Series: reseña de «La locura» («The Madness»), de Stephen Belber (Netflix)

Series: reseña de «La locura» («The Madness»), de Stephen Belber (Netflix)

Este thriller político trata sobre un periodista afroamericano que es testigo cercano del asesinato de un hombre blanco racista y pronto lo acusan de ser el responsable de su muerte. Con Colman Domingo y John Ortiz. Disponible en Netflix.

Como Stringer Bell pero con un título de derecho de la Universidad de Yale«, dice el periodista Muncie Daniels mientras se mira al espejo y se prueba un traje. A su modo, confirma lo que pensamos muchos: que Colman Domingo es algo así como el Idris Elba estadounidense, por su parecido en look y estilo al actor británico que se hizo famoso al interpretar al mafioso Stringer Bell en la serie THE WIRE. No diré la respuesta que le da su amigo a esa afirmación porque es un tanto spoileadora de la serie de David Simon, pero deja en claro que la vida de Muncie corre peligro. ¿Por qué? No lo sabe muy bien.

Remedando el clásico formato de «hombre acusado de un crimen que no cometió que debe encontrar a los verdaderos culpables», un tropo del género policial que amaba Alfred Hitchcock y que tiene un ejemplar un tanto más reciente en la impecable EL FUGITIVO, de Andrew Davis, LA LOCURA se presenta desde lo temático como un thriller más cercano a lo político, en la línea de LOS TRES DIAS DEL CONDOR o similares. A diferencia de esos clásicos, LA LOCURA es una serie de ocho episodios, por lo que el impacto inicial se va aquietando –y la trama enredando– con el paso de las horas. En algún momento recompondrá, pero es posible que para algunos sea un poco tarde.

Muncie Daniels es un periodista de CNN. No es un tipo muy famoso por ahora, pero va camino a serlo. Justo acaba de empezar una suplencia como conductor, ganando cierta popularidad y encaminado a tener un programa propio cuando, en un aparentemente común y corriente descanso vacacional en las Montañas Pocono, en el estado de Pennsylvania, conoce casualmente a un hombre que, poco después, aparece descuartizado en el sauna de su cabaña. Ahí lo empiezan a perseguir dos hombres encapuchados, los probables asesinos. Muncie corre, logra matar a uno y escapa, lastimado pero vivo, de la situación. El problema es que, cuando la policía llega al lugar del crimen, el cuerpo no está ahí.

Rápidamente Muncie se da cuenta que lo están mirando a él de modo sospechoso. Y más cuando se entera que el muerto era un miembro importante de un grupo supremacista blanco, esos racistas neonazis armados que hay de sobra en los Estados Unidos. Muncie, además, es conocido por posturas «progresistas», por apoyar causas como Black Lives Matter, y por un pasado familiar ligado a la defensa de los derechos civiles, lo que hace que las sospechas crezcan aún más. Eso termina de agrandarse cuando el reloj con sangre del muerto aparece en su auto y otros detalles que lo incriminan.

En tiempos de redes sociales, la investigación pronto se hace pública y empiezan a amenazar a su familia y, de hecho, hasta su trabajo en la CNN corre riesgo por las acusaciones que se le hacen. A partir de todo esto, Muncie debe ocuparse de entender qué es lo que realmente está sucediendo, quién o quiénes están detrás de todo esto y por qué lo tienen a él en la mira. En el medio, se suma a la investigación el FBI (John Ortiz encarna al agente que lo sigue), otros periodistas corren riesgos de vida y su investigación empieza a abrirse hacia costados cada vez más expandidos del mundo de la política y los negocios.

El actor de la reciente SING SING tiene una fuerte presencia. De voz grave, expresivo rostro y gran tamaño, bien puede parecer un periodista prestigioso y, con solo cambiar de ropa y de vocabulario, un héroe de acción más físico. Domingo es fundamental a la hora de sostener las diversas tensiones por las que oscila la trama, ya que en determinado momento son tantos los elementos en juego que el tipo tiene que funcionar como el núcleo organizador de todo. Un costado importante de la trama pasa por la relación que tiene con su mujer (Marsha Stephanie Black), de la que se está separando, y con sus dos hijos ya adultos, que se ven sin querer involucrados en la aparente caída en desgracia de este buen hombre.

A riesgo de sonar repetitivo, LA LOCURA tiene que lidiar con la tendencia de muchas de estas series de un largo «segundo acto» que se extiende por tres o más episodios, en los que la trama cada vez más conspirativa se expande hasta el infinito. Lo mismo pasa con las pistas falsas o los caminos curiosos que toman tanto la investigación como sus relaciones personales. Pero Belber consigue mantener el suspenso en el aire gracias a la actuación de Domingo pero también a una temática política que se presta más que otras para este tipo de extrañas y, en contexto, relativamente plausibles conspiraciones.

LA LOCURA es una serie acerca del mundo de los extremos políticos –hay agrupaciones de extrema derecha pero también antifascistas que los combaten– pero también una acerca de los medios, de cómo circula la información en ellos, de sus intereses comerciales y de las llamadas fake news. Pero si bien su temática es muy actual –de hecho, esos grupos de extrema derecha volverán a ser validados en la nueva presidencia de Donald Trump–, la serie no tiene nada realmente claro o importante para decir al respecto. O, al menos, nada realmente nuevo Lo utiliza, sí, para crear una serie entretenida, un poco absurda y bastante adictiva. Y eso no está mal.