Estrenos online: crítica de «No te mueras: el hombre que quiere vivir para siempre» («Don’t Die»), de Chris Smith (Netflix)
Este documental se centra en un multimillonario que, tras vender su empresa, se dedica a tratar de evitar el envejecimiento con un programa bastante riesgoso y controversial. En Netflix.
La idea de un documental sobre un multimillonario que quiere detener su envejecimiento y que es capaz de hacer el más riguroso, absurdo, riesgoso y, sí, caro tratamiento suena interesante si uno toma cierta distancia con el personaje, observa sus hábitos y costumbres para permitirse sacar conclusiones independientes, críticas. No es el caso de NO TE MUERAS: EL HOMBRE QUE QUIERE VIVIR PARA SIEMPRE, documental que sigue los tratamientos, el entrenamiento y la vida de Bryan Johnson, un hombre controvertido y con mucho dinero que viene hace años obsesionado con ser cada día más joven y vencer, en cierto sentido, a la muerte. Si bien Chris Smith le da voz a todos aquellos que siguen de manera crítica los mediáticos y controvertidos procedimientos de Johnson, el documental parece en realidad un objeto promocional más de su emprendimiento personal.
No podría asegurarlo pero uno tiene la impresión de que Johnson no solo financió el documental y contrató a un cineasta de cierta reputación como el director Chris Smith (AMERICAN MOVIE) para dirigirlo sino que apostaría que hasta pagó por su espacio en Netflix. Es la única manera en la que se entiende la existencia de un film así, que bordea lo éticamente peligroso y que, dentro de un tiempo, podría usarse casi como «prueba» de los inicios de algo que tiene mucha pinta de encaminarse a ser una secta pseudo-religiosa. Secta que seguramente crecerá tras ver un film que, más allá de algunos comentarios que ponen en duda ciertos procedimientos, por lo general muestra su cruzada contra el envejecimiento como una tarea noble, altruista y segura.
Y, sinceramente, no parece serlo. Si Blueprint, como se llama el concepto o «producto» que vende Johnson (la película nunca lo dice del todo abiertamente pero esto es más que nada un negocio), fuera solo un club de gente que se junta a hacer gimnasia, comer sano, correr y planifica dormir bien y cuidar su salud, sería un plan con cierta utilidad. Y si la gente quiere pagarlo, es un tema de cada uno. Pero Johnson, un maníaco obsesivo del físico con un narcisismo galopante que coquetea con el mesianismo, no ofrece eso. Su proceso personal que luego fue transformando en uno que, asegura, es masivo, incluye venta de suplementos, inyecciones, procedimientos de todo tipo (intercambio de plasma es uno de ellos) y una serie de intervenciones genéticas que ni siquiera están aprobadas legalmente.
Si DON’T DIE fuese solo un documental acerca de la delirante obsesión por la «salud» de Johnson sería un asunto personal y listo. La película por un rato coquetea con ser eso, con hacer un retrato de un personaje bastante peculiar y bizarro, preocupado por verse cada vez más joven y musculoso, un tipo que fue mormón, dejó la religión, tuvo problemas con buena parte de su familia, juicios con ex mujeres y decenas de otros asuntos extraños hasta que «renació» gracias a esta obsesión. Si la película solo se quedara allí –Johnson admite que ha dejado su vida librada a un algoritmo porque, asegura, su mente es traicionera y desea cosas que no debe–, uno podría reírse con sus peculiaridades y hasta tomarle cierto cariño a sus necesidades personales, entre las que se cuenta la posibilidad de recuperar la relación con su hijo adolescente que ha venido a vivir con él tras dejar también a su familia mormona, pero que está a punto de irse a la universidad.
Pero la película apuesta a más, si se quiere a promover un sistema, una suerte de empresa personal ligada a la salud física. Johnson se llenó de dinero tras vender su empresa (el popular servicio de pago online Venmo) y trata de generar algunos nuevos recursos con este programa. Pero el dinero, al menos según el documental, no parece ser un tema central para él. Lo es mantenerse joven, sea durmiendo bien, comiendo sano o haciendo ejercicios o bien tomando centenares (no es metafórica la cifra sino literal) de pastillas por día, sometiéndose a todo tipo de inyecciones, injertos y programas extravagantes de modificación genética para evitar el envejecimiento. Considerando el nivel de absurdo fanatismo que generan en ciertos grupos humanos este tipo de personajes, uno tiende a ver al documental como algo potencialmente peligroso, como una promoción de un producto legalmente dudoso.
Si bien algunas críticas que el personaje, sus asesores y el propio documental le hacen a un sistema de salud que funciona más tratando de resolver los problemas cuando los síntomas se presentan en lugar de operar desde la prevención, son ciertas y atendibles, la verdad es que la rutina de Johnson parece cualquier cosa menos sana y preventiva. O, dicho de otro modo, lo que en algún momento pudo haber sido una serie de sanas costumbres iniciadas por un tipo que había atravesado algunos problemas personales, laborales y familiares hoy ya ha pasado a ser otra cosa. Un negocio, un culto a la personalidad, una potencial secta y hasta un accidente esperando su turno de llegar a los canales de noticias.