Series: crítica de «El agente nocturno – Temporada 2» («The Night Agent»), de Shawn Ryan (Netflix)

Series: crítica de «El agente nocturno – Temporada 2» («The Night Agent»), de Shawn Ryan (Netflix)

En su segunda temporada, la serie sobre espionaje tiene a nuestro protagonista lidiando con una aparente conspiración internacional de alcances insospechados. Con Gabriel Basso, Luciane Buchaban y Amanda Warren. Desde el 23 de enero en Netflix.

Una de las series originales más exitosas de Netflix de toda su historia (está séptima en el ranking de la plataforma), EL AGENTE NOCTURNO tiene su inevitable segunda temporada, una que continúa la lógica y el estilo de la primera al seguir las nuevas y complicadas aventuras de Peter Sutherland (Gabriel Basso), el agente del programa secreto de espionaje llamado Night Agent. En este caso, se trata de otro thriller de alcance internacional, con una enredada serie de amenazas que el joven agente debe desentrañar mientras lidia con asuntos personales y las inevitables sospechas de que alguien «de adentro» esté traicionándolos.

Tras el intenso cierre de la primera temporada (mínimos SPOILERS a continuación), Peter recibió su primera comisión como «agente nocturno» en el campo y se fue a Tailandia a lidiar con un asunto del que poco sabremos. Allí estará a las órdenes de Alice (Brittany Snow, la actriz de PITCH PERFECT), con quien se hacen pasar por pareja. Pero la violenta escena de acción que transcurre allí solo sirve como disparadora de la trama. Es que todo sale mal, Peter supone que hubo una traición interna y desaparece del mapa. Ni sus «encargados» en el FBI –encabezados por Catherine (Amanda Warren)– ni su protegida/novia Rose Larkin (Luciane Buchanan) saben dónde está. Y cada uno de ellos, por separado, intentan encontrarlo.

Al hacerlo irán, cada uno con sus habilidades, empezando a desentrañar un misterio apto para una larga novela (la serie se basa en la escrita por Matthew Quirk), que incluye un misterioso «broker» que negocia con secretos de estado (Louis Herthum), un grupo de aparentes mercenarios que persiguen a Peter por todos lados (encabezados por Berto Colon), una intensa campaña política para la presidencia que tiene algunos puntos en común con la lógica partidaria de la real (hay un candidato muy similar a Donald Trump), un agresivo dictador del Este de Europa y sus perturbados descendientes, y un largo derrotero de espionaje ligado a la Embajada de Irán en los Estados Unidos, subtrama que ocupará buena parte del relato. Y si bien la mayor parte de las acciones transcurrirán en suelo norteamericano, la serie tendrá algunas pocas escenas de acción y suspenso en otros países.

Lo central, además de saber qué planean todas esas personas (cada uno con intereses comunes y a la vez cruzados), tendrá que ver con una cuestión de fidelidades a causas o personas. Para la gran mayoría de los involucrados –tanto Peter como Rose, pero también Noor (Arienne Mandi), la empleada de la misión iraní de la ONU que colabora con ellos, y otros que aparecerán luego–, uno de los principales problemas pasa por saber quienes traicionan, por qué lo hacen y, llegado el caso, si ellos mismos serían capaces de hacerlo cuando las circunstancias los pongan entre la espada y la pared. Usualmente, el conflicto aparece cuando a algunos personajes se les plantea la opción entre proteger a familiares y seres queridos o a una institución, causa o país. Y la serie deja ver que, ante esa disyuntiva, no todos optan por lo mismo.

Competente desde lo formal, con giros sobre giros narrativos que están siempre al borde de romper del todo la credibilidad, pero con un ritmo que obliga a seguir todo con suma atención, THE NIGHT AGENT funciona bastante bien pese a una extensión excesiva (son 10 episodios de más de 50 minutos cada uno) y a una serie de casualidades que el espectador termina aceptando por la convicción con la que se ponen en escena. Gracias a un grupo de sólidos directores (que incluye a la reconocida Ana Lily Amirpour), a un elenco comprometido aún siendo desparejo y a una muy sólida construcción narrativa que lleva a que la serie no decaiga, como le pasa a muchas, en los episodios «del medio», la segunda temporada de este éxito de Netflix tiene todo para continuar atrayendo espectadores. De hecho, la tercera temporada ya está encaminada.

Quizás su principal virtud –como sucedía también en la primera temporada– tenga que ver con su capacidad de sacar, una y otra vez, «ases de la manga» narrativos que modifican todo el tiempo la trama e invitan a continuar hasta el final. Uno puede pensar en abandonarla antes de llegar a la mitad –confieso que me pasó–, pero Ryan y equipo lograr volverte a meter en la enredada trama una y otra vez, justo antes de «tirar la toalla». Quizás no sea el elogio más grande que se le puede hacer a una serie, pero en esta época de baja capacidad de atención, es bastante.