Estrenos online: crítica de «El regreso del rey: declive y resurgimiento de Elvis Presley» (“Return of the King»), de Jason Hehir (Netflix)
Este documental repasa la carrera de «El Rey del Rock and Roll» para centrarse, fundamentalmente, en su regreso a la gloria gracias a un especial para la TV que hizo en 1968. En Netflix.
Desde que ELVIS, la biografía de Presley que dirigió Baz Luhrmann en 2022, se convirtió en un gran éxito, se abrió un nuevo capítulo en el eterno retorno de «El Rey del Rock and Roll». Ya antes de ese film, con la edición especial de cinco discos del ’68 COMEBACK SPECIAL –el show que dio en 1968 para la NBC y que marcó su «retorno» a los primeros planos, relanzado en su 50 aniversario– se había comenzado a rescatar una época del músico que lo volvió a ver brillar como no lo hacía desde los años ’50. Otros álbumes y documentales (Paramount estrenó uno también centrado en el regreso del ’68 en 2023) tomaron esos años y ese especial de televisión, en el que la película de Luhrmann ponía buena parte de su eje, para mostrar que el Elvis talentoso no había «muerto» al irse al ejército en 1958.
Titulada como una de las películas de la saga de EL SEÑOR DE LOS ANILLOS, el documental EL REGRESO DEL REY no se centra tanto, en realidad, en el show del ’68, sino que es retrato un tanto más clásico, que resume brevemente la historia de Presley –el éxito impactante de los ’50, el corte militar a su carrera y su regreso en 1960 para mostrarse solo vía mediocres películas de Hollywood e igualmente flojas canciones de sus bandas sonoras, abandonando por completo sus presentaciones en vivo– para llegar, en su última media hora a contar el show en un sentido más estricto.
Más allá de algunos materiales inéditos que no se han visto en otros documentales (algunas cartas, audios, escenas que no quedaron del show, frustrantes ensayos que fastidiaban al cantante), el film repasa un territorio conocido: su compleja relación con su manager, el Coronel Tom Parker, quien quería convertirlo en un tipo de artista musical que el propio Elvis no sentía, un cantante convencional, para toda la familia. Esos años de canciones malas y películas peores (desde 1960 a 1967) fueron limando la capacidad de Presley de acercarse a las nuevas generaciones.
Se sabe que a Elvis le costaba rebelarse contra su manager –acá entran a tallar una serie de historias en las que el documental no se mete–, por lo que recién en 1968 logró soltar un poco las amarras y, en cierto sentido, le «tapó la boca» al hacer un show más parecido a lo que él era, musicalmente hablando. Parker terminaría aceptando esos cambios a regañadientes –todas las canciones del show en la que toca en formato acústico con sus viejos músicos no era inicialmente parte del programa–, más que nada porque sus películas venían fracasando y no parecía tener muchas opciones más.
Para Elvis y los más jóvenes productores del show era claro que el músico tenía que hacer algo para adaptarse a un mercado que –con la llegada de los Beatles y Bob Dylan en lo musical y con los cambios sociales y políticos en el mundo–, lo había transformado en un «has been» a los 33 años. Con muchos nervios y tensiones por el cambio de rumbo, el show se grabó y el milagro se produjo: el programa fue un éxito, la gente volvió a ver al viejo Elvis y a uno nuevo, que articulaba las distintas tradiciones musicales que lo conformaban. Y se inició una nueva etapa en su vida que luego Parker volvería a arruinar, pero eso ya es otra historia.
La película tarda en llegar a 1968 –quizás para no parecerse demasiado al documental del año pasado– y la primera hora es, salvo para los que no conocen lo básico de la historia de Presley, terreno ya muy transitado. Lo mejor está al final. Lo que le da interés a la primera hora pasa, además de por ciertos materiales de archivo, por algunos de los muy buenos testimonios que tiene el film, empezando por su admirador Bruce Springsteen, su esposa Priscilla (la película no toca ninguno de los temas conflictivos que son centrales en el film de Sofia Coppola sobre ella) y tipos como Billy Corgan (Smashing Pumpkins), Robbie Robertson y el comediante Conan O’Brien, que aportan miradas muy justas y personales ligadas a la experiencia de un artista enfrentado a situaciones complejas de manejar, poniendo el eje en el Elvis humano.
Lo que la película vuelve a dejar en claro, por si quedara alguna duda, es que Presley no «murió», como dijo alguna vez John Lennon, cuando se fue al ejército a fines de los ’50. Entre 1967 y 1970, antes de encerrarse en un escenario de Las Vegas a repetir una y otra vez el mismo show hasta volverse cansino y repetitivo –ese «Vegas Elvis» que fascina a los imitadores y odian los puristas–, Elvis tuvo la que quizás fue la mejor etapa de su carrera. Y este documental invita a seguir ese corto pero impactante recorrido que tuvo su pico de máximo impacto en una grabación para la televisión que marcó el inicio del tercer acto de su corta pero influyente vida musical.