No-estrenos: crítica de «Good One», de India Donaldson

No-estrenos: crítica de «Good One», de India Donaldson

por - cine, Críticas, Online
24 Dic, 2024 06:41 | Sin comentarios

Este film independiente se centra en las experiencias de una adolescente que se va a hacer «hiking» con su padre y un amigo de él. Con Lily Collias y James Le Gros.

No-estrenos: películas que no llegaron (y es muy probable que nunca lleguen) ni a las salas de cine ni a las plataformas de streaming en la Argentina pero que se las puede encontrar en internet.

El género de «fin de semana de aventura» tiene muchas acepciones y muy distintas entre sí. Están las grandes gestas y las pequeñas, las que incluyen a muchas personas o a muy pocas, las muy complicadas y las más sencillas. GOOD ONE, al menos en lo que respecta a su complejidad narrativa, es minimalista, casi ínfima. En sus implicancias, sin embargo, es una película bastante más grande y ambiciosa, un micro-relato sobre ese coming-of-age que implica el paso de la adolescencia a la adultez, un golpe que involucra, a la vez, decepción y descubrimiento.

La opera prima de Donaldson retoma un tipo de recorrido y un tono que se ha visto en algunas películas de Kelly Reichardt pero sin llegar a los niveles contemplativos de esa directora. A lo largo de sus breves 90 minutos lo que cuenta es el viaje de tres personas –un padre, su hija y un amigo de su padre– para hacer hiking en la zona de los Catskills, en el estado de Nueva York. Todo comienza en la casa de Sam (Lily Collias), quien se va de camping con su padre, Chris (James Le Gros), dejando en casa a su novia y a su pequeño hermano. El tercero en discordia arranca con problemas. Es Matt (Danny McCarthy), un amigo de su padre que iba a viajar junto a su hijo adolescente pero termina yendo solo ya que a último momento se peleó con él y no hubo forma de convencerlo para que los acompañe.

Así los tres se suben a un auto, viajan hacia el lugar parando una noche en un hotel (en un solo cuarto, los dos adultos y la adolescente), llegan allí, empiezan a subir al monte y recorren el bello lugar, encontrándose con algunas personas en el camino. Lo principal no pasa por los eventos sino por las sensaciones que va atravesando Sam, que va viendo las frustraciones, temores, fastidios y comportamientos un tanto complicados de los adultos, tanto de su padre como, especialmente, de Matt. De los tres, parece claramente la más adulta, la más ubicada y organizada. Su padre, un experto en este tipo de viajes, se vuelve un tanto pesado, mientras que Matt es todo lo contrario: se olvida de las cosas, no trae la ropa necesaria y carga su mochila mucho más de lo que hace falta.

Todo parece ser un viaje con algunos episodios curiosos y ciertas tensiones que no van más lejos que eso, hasta que algo un tanto raro sucede y eso genera reacciones y situaciones inesperadas, llevando la tensión subterránea que existía hasta ese momento a la superficie. O, más bien, cerca de la superficie, porque lo que pasó parece afectar más a Sam que a los adultos, que continúan con su viaje como si nada sucediera, un poco hundidos en sus propios ombligos, pesares y necesidades de dos adultos divorciados con diversos problemas.

GOOD ONE pone en juego, en dosis pequeñas, las mismas tensiones que a otras películas les toman horas describir y analizar. Poco se habla acá de eso, pero se lo siente, está en el ambiente. Y no solo tiene que ver con las situaciones incómodas o con la falta de espacios –Sam no lo dice pero es claro que siente que la tratan como una niña–, sino porque los dos supuestos adultos no pueden ver más allá de sus propias narices y circunstancias. Tampoco entre ellos dos las cosas funcionan demasiado armoniosamente, pero es la clase de amistad de larga data en la que uno ya sabe las respuestas que dará el otro y los fastidios se resuelven encogiendo los hombros o diciendo «bueno, él es así».

Discretamente, Donaldson va dejando entrever que ella –que tiene 17 y está por irse a la universidad, con todo lo que eso implica– es la más compuesta y organizada del grupo, aún cuando eso termine ubicándola en un lugar tradicionalmente femenino (es la encargada de la cocina), pero Sam no se queja porque prefiere dejar de lado ciertas cosas con tal de poder pasar un par de días de aventuras al aire libre con su padre, por más que haya un tercero dando vueltas. Hasta que, en un momento, el «fingir demencia» le deje de funcionar y tenga que tomar alguna decisión respecto a lo que pasa.

El film, que pasó por el Festival de Sundance y la Quincena de Cineastas de Cannes, no utiliza los mecanismos típicos del relato de género (no es, digamos, LA VIOLENCIA ESTA EN NOSOTROS, aunque toca algunos temas similares), pero en su modo minimalista no es otra cosa que un thriller de suspenso, con incomodidades, miedos y riesgos apareciendo donde menos Sam se lo espera. La película puede presentarse como contemplativa, calma y observacional, pero por debajo de la superficie va tejiendo una creciente y en cierto punto palpable tensión. El mayor golpe, sin embargo, es emocional y tiene que ver con la posibilidad de que Sam se de cuenta –o termine de darse cuenta– que los adultos tienen las cosas menos claras que ella, a sus 17.