Series: reseña de «1992», de Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría (Netflix)

Series: reseña de «1992», de Alex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría (Netflix)

La viuda de un hombre que murió en una explosión en Madrid investiga, junto a un ex policía, quién o quiénes están detrás de ese supuesto atentado. Con Marian Alvarez, Fernando Valdivieso y Paz Vega. Estreno: 13 de diciembre en Netflix.

En su primera serie para Netflix, el realizador español Alex de la Iglesia aporta lo suyo al género de los asesinos seriales en 1992, un thriller que sigue los esfuerzos de la viuda de un hombre que falleció en circunstancias misteriosas por descubrir la razón de su muerte. Se trata de un policial más o menos clásico, no tanto un whodunit (de entrada se ve quién comete los asesinatos) sino uno que intenta descifrar los motivos y las razones de los crímenes entre diversas vueltas de tuerca y giros del guión. Es un policial que sigue reglas más o menos tradicionales del género a la que el realizador de EL DIA DE LA BESTIA le suma algunos toques más propios del terror o del fantástico.

Todo empieza con una explosión en unas tiendas del centro de Madrid. Un guardia de seguridad llamado Richi (Fernando Valdivieso) se despabila por el impacto, corre hacia adentro del edificio, rescata a Amparo (Marian Alvarez) y le salva su vida. Lo que no logra evitar es la muerte de su marido, quemado por el fuego en el edificio contiguo al que estaba un importante empresario, fallecido también en el acto y quien ocupa las primeras planas de los medios que cubren ese impactante evento.

A partir de ahí, Richi y Amparo se unirán, no sin tropiezos, para investigar qué pudo haber pasado allí, encontrando un llamativo rechazo de las autoridades civiles y policial por avanzar con la pesquisa. Ella asegura que no fue una explosión casual sino que se trató de un atentado ya que el supuesto asesino dejó un mensaje en el cuerpo del empresario que solo ella vio: un muñequito llamado Curro, que fue la figura emblemática de la Expo ’92 de Sevilla. ¿Quién querría matarlo y cuáles eran sus razones? ¿Cómo se conecta esa muerte con la exposición en cuestión?

De la Iglesia y su habitual coguionista, Jorge Guerricaechevarría –ambos creadores de la serie– van desarmando a partir de ahí un oscuro entramado político y empresarial mientras otras explosiones ocurren, otras personas «importantes» mueren y un misterioso hombre vestido con ropajes que parecen inspirados en EL JUEGO DEL CALAMAR y con el rostro prácticamente cubierto circula por los lugares de los atentado y luce como el más obvio responsable. El peso de la investigación recaerá en la intensa Amparo y el alcohólico Richi, quienes parecen tener todo en contra en su intento por resolver el asunto.

Si bien la serie, a lo largo de sus episodios, parece dejar más o menos en claro buena parte de sus intrigas (en el tercer episodio hay un largo relato/flashback que explica muchas de las cosas que sucedieron en el pasado desde el punto de vista de uno de los involucrados), 1992 va recalculando su trama con la marcha de la investigación, ya que a la búsqueda del criminal hay que sumarle la prevención de nuevos atentados y, por supuesto, el inevitable momento en el que el supuesto responsable vendrá por los protagonistas.

La serie no se sale de las normas habituales de los thrillers serializados, salvo por esa marca registrada propia del director que consiste, en este caso, en rodear al supuesto villano de un universo, un modus operandi y una iconografía más cercanos a los del cine de terror, un juego que se acrecienta al utilizar la iconografía del simpático muñequito Curro como referencia para volverla tenebrosa. Algunas pesadillas de los protagonistas van también por el mismo lado y se suman a la hora de darle a 1992 ese tufillo a giallo italiano que la atraviesa desde el principio.

Hay algo de historia romántica en el medio, de saga de superación personal, una mirada crítica a las instituciones españolas (la corrupción del mundo empresarial, político y policial) y, más que cualquier otra cosa, un relato hasta cierto punto intrigante y con momentos de llamativa intensidad que se puede consumir bastante rápidamente. No estamos ante una serie memorable ni mucho menos sino ante un producto más o menos efectivo de la factoría Netflix a la que el realizador de MUERTOS DE RISA le otorgó unos toques personales.