Estrenos online: crítica de «Estado eléctrico» («The Electric State»), de Anthony y Joe Russo (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Estado eléctrico» («The Electric State»), de Anthony y Joe Russo (Netflix)

En un pasado retrofuturista, una adolescente huérfana recorre los Estados Unidos con un vagabundo excéntrico en busca de su hermano menor. Con Millie Bobby Brown, Chris Pratt, Stanley Tucci, Woody Harrelson y Giancarlo Esposito. Estreno de Netflix: 14 de marzo.

Imaginemos que uno le ingresa a un programa de Inteligencia Artificial todas las películas de ciencia ficción exitosas de la historia del cine y le pide que a partir de eso escriba un guión, lo filme y nos muestre el resultado. Probablemente uno se toparía con algo relativamente parecido a THE ELECTRIC STATE, el film de los hermanos Russo que mete en una licuadora virtual todo el imaginario sci-fi y saca como producto final un empaste de tramas e imágenes que lucen muy bien pero raramente tienen vida propia. Si el film en sí discute la relación entre los humanos y la tecnología, al ver el resultado uno se convence que la que gana es la tecnología. Por más que la trama intente probar lo contrario.

Basada en la novela gráfica homónima escrita por Simon Stålenhag, la nueva película para Netflix de los hermanos Russo –conocidos directores de muchos de los más exitosos films de Marvel– empieza remedando al cine de los ’80 de Steven Spielberg y su productora Amblin para luego moverse a un universo más cercano al de STAR WARS y de ahí pasar a citar desde ROBOCOP a BLADE RUNNER pasando por GUARDIANES DE LA GALAXIA, entre muchas otras. Luego agregará más citas y referencias que incluyen videojuegos y clásicos de literatura, pero pocas veces hará algo propio con eso. Dejará todo ahí, en una exposición con ritmo pero sin demasiada alma.

Todo empieza en unos años 90 alternativos, diferentes a como fueron en realidad. Tras una escena en la que se nos muestra a Michelle (Millie Bobby Brown) y a su hermano menor Christopher (Woody Norman), una especie de noticiero nos cuenta a modo de resumen que, desde los años ’50, existen robots que trabajan a las órdenes de los humanos en casi todas las áreas y tareas. Pero que un día decidieron rebelarse y hacer marchas, huelgas y tensar la cuerda con los humanos. Cuando la situación se puso violenta, empezó una guerra que los robots parecían tener ganada. Pero su suerte acabó cuando un multimillonario empresario llamado Ethan Skate (Stanley Tucci) creó los Neurocasters, una suerte de cascos de realidad virtual que permitieron a los humanos ganar finalmente la guerra usando drones mecánicos y peleando a distancia.

En plena guerra murió toda la familia de Michelle y ella quedó en manos de un padre postizo (Jason Alexander) que se pasa, como gran parte de la gente, con la cabeza metida todo el día en uno de estos Neurocasters y la ignora o maltrata. Todo esto sirve para poner en contexto la aventura que vivirá Michelle cuando un robot con el rostro de Kid Cosmo –el personaje animado favorito de Christopher– se presente en su casa y logre explicarle que su hermano está vivo y que debe hallar la forma de encontrarlo. Junto a este personaje que habla solo con frases de su show de TV, Michelle irá a la aventura, que consiste en ir a la zona en la que están apresados los robots (una suerte de Guantánamo en medio de los Estados Unidos) y a partir de allí encontrar las pistas que le permitan ir a rescatar al chico.

En ese viaje conocerá a un traficante llamado Keats que luce como una estrella de rock de los ’70 y al que Chris Pratt interpreta con el mismo tono de graciosillo de siempre. Luego de una serie de confusiones, Keats y su propio robot, Herman (con la voz de Anthony Mackie) ayudarán a Michelle y Cosmo ir atando cabos para llegar, quizás, a ver dónde está y qué pasó con Christopher. En el medio tendrán que lidiar con drones enemigos (el líder lo encarna Giancarlo Esposito), con la vigilancia del millonario en cuestión (que tiene un cierto parecido con Steve Jobs) y con varios peculiares robots que encuentran en su camino y que tienen las voces en el original de Woody Harrelson, Brian Cox, Colman Domingo, Hank Azaria y Jenny Slate.

Todo esto se arma como una ensalada mixta de temas, giros narrativos y personajes de decenas de otros films no solo de ciencia ficción sino también del western, de la road movie y hasta del policial negro. No hay demasiadas escenas de acción en los primeros dos actos de ESTADO ELECTRICO ya que los Russo reservan los grandes enfrentamientos para la última parte de la película, en la que durante gran parte del tiempo veremos una cacofónica pelea entre robots y drones con muy pocos humanos directamente implicados en el asunto.

En el interín, la película intentará pensar, en términos bastante básicos, la complicada relación de los humanos con la tecnología, pero no desde un lugar de rechazo sino desde uno de relación comprensiva y respetuosa. Es que, finalmente, los mejores amigos que tendrá Michelle en su aventura serán los robots, considerados por los humanos algo así como ciudadanos de segunda clase, casi una metáfora de los inmigrantes. Pero estos asuntos quedan muy en segundo plano en un relato que se arma como etapas de un videojuego y con un grupo de actores que no logran conectar del todo –pese a que en el caso de Pratt no les falta experiencia– con sus partenaires digitales.

Si bien la película luce bien y su diseño de producción se hace notar, llama la atención que su presupuesto haya sido, como aseguran, superior a los 300 millones de dólares, ya que se han visto cosas mucho más espectaculares hechas con un tercio de ese dinero. Pero el gasto no es el problema de THE ELECTRIC STATE. Su debilidad pasa por su falta de alma, de personalidad, de carisma. Parece una película armada para que rinda bien con los distintos algoritmos que maneja Netflix y que logre ofrecerle a diferentes segmentos del público algún tipo de atractivo. Pero en su afán de ser un poco para todos, termina siendo para nadie.