BAFICI 2025: crítica de «Ariel», de Lois Patiño

BAFICI 2025: crítica de «Ariel», de Lois Patiño

por - cine, Críticas, Festivales
31 Mar, 2025 03:37 | Sin comentarios

Una actriz viaja a una isla portuguesa a interpretar «La tempestad» de Shakespeare pero una vez allí se topa con una extraña sorpresa. Con Agustina Muñoz e Irene Escolar.

“Nuestras fiestas han acabado ya.
Estos, nuestros actores,
como te predije, eran todos espíritus
y se han desvanecido en el aire, en el aire tenue;
y, como la frágil estructura de esta visión,
las torres coronadas de nubes, los suntuosos palacios,
los templos solemnes, el mismo gran globo
y cuanto encierra, se disolverán,
y, como esta pompa insustancial que se ha desvanecido,
no dejarán rastro. Estamos hechos de la misma materia
que los sueños, y nuestra pequeña vida
termina con un sueño.”

«La tempestad», de William Shakespeare

Una aproximación lateral, lúdica y dramática, al mundo de William Shakespeare, ARIEL es una combinación de estilos y estéticas que continúa lo realizado por Lois Patiño en SYCORAX, corto que codirigió con Matías Piñeiro. Este film, una particular adaptación de LA TEMPESTAD, fue un proyecto iniciado por ambos directores que finalmente realizó solo el cineasta gallego, pero con evidentes influencias de su colega argentino, tanto en la manera de acercarse a la obra del autor como por la participación de Agustina Muñoz haciendo de sí misma. O de una versión de ella.

A diferencia de las llamadas shakespeareadas del realizador de VIOLA y LA PRINCESA DE FRANCIA, el acercamiento de Patiño es más directo desde el texto aunque mucho más atmosférico desde lo visual, alterando la aproximación habitual a esas temáticas de su colega argentino. En escenarios de Galicia y, fundamentalmente, las islas Azores, el director de LUNA ROJA aprovecha para crear un mundo más cercano al imaginado por Shakespeare para su última obra. Pero una vez allí destroza las convenciones clásicas de una adaptación para jugar a algo que bien podría definirse como una comedia existencial, casi más cercana a la obra de Pirandello que a la del bardo inglés.

Muñoz llega a Galicia para unirse a un grupo de teatro local y hacer con ellos una versión de LA TEMPESTAD. Tras visitar a parientes y ver cómo este grupo hace versiones pop y jocosas de la obra de Shakespeare, Muñoz se traslada a la isla Faial, en las Azores portuguesas, donde espera reencontrarse con el grupo y montar la obra allí. Pero, un poco como sucede en CUANDO LAS NUBES ESCONDEN LAS SOMBRAS, de José Luis Torres Leiva –que trata también sobre una actriz varada en un paraje alejado esperando a su equipo de trabajo–, Muñoz se queda sola y a la espera. Ya con su llegada al lugar se nota que se trata de un espacio extraño, sugerente, en el que la gente se comporta de un modo un tanto raro.

Pronto la película mostrará sus cartas, cartas que en otro contexto podría haber dado para una comedia hecha y derecha, o un sketch parodiando ciertas pretensiones del cine de autor. Acá hay más de una situación humorística, pero Piñeiro prefiere apostar más al misterio y, si se quiere, a la poesía. Uno no tarde en darse cuenta que todos los habitantes del lugar hablan entre sí usando frases de distintas obras de Shakespeare, como si toda la isla fuera un gran escenario en el que solo existe esa forma de comunicación. De a poco se irá desvelando el misterio que engloba al lugar, misterio que sorprende y fastidia aún a «Muñoz», actriz más que acostumbrada a manejar ese tipo de textos y tonalidades.

Piñeiro presenta a su escenario como una suerte de «Truman Show» shakespereano, un lugar que existe como un reservorio de sus obras y en el que las personas no solo se expresan con sus textos sino que son, o creen ser, sus personajes. Ese juego a lo «parque de diversiones» para fans del autor de HAMLET y ROMEO Y JULIETA da para algunas situaciones cómicas –Agustina no consigue que nadie le responda directamente una pregunta, sin ir más lejos–, pero Patiño lo utiliza más que nada como punto de partida para una reflexión acerca del poder del arte, de los sueños y la finitud de la vida.

Junto a Irene Escolar (una de las pocas actrices profesionales de un cast en su mayoría amateur), Muñoz va encontrando intersticios para jugar con algunas de las temáticas específicas de LA TEMPESTAD –Ariel es un personaje clave de esa obra, un espíritu–, mientras Patiño acompaña los encuentros, desencuentros y comentarios de ambas con imágenes de la isla, la playa y el mar que se van enrareciendo y volviendo cada vez más subyugantes con el paso de los minutos, construyendo un escenario que en un determinado momento ya parece totalmente separado de la realidad.

Con un fuerte costado «meta», ARIEL se permite reflexionar acerca del status del arte y de la ficción en la vida de las personas. Y, como Próspero en la obra, casi hablándole a los espectadores, se preguntará por su suerte. «No sé donde estamos –dirá Muñoz/Ariel–. No se si estoy viva o estoy muerta, si estoy adentro de un sueño, de una obra de teatro o de una película. No sé si esto lo escribió Shakespeare, Matías Piñeiro o Lois Patiño. Lo que sé es que, cuando el sol desaparezca y el día termine, el libro se va a cerrar, la pantalla se va a apagar y nosotras vamos a desaparecer.» Y concluirá: «Y si vuelve a amanecer, si alguien vuelve a abrir el libro o a poner la película, todo va a comenzar igual otra vez». Y ese es, amigos, el misterio de la ficción. La materia misma de los sueños.