
Estrenos: crítica de «Acaba con ellos» («Bring Them Down»), de Christopher Andrews
Dos familias de granjeros irlandeses se enfrentan violentamente entre sí en este drama protagonizado por Christopher Abbott, Barry Keoghan y Colm Meaney. Estreno en Argentina: 6 de febrero.
Un oscuro drama con ribetes trágicos, una historia de odios cruzados entre personas y familias exacerbados por la incomprensión y la violencia intergeneracional, ACABA CON ELLOS es, más que cualquier otra cosa, una película profundamente irlandesa. No solo por las locaciones o el idioma gaélico que algunos por momentos hablan sino por la manera en la que los personajes prefieren callar y acumular furia sin poder comunicarse o decirse ciertas cosas, o por la forma en que las amistades se vuelven enemistades de la noche a la mañana. Lo único que no hay aquí –al menos, no se lo muestra– son las pintas de cerveza que suelen acumularse en lugares así.
Todo empieza en el pasado, como suele suceder en estos casos. Michael (Christopher Abbott, de la reciente HOMBRE LOBO) maneja un auto en el que viaja con su madre y con su novia, Caroline (Nora-Jane Noone). Cuando su madre le dice que dejará a su padre, Michael tiene un ataque de furia, acelera al máximo y choca su auto. En el accidente muere su madre y Caroline queda con heridas en la cara y en el cuerpo. Tiempo después –no se especifica cuánto pero, a juzgar por las edades, deben ser más de 20 años–, Michael vive con su padre, Ray (el veterano actor irlandés Colm Meaney), que está en silla de ruedas y con el que maneja una granja bovina.

Por su parte, Caroline ya no está con Michael sino que se casó con Gary (Paul Ready), un vecino del pueblo con quien tiene un hijo, Jack (interpretado por el ya inconfundible Barry Keoghan). La familia también se dedica a la cría bovina y, más allá de un aparente trato amable entre todos, hay claras tensiones subyacentes. Y esas tensiones se desatan cuando dos de los carneros de Michael aparecen muertos en la granja de Gary y el hombre saca sus conclusiones. De ahí en adelante, paso a paso, la guerra entre los vecinos irá escalando. Y las consecuencias, amigos, no serán nada amables.
Andrews cuenta esta historia, al principio, de un modo denso y un tanto confuso, más que nada por la decisión de tener a Keoghan en un personaje que debería ser mucho menor en edad a la del actor. Es que Jack es hijo de Caroline, pero lejos está de parecer una generación menor que ella, Gary o Michael. Cuando uno se acomoda a la trama familiar, la historia va ganando en potencia, en tanto Michael va descubriendo más y más situaciones de conflicto y parece estar dispuesto a vengarse. El pasado, en ese sentido, importa, ya que hay una historia de violencia personal, familiar y generacional que los involucra.
La película realmente crece y se vuelve más interesante cuando el guión propone una situación a lo RASHOMON, o bien a esas películas que vuelven a contar una misma historia desde otro punto de vista. Así, llegado un momento –que tampoco se aclara bien–, BRING THEM DOWN regresa en el tiempo para contar todo desde la perspectiva de Jack. Y ahí vemos que, mirado desde ese lugar, las cosas son distintas, las decisiones parten de otro lado y las culpas, las tensiones y las causas y consecuencias se manejan a partir de otros presupuestos. O tienen orígenes más complicados. Nada de esto es explícito en la película, cuyo mayor pecado es oscurecer en demasía la lógica que la sostiene.

Con muy buenas actuaciones de su quinteto de protagonistas, una notable composición de lugar –uno se siente en el frío y el barro de esa zona rural–, y con momentos de tensión que mezclan violencia, incomodidad y torpeza, ACABA CON ELLOS pone en perspectiva cómo muchos conflictos y grietas territoriales, étnicas o familiares se acrecientan por la falta de diálogo, por una manera de resolver todo mediante la violencia, por la convicción de que uno tiene razón y el otro está siempre equivocado y, sobre todo, por la incapacidad de ponerse, al menos por un rato, en el lugar y desde la perspectiva del supuesto rival. Michael puede tener sus razones para actuar como actúa. Gary y Jack tienen las suyas. Y, si nadie hace nada para frenarlos, ese choque ciego y sordo solo puede terminar mal. Muy mal.