
Berlinale 2025: crítica de «Fwends», de Sophie Somerville (Forum)
Dos viejas amigas se encuentran en Melbourne, Australia, y pasan un día recorriendo la ciudad, charlando de sus vidas y sus problemas. En la sección Forum.
Una suerte de ANTES DEL AMANECER pero de amigas y en Melbourne, FWENDS se centra fundamentalmente en un día en el que dos amigas de veintipico pasan en esa bella ciudad australiana en la que una va a visitar a la otra y, durante gran parte del tiempo, recorren sus calles y parques. Mediante este esquema, la película de Somerville va permitiendo acercarse a las distintas angustias de una generación que se siente, de distintas maneras, imposibilitada de pensar seriamente en un futuro que ven bastante negro.
La película avanza, más que nada, como una amable comedia, una road movie a pie en la que –salvo por un intervalo hogareño–, las chicas van y vienen por la ciudad. Jessie (Melissa Gan) vive en Melbourne y recibe allí para pasar un fin de semana a Em (Emmanuelle Mattana), una amiga que vive en Sydney y con la que se ve poco. Jessie, de ascendencia asiática, es espontánea y un tanto caótica, mientras que a Em se la ve un tanto más seria, cauta y organizada. Al venir sin maletas ni nada parecido –las ciudades están a unas once horas de distancia de tren y menos de dos de vuelo–, las dos arrancan a caminar por la ciudad, más preocupadas en ponerse al día que en hacer turismo. La cámara, de hecho, las sigue a distancia, mezclada con la actividad constante que parece haber en la ciudad.

Y así seguirán, perdiéndose, topándose con una súbita lluvia, parando a tomar un café y luego deteniéndose un rato en la casa de Jessie para volver otra vez a salir por la noche, experiencia que se volverá un tanto más épica de lo esperado. Pero de todos modos, salvo por algunas mínimas circunstancias, FWENDS no pasa necesariamente por los eventos que viven sino por las cosas que se cuentan, las tensiones que surgen y las perspectivas a futuro de ambas, que son distintas por su actualidad pero, más que nada, por su personalidad.
Em es abogada y trabaja en una firma reconocida. Tiene un buen sueldo y vive bien, pero no todo es color de rosas para ella. Aún con esos ingresos no puede comprar una casa y acaba de atravesar una situación de acoso sexual con la que no sabe bien cómo lidiar. Jessie, que de entrada no cuenta demasiado de su vida (está más preocupada en no perderse en la ciudad o quizás Em no la deja mucho hablar), pronto le revelará que se ha separado hace poco de su pareja y que no está pasando por su mejor momento personal. Promediando el relato empezarán a surgir tensiones y desencuentros entre ambas, algunos ligados a cuestiones circunstanciales (Jessie es bastante caótica) y otros, más profundos, que tienen que ver con su relación y con su visión del mundo.
En sus conversaciones lo que más surge, además del tema del acoso sexual y otros problemas ligados a los hombres, es el miedo al futuro, al cambio climático, al sentido o no de «traer hijos a este mundo», a la dependencia del trabajo, de las parejas, la tecnología, la necesidad de contar con amigos con quienes hablar ciertas cosas y hasta una discusión sobre la importancia de la ciencia. Así, entre karaokes caseros y una salida nocturna complicada, FWENDS va planteando con honestidad y cercanía las tensiones de esa generación.

Durante su primera mitad la película avanza sin fallas –creíble, realista, humana y simpática–, pero en la segunda, al elegir algunos recursos supuestamente más poéticos para presentar sus desventuras (juegos con las imágenes, citas visuales de películas), pierde un poco su potencia y se enreda en sí misma, cometiendo algunos errores típicos de operaprimista. Pero pronto vuelve a acomodarse a su propia lógica y a dejar en claro que, por más diferencias que haya entre culturas y naciones, algunos problemas generacionales son universales. Y que, en todos los casos, para enfrentar un futuro que se presenta oscuro, lo mejor es tener gente cerca con la que atraversarlo.