Series: crítica de «Dulce estafa» («The Sticky»), de Brian Donovan y Ed Herro (Amazon Prime Video)

El de DULCE ESTAFA es un formato probado pero que, cuando funciona, da placer ver. Me refiero a la clásica comedia de ladrones torpes, que popularizó el cine italiano y el británico en los años ’50 con films como EL QUINTETO DE LA MUERTE o LOS DESCONOCIDOS DE SIEMPRE, películas que se tomaron con humor las torpezas de un grupo de personas dedicadas a la vida criminal. Los grandes cultores de este género siguen siendo, sin duda, los hermanos Coen, con un puñado de películas centradas en delincuentes sin demasiado talento para el trabajo que eligieron, entre las cuales se destaca sin dudas FARGO.

DULCE ESTAFA está claramente inspirada en las películas de los Coen ya que, además de tratar sobre un trío de ladrones sin mucho talento para lo que hacen, arranca con un cartel similar al que arrancaba esa película, diciendo que esta historia es verdadera y no lo es a la vez. Transcurre, además, en un escenario frío y nevado, en este caso en Canadá, más precisamente en la región de Québec. Sí, lo que se cuenta aquí sucedió en la realidad, pero de una manera bastante diferente. Digamos que se inspira en un caso verdadero pero todo lo demás es invención.

THE STICKY transcurre en 2011 y tiene como protagonista a Margo Martindale, una actriz tan conocida por roles secundarios en cine y televisión que en la serie animada BOJACK HORSEMAN hasta crearon un personaje a la que llamaban, literalmente, así. Esta es la oportunidad de verla en un protagónico, pero de todos modos se trata de un tipo de personaje bastante similar a los que suele hacer en otros films y series: una mujer enojada, nerviosa, agresiva y con arranques de violencia. De hecho, da un tipo llamativamente parecido a la actriz argentina Rita Cortese.

Acá, Martindale encarna a Ruth Landy, una mujer que se dedica a la producción de «maple syrup», conocida en castellano como jarabe de arce y que en la serie simplifican traduciéndolo como «miel», aunque se extrae de savia de árboles y no de abejas. Se trata de ese líquido dulce tipo jarabe que se usa en waffles y pancakes, que en Canadá es algo así como el producto nacional. A Ruth la quieren forzar a vender su propiedad ya que su marido está en coma y ella, teóricamente, no tiene licencia para hacer ese trabajo. Pero todo es en realidad una trama de Léonard (Guy Nadon), jefe de la asociación que nuclea a los productores de ese sirope, que quiere quedarse con su terreno.

Otros dos «humillados» por las circunstancias son Remy (Guillaume Cyr), guardia de seguridad de la reserva de maple syrup de la zona, al que maltratan sus jefes y, salvo su cariñoso padre, nadie presta atención; y Mike Byrne (Chris Diamantopoulos), un matón venido a menos que trabaja para un mafioso de Boston pero que se dedica a recolectar los dineros de su jefe y casi todos se burlan de él. Remy sabe que la seguridad de esa planta es mínima (solo él y nadie más, ni una cámara de seguridad) y, de hecho, ya viene robando barriles con un amigo. Lo hacen de a uno por vez y sacan buen dinero, pero se ha tentado con la idea de robar más cantidad y hacer millones de dólares.

Es así que los tres se van poniendo en contacto de manera un tanto casual y empujados por Mike –al que Remy le cuenta su plan y él ve ahí un negocio para escaparse de los mafiosos– toman la decisión de robarse todo en uno o en unos pocos golpes, con una estrategia bastante inteligente pero muy arriesgada. Está claro decir que todo se complicará a niveles imposibles. Empezando porque el amigo de Remy que iba a participar del robo aparece súbitamente muerto. Y la policía empieza a investigar ese hecho. A tal punto se les complica todo que la policía ya los investiga aún antes de cometer el robo.

DULCE ESTAFA va llevando las complicaciones hacia el ridículo. En cierto punto, la serie ya deja de tener algún registro más o menos realista para pasar a ser una comedia absurda por donde se la mire en la cual hay decenas de situaciones caóticas en paralelo en las que el trío no puede evitar meterse de cabeza. Además de todo, entre ellos se pelean todo el tiempo y no se ponen de acuerdo en nada. Así y todo, por la magia del guión, siguen en pie y planeando el robo hasta las últimas consecuencias, aún cuando tienen todo en su contra. Hasta aparecerá Jamie Lee Curtis en un rol breve pero que les hará la vida aún más complicada.

Es una serie divertida, pasada de rosca y llamativamente breve. Son seis episodios que promedian los 25 minutos cada uno y es la primera vez en mucho tiempo que siento que algo podría durar un par de episodios más. Es que la historia se resuelve de una manera un tanto brusca y rápida, una que da a pensar que, si funciona, bien podrían continuarla en una segunda temporada. Quizás no sea necesario –la historia es bastante redonda así como está contada– y por una vez no estaría mal dejar al espectador con un poco de «hambre» en lugar de «llenarlo» de contenido hasta el agotamiento.

Dentro de su formato paródico, THE STICKY se burla acerca de las prácticas corporativas en esta y otras industrias –a Léonard lo odian todos y da la impresión que a nadie le molestará si le roban– y critica la manera en la que explotan a los pequeños productores y a los trabajadores. Pero no se trata de una serie política ni mucho menos, sino de una que utilizó un caso real (pueden buscarlo en la web o en Wikipedia, pero les aviso que vendrá con spoilers) como punto de partida para generar una simpática comedia acerca de unos ladrones cuya torpeza es casi una forma de arte.