Series: crítica de «El juego del calamar 2» («오징어 게임 2»), de Hwang Dong-hyuk (Netflix)
El protagonista de la serie coreana vuelve a ser parte del violento juego que ya ganó, pero esta vez con un objetivo más claro: destruirlo. Estreno en Netflix: 26 de diciembre.
A tres años del inesperado éxito de la primera temporada, que se convirtió en la más vista entre las no habladas en inglés de la historia de Netflix, regresa EL JUEGO DEL CALAMAR con la intención de seguir sacándole rédito al mismo sistema con algunas modificaciones pero funcionando, más que cualquier otra cosa, como un repaso de las ideas de la temporada inicial. Tras un par de episodios que dan a entender que la serie quizás vaya para otro lado, pronto queda claro que la idea es seguir sacándole jugo al combo «juegos para niños + asesinatos a mansalva = capitalismo salvaje» y ver qué sale de todo eso. Habrá algunas diferencias –una de ellas, importante–, pero en lo esencial lo que la serie propone es volver más o menos sobre sus mismos pasos.
Tras una breve escena que sirve para conectar con el final de la primera temporada, la serie recupera a Seong Gi-hun (Lee Jung-jae), el ganador y sobreviviente de los juegos, dos años después del final de aquella. El tipo no ha quedado bien tras lo sucedido y está dedicado completamente a tratar de reingresar a los juegos con la intención de vengarse de los responsables y acabar con ese negocio. Todos los recursos ganados los invierte en contratar a un grupo grande de gente que trata de encontrar al reclutador en las diversas líneas de metro de Seúl, pero le cuesta mucho encontrarlo y ya está enloqueciendo, enceguecido con esa posibilidad.
En paralelo, Hwang Jun-ho (Wi Ha-joon), el policía que investigaba los juegos, está haciendo algo parecido: recorriendo las distintas islas que rodean a la ciudad intentando encontrar el lugar en el que transcurre el juego. Jun-ho es el hermano del Líder (la estrella Lee Byung-hun, que tiene un rol mucho mayor esta temporada) y su intención es similar a la de Gi-hun, solo que incluye rescatar a su hermano dd ahí. Ambos se terminan reuniendo en esa búsqueda, en la que la gente de Gi-hun logra encontrar al Reclutador y, tras una serie de intensas y violentas situaciones, el hombre consigue volver a participar de los Juegos. La idea es coordinar esfuerzos y que, uno adentro y el otro afuera, puedan frenar el asunto. Claro que no será sencillo.
Los párrafos siguientes contienen algunos SPOILERS de los primeros dos episodios
El desafío de Gi-hun, esta vez, tendrá que ver con lograr convencer a esta nueva camada de participantes de escaparle a la lógica del juego, de unirse y solidarizarse entre ellos en lugar de responder a la lógica que le imponen los creadores de esta trama macabra. La suya es una discusión filosófica que tiene con el Líder que consiste en probar que la gente puede ser solidaria y humanista en lugar de egoísta y cruel como el juego los pinta y supone revelar. Y, con ese objetivo en mente, volverá a ingresar al «recinto».
Una vez adentro tendrá que lidiar con un nuevo grupo de personas –la mayoría de ellos con grandes deudas que necesitan pagar– incluyendo una mujer embarazada, un rapero, un viejo conocido de Gi-hun, una mujer trans, una madre y su hijo, un estafador de criptomonedas y así, además de algunas sorpresas que mejor no adelantar. Y habrá también nuevos juegos, lo que le impedirá a Gi-hun contar con ciertas ventajas por haber ya participado. Los nuevos juegos tendrán una similar estructura a los de la temporada anterior aunque, como detalle importante, muchos estarán ligados a jugar en grupos.
Quizás la principal diferencia de esta temporada tiene que ver con un cambio en las reglas dentro de «la casa». Después de cada juego (y no solo una vez, como en la anterior), los sobrevivientes pueden votar entre irse con el dinero conseguido hasta el momento o continuar acumulando más, una serie de escenas «electorales» que, si bien se pretenden tensas, ocupan una inusual cantidad de tiempo dentro de los siete episodios de la temporada. Ante esa elección, EL JUEGO DEL CALAMAR vuelve a preguntarse por el grado de egoísmo, solidaridad, temor y necesidad de los participantes. ¿Vale la pena continuar luchando por el premio tras ver que buena parte de la gente pierde la vida en el camino? La respuesta no es nada sencilla.
El esquema es similar –el policía sigue haciendo lo suyo por fuera aunque avanza lento y hay algunas subtramas marginales ligadas a los guardias y sus prohibidas actividades–, pero la sorpresa ya no es tal. La serie sigue funcionando por la propia lógica de su premisa, pero ciertas reiteraciones la vuelven un tanto previsible. Hay un personaje clave dentro de los participantes que le agregará un elemento de tensión mayor a lo que allí pasa, pero por fuera de eso los recursos son bastante similares a los de la temporada anterior.
Lo que ha cambiado, al menos en la Argentina, son los ecos que genera el planteo de «capitalismo salvaje» desenfrenado que propone la serie. Si antes uno podía ver estas competencias como una idea teórica un tanto obvia, no mucho más que un juego narrativo intrigante para entretener a los espectadores, vista desde el momento político que vive el país en 2024/2025 las resonancias son bastante distintas. Hoy, las distintas posiciones de los participantes, cómo responden a los desafíos que le plantean los «poderosos», con quienes eligen o no enfrentarse, reflejan más claramente cosas que uno ve a diario en el mundo real. Y ni hablar de las elecciones, que siempre son más reñidas de lo que uno podría imaginar. En ese sentido, EL JUEGO DEL CALAMAR se ha terminado por convertir en una serie bastante más realista y trágica de lo que antes era.