Series: crítica de «Asalto al Banco Central», de Pilar Amer, Daniel Calparsoro y otros (Netflix)
Esta serie española de cinco episodios rescata un caso intenso y curioso de la vida real, el de un grupo de atracadores que tomaron 300 rehenes en un banco en Barcelona con intenciones un tanto misteriosas en 1981. Estreno de Netflix.
Las formas y los contenidos no siempre caminan por carriles similares. Tomemos el caso de ASALTO AL BANCO CENTRAL, la miniserie de cinco episodios dirigida por Daniel Calparsoro que se acaba de estrenar en Netflix. Si uno la ve sin tener idea del caso real en el que se basa tendrá la impresión –al menos durante gran parte del tiempo– que se trata de un thriller comercial muy inspirado en la estética y la lógica de LA CASA DE PAPEL, con un complicado robo en el centro de la acción, varios actores de esa serie en el elenco y un ritmo trepidante, furibundo, propio del cine de suspenso actual. Cuando uno se va acercando más y más a lo que realmente sucedió a lo largo de esos tensos días de 1981 –la serie aclara los puntos recién sobre el final, pero existe Google y Wikipedia si uno no tiene el caso en su radar histórico– se va dando cuenta que adentro hay una trama mucho más compleja y política, ligada a los cambios de España durante su transición democrática.
En manos de un cineasta con habilidad para crear thrillers tensos, urgentes y musicalizados hasta en el baño –en Argentina se acaba de estrenar, con el título ATENTADO EN MADRID, su reciente TODOS LOS NOMBRES DE DIOS, que sigue lineamientos parecidos pero desde la ficción pura–, esta serie se acomoda con facilidad dentro de un formato contemporáneo, que privilegia el ritmo intenso, el nervio constante y la velocidad antes que un mínimo instante para la reflexión. Y si bien ASALTO… funciona dentro de sus parámetros, uno extraña o imagina ese thriller político de los ’70 u ’80 que podría haber sido: más centrado en el mundo que está por detrás del asalto en sí que en el minuto a minuto del asunto. Eso llegará recién sobre el final, un poco apretado, y dará una idea de esa otra historia de la que no vimos lo suficiente.
El asalto que narra la película ocurrió realmente en el Banco Central de Barcelona en mayo de 1981. Tres meses antes había tenido lugar un intento de golpe de estado en España (el hoy recordado, siguiendo el modelo taquigráfico de los últimos tiempos, como 23F) que había dejado tambaleando a las instituciones democráticas de ese país, que tenían pocos años de vida, tras la muerte del dictador Francisco Franco. Lo que conecta ambos universos es que lo primero que pide a las autoridades el grupo de asaltantes que toma el control del banco en cuestión –y cerca de 300 rehenes–, es la liberación de Antonio Tejero y los otros líderes apresados de aquella fallida revuelta. ¿Cuál es la relación entre un robo bancario y un complot político para liberar a un grupo de golpistas? ¿Es ese el objetivo real o un truco distractivo? De eso, cada tanto, va la serie.
El guión de Patxi Amezcua organiza el relato siguiendo a una decena de protagonistas. Por una lado hay una periodista vasca llamada Maider Garmendia (María Pedraza) que recién comienza a trabajar en un diario de Barcelona, y un veterano y alcohólico fotógrafo, Bernardo García (Hovik Keuchkerian), que son los que responden al llamado en el que les dicen que el asalto ha tenido lugar y cuáles son las demandas de los delincuentes, por lo que se hacen cargo de la investigación. Por otro lado está Miguel Herrán (otro ex LA CASA DE PAPEL), quién encarna a José Juan Martínez Gómez, líder de la banda de atracadores conocido en el grupo como «Número 1», ya que todos los participantes se llaman por números. Y un cuarto rol importante recaerá en el Comisario de la Brigada Antiatracos, Francisco López (Isak Férriz), encargado del operativo. Y varios más completan el grupo protagónico, incluyendo otros ladrones, periodistas, políticos y militares.
Los tres primeros episodios se irán en el minuto a minuto del operativo, en las discusiones y debates fuera del banco acerca de quiénes pueden ser los atracadores y cuáles son las intenciones que realmente tienen. Adentro, mientras tanto, los ladrones («chorizos, macarras», como alguno los define) se topan con algunos problemas inesperados, lidian con diferencias internas y tratan de sacar adelante como pueden un «trabajito» que se les complico más de lo que pensaban. Cuando las cosas llegan a un punto de definición –la toma del banco se extiende casi dos días enteros y la tensión crece–, la serie va al pasado de José Juan y de a poco se empiezan a abrir algunas puntas solo sugeridas previamente, puntas que explotarán del todo en el último episodio, uno que parece sacado casi de otra serie, mucho más político en tono y ligado a hechos concretos de la transición política española.
Ahí termina por quedar claro que había otra serie posible dentro de esta, una que sin perder nervio, tensión ni suspenso, pudiera acercarse con más sutileza a los conflictos entre políticos, militares y espías de la época, meterse en las complejidades de la transición democrática y en los pactos que fueron necesarios para salir de algunos de los problemas generados por esa difícil convivencia entre el pasado franquista y el presente democrático. Y si bien el thriller es un género perfecto para lidiar con este tipo de complejos entramados políticos (como los prueban películas tipo Z, TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE o tantos otros de los años ’70, época de oro del subgénero, o ejemplares más modernos a la Oliver Stone), la serie prefiere dejarlo en segundo plano, más interesada en el suspenso per se que en complejizar la historia que rodea al caso o a sus personajes.
ASALTO AL BANCO CENTRAL funciona bien dentro de su propuesta. Como casi siempre, Calparsoro demuestra conocimiento de causa a la hora de mantener viva la tensión del espectador gracias a persistentes movimientos de cámara, música wall to wall (no hay un centímetro de película que no tenga un bajo pulsante o una peculiar canción de la época, incluyendo temas de Camilo Sesto, Amanda Lear, Rumba 3 y este omnipresente hit de Baccara) y a ese tono efectivo, funcional, de personas que actúan antes de pensar y que corren antes de caminar, que es tan caro a sus producciones. Y se sigue con interés, por más que antes de que el relato gire hacia otra zona, uno se pregunte cuánto tiempo más seguirán con las idas y vueltas en el banco.
Cuando aparece esa otra zona de la historia uno ve todas esas otras cosas que la serie podría haber contado de no haberse entregado casi por completo a ese «palo y palo» narrativo. Hay un mundo ligado a la España de los ’70 –la conexión entre delincuencia, espionaje y alta política– que se repasa brevemente en un cuarto episodio que es una película entera aparte, y hay un drama político fuerte que apenas se asuma cuando la historia entra en zona de resoluciones. Es que esto es un producto internacional para Netflix y probablemente sus productores pensaron que era más atractivo un genérico thriller de atracos al estilo de LA CASA DE PAPEL que ahondar en detalles sobre los contubernios entre militares, espías, anarquistas, políticos de derecha, de izquierda y criminales comunes en la España de principios de los ’80. Pero ahí hay una carnadura y una especificidad que el resto de la serie no tiene. Eso sí, por lo menos en un momento aparece y termina siendo clave a la hora de entender que pudo haber sucedido en ese áspero 1981. Como dicen por ahí, más vale tarde que nunca…
Netflix… no hay que pedirle peras al olmo.