en realidad lo único que uno quiere ver es cómo la protagonista se las rebusca para liquidar a decenas de hombres y mujeres, cómo una máscara de plástico puede ser más peligrosa de lo que parece y cómo dos «amigas» casi se matan a los golpes para luego terminar peleando juntas contra un tercero en una rara forma de sororidad. Los baños de sangre del indonesio no son cosa de niños: hay caras explotadas, cortadas en pedacitos, partes del cuerpo que vuelan por los aires, ríos de sangre inundando la pantalla, cuchillazos de a decenas, disparos a quemarropa y una cantidad de sonoros golpes que uno siente que debería ir a una enfermería tan solo al verlos.
El problema es lo demás. Los realizadores de JOHN WICK, inspirándose en el mismo estilo de peleas, se dieron cuenta que la trama tenía que ser simple, básica, operativa, que la gente pagó la entrada para ver a Keanu Reeves liquidar rivales y que lo demás, en cierto sentido, es secundario. En THE SHADOWS STRAYS, el director cree que la melodramática epopeya en la que envuelve a la protagonista es importante y la pone a enfrentar un desafío tras otro, uno más enredado que el anterior. Y es un esfuerzo que no rinde sus frutos. Más allá de eso, si uno se relaja a la hora de atar cabos entre las capas del poder mafioso, disfrutará de la masacre. Que para eso pagó la entrada. Bueno, la suscripción.