Estrenos online: crítica de «El asesino del juego de citas» («Woman of the Hour»), de Anna Kendrick (Amazon Prime Video)
En su opera prima como directora, basada en un hecho real, Kendrick se centra en varios casos de potenciales víctimas de un violador y asesino serial de los años ’70. Disponible en Amazon Prime Video.
EL ASESINO DEL JUEGO DE CITAS tiene muy poco que ver, formalmente, con lo que parece prometer su título local. Se trata de una película que nada tiene que ver con el género de terror sino que funciona como un estudio acerca del miedo. En lo concreto, es la historia de varias mujeres que tuvieron algún tipo de relación con un violador y asesino serial de la vida real (Rodney Alcala fue su nombre, si lo googlean será un festival de spoilers), pero contada a través de un curioso mecanismo formal que pone el acento en las experiencias de esas mujeres ante cada encuentro con el personaje.
Anna Kendrick debuta como directora en el film y es la protagonista de la historia principal de las cinco en las que se divide la película, cuyo título original, WOMAN OF THE HOUR, se puede aplicar a cada uno de los casos. Ese apodo –traducible como «la mujer del momento»– es el que le da a las chicas Ed (Tony Hale), el conductor de The Dating Game, un famoso programa de televisión en el que una mujer tiene que elegir a ciegas entre tres candidatos para salir en una cita. Kendrick encarna a Cheryl, una actriz que no consigue papeles en el Hollywood de 1978 y que acepta participar como «la chica» en cuestión en uno de estos programas para, como dice su agente, «ser vista».
Entre los tres candidatos a salir con ella está Rodney (Daniel Zovatto), un seductor y misterioso fotógrafo que parece ser el más indicado, por sus respuestas elegantes, para ser «el elegido» por Cheryl. Pero el film ya nos mostró antes quién era, ya que la secuencia que arranca la película tiene lugar un año antes y lo muestra sacándole fotos y luego asesinando brutalmente a una chica en medio del desierto. EL ASESINO DEL JUEGO DE CITAS –sí, el verdadero Alcala participó en ese show– irá pivoteando así desde el programa de TV a otros dos momentos de la vida criminal de Rodney: ayudando a una mujer (Kathryn Gallagher) con su mudanza y seduciendo a una adolescente (Autumn Best) fugada de su casa. La quinta historia se centrará en Laura (Nicolette Robinson), una mujer que está entre el público del show y cree reconocerlo por un hecho violento del que fue testigo.
Las subtramas se cruzarán entre sí pero el eje no pasará, necesariamente, por contar la historia de este asesino o seguir paso a paso su «carrera criminal». Lo que Kendrick construye a partir de este esquema es un cuidadoso y detallado muestrario de las incontables situaciones tensas y potencialmente violentas que las mujeres atraviesan con algunos hombres. Si bien acá el repertorio masculino es particularmente inquietante (todos producen algún tipo de molestia o incomodidad), lo cierto es que Kendrick logra transmitir cinematográficamente una gran cantidad de complicados momentos –desde lo agresivo/sexual hasta el ninguneo absoluto por parte de las autoridades, por ejemplo– que las mujeres viven, siendo Rodney claramente un caso extremo.
Está el vecino de Cheryl, Terry (Pete Holmes), que se mete más de lo debido en su vida; los agentes de casting, que hablan de ella como si no estuviera presente; la policía o los agentes de seguridad que no se ocupan o demoran, entre otros casos que ejemplifican –quizás un poco didácticamente– la cantidad de situaciones de tensión, agresión o incomprensión que viven muchas mujeres. Todo esto Kendrick no lo pone necesariamente en discursos sino en hitchcockianas situaciones de creciente incomodidad: una mirada que se tensa, la percepción de que alguien puede volverse violento, la necesidad de disimular el temor para evitar un problema. Cada chica en cada circunstancia buscará soluciones a esos malos momentos que atraviesan –muchas veces con la ayuda de otras mujeres–, pero no siempre conseguirán zafar del problema.
En ese sentido Rodney es un ejemplo, una metáfora extrema de un mundo que –en la época que el film retrata, los años ’70, más aún que hoy– no considera la violencia de género como un problema constante y permanente, uno que además aparece en las situaciones menos previsibles y que puede salir a la luz por motivos impensados. Es que más allá del miedo clásico de una mujer cuando se sabe casi a merced de alguien que ya ha mostrado sus cartas violentas –en ese sentido, Kendrick demuestra un muy buen manejo del suspenso–, hay muchas otras situaciones que se sienten como potenciales bombas a punto de explotar. Y la película intenta reflejarlas.
Es cierto que WOMAN OF THE HOUR pinta un mundo en exceso cruel y brutal en el que cada hombre está al borde de ser un acosador o de mirar para otro lado cuando una mujer hace una denuncia, pero no deja de ser representativa de una tensión que sí existe y es muy real. Kendrick maneja con una seguridad poco común en un operaprimista las microtensiones permanentes que se viven en el film. Una respuesta que se considera burlona, un gesto fuera de lugar, un fastidio susurrado o una risa en el momento inexacto pueden causar un tembladeral aún cuando casi ni se note.
Kendrick apuesta al detalle y confía en que el espectador preste atención a ellos, especialmente al trabajo de sus actores. En sus planos se ve a sus protagonistas pensar sin necesidad de hablar y uno puede leer en un movimiento de sus ojos la tensión y la duda acerca de qué hacer o decir cuando una situación violenta parece aproximarse. Ese miedo de saber que algo brutal puede suceder en cualquier momento, ese que obliga a pensar qué decisión tomar para evitarlo, es el más común y el más terrible de todos.