
Berlinale 2025: crítica de «How to Be Normal and the Oddness of the Other World», de Florian Pochlatko (Perspectives)
Una chica con problemas psiquiátricos sale de una clínica de rehabilitación y trata, con dificultad, de reinsertarse en el mundo social, familiar y laboral. En la Competencia Perspectives de la Berlinale.
Tratar las neurodiversidades de un modo cinematográfico es un desafío complicado de resolver. Y más si se trata de una opera prima. El realizador austríaco Florian Pochlatko logra salir bastante airoso de la dificultosa serie de problemas en la que elige meterse, ya que HOW TO BE NORMAL… no intenta mostrar desde afuera la adaptación al mundo «normal» de una persona mentalmente inestable sino retratar esa experiencia desde el punto de vista de aquel que sufre esos problemas, intentando narrarlo desde en la mente de alguien que experimenta el mundo desde un lugar un tanto más personal que la mayoría. O eso, al menos, es lo que uno supone.
Cuando empieza el film Pia es una chica de 26 años que está saliendo de una clínica psiquiátrica en la que estuvo internada por un desorden mental que no se clarifica del todo pero que parece estar en la órbita de los intensos trastornos bipolares o quizás algo más severo aún que eso. Su regreso a la vida familiar no es sencillo. Siente a sus padres –ambos con problemas laborales– un tanto raros e intensos, su ex novio no le contesta los mensajes y la chica no hace otra cosa que tomar decenas de pastillas para distintos asuntos. De entrada queda claro que lo que estamos viendo tiene más que ver con su punto de vista que con otra cosa. Y pronto esas diferencias empiezan a hacerse ostensibles.
Su padre le consigue un trabajo en la empresa de la que es uno de los jefes y ya allí nos queda claro que en la chica conviven datos de la realidad y posibles alucinaciones. Cree que la persiguen, que hay hombres vestidos cual villanos de MATRIX siguiéndola, que el mismísimo Ed Sheeran (o alguien muy parecido) le presta atención en una fiesta y que su ex novio, pese a estar con otra chica, le dice que la sigue queriendo. Pero mientras uno duda acerca de qué realmente sucede y qué no –es una pregunta que conviene abandonar pronto–, Pia comienza a desencajarse y sus esfuerzos por reintegrarse a esa normalidad prueban ser inútiles. La pregunta, sin embargo, termina siendo otra: ¿tiene algún sentido integrarse a esa normalidad? ¿O es una mejor forma de vida la que existe en su cabeza?

El riesgo de la película pasa por su costado formal: ¿cómo retratar esos mundos que se cruzan entre sí, en los que la realidad y la fantasía coexisten, sin perder de vista lo central de la temática? Pochatklo trabaja escenas en plan «cine dentro del cine» (con los actores interpretando roles típicos de un policial), modifica varias veces el formato de la imagen para sugerir distintas realidades contradictorias y va dando a entender que la relación entre el tiempo real y el tiempo tal cual lo experimenta Pia son cosas muy distintas. Lo que logra a la vez es meternos en la mente cada vez más fracturada de la protagonista y por momentos hacernos perder el hilo de lo que está sucediendo.
Ese es el objetivo, claro, y se puede decir que Pochatklo lo logra. La experiencia de seguirla a Pia todo el tiempo puede ser agobiante y bastante tortuosa –uno ve que el personaje entra en una espiral aterradora y la película la acompaña formalmente en ese viaje–, pero aún con sus excesos y regodeos experimentales, HOW TO BE NORMAL… trata de comprender sin juzgar, de mirar el mundo desde una perspectiva «no convencional» y de respetar la imaginación y hasta los delirios de las personas que sufren este tipo de divergencias psiquiátricas.
Hay momentos en los que la metáfora central del film se puede volver un tanto obvia y, en plan Terry Gilliam, terminar considerando que hay algo que conecta la locura con la libertad. Pero acá no se trata de impartir sentencias o verdades previamente masticadas. Se trata, más que cualquier otra cosa, de compartir la experiencia de ver el mundo real como un verdadero delirio. Quizás, considerando las noticias de todos los días, sí sea la forma más honesta de hacerlo.
¿Podría tener algo en común con El padre, de F. Zeller? Allí también se veía cómo el personaje de Anthony Hopkins percibía «fragmentadamente» – como decís en tu comentario- la realidad.