Series: reseña de «Before», de Sarah Thorp (Apple TV+)

Series: reseña de «Before», de Sarah Thorp (Apple TV+)

Un psicólogo infantil traumado por la muerte de su mujer trata a un niño adoptivo muy extraño en esta serie de terror psicológico protagonizada por Billy Crystal. En Apple TV+ desde el 25 de octubre.

La posibilidad de ver a una estrella de la comedia haciendo una serie de suspenso psicológico sonaba tentadora. Es que a lo largo de su carrera Billy Crystal ha hecho, fundamentalmente, comedias y comedias dramáticas, quizás algún drama, pero no tengo memoria del actor de ANALIZAME y CUANDO HARRY CONOCIO A SALLY haciendo una película o una serie ligada al suspenso, al policial y al terror. Eso es lo que se encuentra uno en BEFORE, la serie de diez episodios que Crystal protagoniza. No se trata, estrictamente hablando, de un relato de suspenso, sino de un combo un tanto frágil de comedia, misterio y terror. Y, la verdad, suena mejor en los papeles que en la realidad.

El actor interpreta a Eli, un psicólogo infantil que ha quedado viudo recientemente y no parece aceptar la muerte de su esposa Lynn. De hecho, la mujer (interpretada por Judith Light) se le aparece en muy vívidos sueños y pesadillas, algunas de las cuales las tiene mientras está despierto. Eli va a terapia pero, curiosamente tratándose de un psicólogo profesional, no puede hablar del tema con su propia terapeuta. Todo este drama personal está bastante aligerado, en el tono, a partir de algunas bromas que hace el personaje, así como el ida y vuelta de miradas que tiene con su pequeño perro, que lo mira extrañado o con algún tipo de información secreta que Eli desconoce.

¿Cuál es esa información? El perro parece darse cuenta que algo raro sucede a su alrededor. Y esa rareza se hace presente una noche, cuando en la puerta de la casa de Eli se aparece un niño rubio de pelo largo llamado Noah (Jacobi Jupe), con las manos ensangrentadas y mirándolo fijamente. Eli quiere hacerlo pasar, pero el niño se escapa. Al otro día, el chico está sentado adentro de la casa de Eli, como si nada. El tal Noah es extraño. Mira fijo, no habla y, cuando Eli se le acerca, el niño lo abraza. El hombre decide llevarlo hasta su casa y allí se topa con Denise (Rosie Pérez), su madre adoptiva, que no lo recibe muy bien que digamos.

Paralelamente –y mientras lidia con su propia familia por el tema del fallecimiento de su esposa y una potencial venta de la casa– Eli recibe un nuevo paciente, uno que asegura será el último antes de retirarse. Para su sorpresa, es el mismo Noah, quien no parece recordar la conexión anterior. A medida que el extraño niño grita, dice frases en un idioma misterioso, hace oscurísimos dibujos, tiene visiones de manchas negras que crecen en el techo de la casa y sigue mirándolo fijo, Eli empieza a admitir que algo raro sucede, algo que no puede ser explicado, o no del todo, con las reglas de la psicología tradicional. Más que nada porque los sueños del niño y los suyos parecen estar conectados entre sí.

Cuál es la conexión entre el niño, su psicólogo y la historia previa de ambos es algo que habrá que descifrar a lo largo de los diez –cortos, pero igualmente reiterativos– episodios que dura este discreto ejercicio genérico. Crystal hace el esfuerzo por ser convincente en un rol dramático duro, en el que tiene que interpretar a un viudo psicológicamente perturbado por la muerte de su mujer, pero le es imposible no apoyarse muchas veces en recursos y gestos más propios de su costado de comediante. Al niño, por su parte, le cuesta ser creíble en el rol del problemático y por momentos violento Noah.

BEFORE mezcla todo el tiempo realidad con pesadillas con la idea de ir confundiendo al espectador respecto a qué es verdad y qué está en la imaginación de Eli y Noah, psicólogo y paciente, cuya «transferencia» parece ser bastante más intensa de la que puede existir en las terapias tradicionales. La intriga de cuál es la conexión entre ambos y cómo se expresará en los hechos se mantiene a lo largo de los episodios, pero como suele suceder en estos casos, da la sensación de que no hay suficiente carnadura en los personajes para sostener horas y horas de material a partir de eso.

Salvo la siempre efectiva Rosie Pérez, los personajes secundarios no aportan demasiado y la serie de a poco se va convirtiendo en una tanto tediosa reiteración de encuentros y desencuentros entre paciente y psicólogo que se amontonan uno tras otro hasta que, generalmente, un baño de sangre (imaginario o no) o alguna llamativa revelación los interrumpe. Pero solo para volver a empezar todo de nuevo otra vez.