Estrenos online: crítica de «Joy», de Ben Taylor (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Joy», de Ben Taylor (Netflix)

Esta película británica se centra en los esfuerzos del equipo científico que durante una década investigó e intentó desarrollar la fecundación in vitro pese a la oposición de los medios y la iglesia. Con Thomasin McKenzie, James Norton y Bill Nighy. Estreno de Netflix.

Los esfuerzos, sacrificios y controversias atravesados por el equipo de médicos y científicos que investigó en Inglaterra la fecundación in vitro a lo largo de una década son el eje de JOY, drama protagonizado por Thomasin McKenzie, James Norton y Bill Nighy. Si bien es un desarrollo científico que muy pocos cuestionan hoy y que permite que muchas mujeres que antes no podían ahora puedan ser madres, la FIV tuvo un nacimiento plagado de conflictos y malos entendidos, con buena parte de la prensa, la gente y con la Iglesia completamente en contra.

En 1968, la joven Jean Purdy (McKenzie) es una enfermera que se une fervorosa al equipo que comanda Robert Edwards (Norton), un fisiólogo que investiga las posibilidades de ese tipo de fecundación. El apasionado y obsesivo científico suma además al obstetra Patrick Steptoe (Nighy), otro controvertido doctor que tiene malas relaciones con el establishment científico británico. El eje personal, puesto en buena medida en Purdy, pasa por el conflicto ligado a su propia relación con la maternidad, a su educación católica y la posición de la iglesia respecto al trabajo que hace. No tanto por la iglesia en sí, sino porque su devota madre (Joanna Scanlon) la pone entre la espada y la pared diciéndole, básicamente, que si no deja el trabajo no quiere verla más.

Fuera de eso, lo que JOY retrata son las idas y vueltas, los problemas de presupuesto, las relaciones interpersonales –no mucho, en realidad– y los avances y retrocesos del desarrollo de la FIV a lo largo de casi una década. Es que, al comenzar, era mucho lo que desconocían y pasaron años siguiendo caminos que no llevaban a ninguna parte hasta encontrarle la vuelta científica. Después de eso, siguieron otros años más de pruebas y errores –embarazos que no llegaban a término, entre otros desarrollos si se quiere incompletos–, siempre con un pequeño pero devoto grupo de madres dispuesta a ser parte de estos experimentos.

Quizás el eje más interesante de todos sea el de las controversias despertadas por un tipo de fecundación que la iglesia considera que no es «natural». Más allá de los esfuerzos de Edwards por transmitir a los medios, en diversas entrevistas y debates televisivos, que lo que hacían era tratar de solucionar el problema de millones de madres que quieren ser madres pero no pueden quedar embarazadas, no solo la iglesia estaba en contra sino que eran muchas veces agredidos, recibidos con abucheos por la gente y maltratados por los medios que los consideraban émulos del Dr. Frankenstein.

JOY es una película correcta, funcional, curiosamente simpática –los tres protagonistas eran, a su modo, bastante peculiares, lo mismo que algunos de sus colaboradores– que tiene la hoy loable función de demostrar la seriedad, utilidad y el compromiso de los científicos por mejorar las condiciones de vida de la gente. La «misión» de transmitir esos conceptos tan básicos, que en muchas épocas podía considerarse innecesaria, en estos años de ridícula desconfianza y descrédito hacia las ciencias, se vuelve imprescindible. Quizás no sea la película que mejor retrate el proceso, pero sí es una que lo hace de un modo amable y accesible. Y en este complicados momento, eso es más que suficiente.