
Estrenos online: crítica de «Holland», de Mimi Cave (Amazon Prime Video)
Una mujer sospecha que su marido la engaña y empieza a investigarlo con la ayuda de un colega en esta comedia negra protagonizada por Nicole Kidman, Gael García Bernal y Matthew Macfadyen. Estreno de Amazon Prime Video.
Hace ya muchos años existe en los Estados Unidos algo que se da por llamar la «lista negra» que nada tiene que ver con prohibiciones. Se trata de un listado de guiones para cine que, según muchos ejecutivos y escritores de Hollywood, están entre los mejores que se han escrito pero que aún no se han filmado en el momento de aparecer allí. De ahí se «rescatan» muchos guiones para ser llevados al cine –la lista de títulos que ya fueron filmados la pueden encontrar aquí— con mayor o menor suerte. HOLLAND, escrito por Andrew Sodroski, es uno de ellos. Fue publicado en 2013 y logró filmarse recién ahora, con un elenco encabezado nada menos que por Nicole Kidman, Gael García Bernal y Matthew Macfadyen.
Quizás llame la atención que un título así salga directamente en una plataforma, sin demasiada promoción. Viendo la película, uno lo entiende un poco más. Es que pese a estar en esa lista célebre y a su elenco, HOLLAND es una película fallida, una comedia negra no particularmente original acerca de una mujer tradicional, casada y con un hijo, a la que un mínimo detalle problemático en su vida destroza todo su prolijamente creado universo de sentido. Ese universo empieza por el pueblo en sí. Holland, Michigan (Nota: el pueblo existe en la realidad), se presenta como una «ciudad conceptual», un enclave de los Países Bajos en medio de los Estados Unidos, como esos pueblos donde viven mayormente inmigrantes de una zona específica y conservan sus peculiares tradiciones. Y la década es, o parece ser, la de los años ’90. O principios de los 2000.

Pero el concepto en sí se utilizará más en modo metafórico –Holland como una idea de una vida perfecta, sin zonas oscuras– que desde algo específico. Allí vive Nancy Vandergroot, interpretada por Kidman, una actriz que ya ha hecho más de una vez personajes «falsamente perfectos» de este tipo: una mujer que vive en la hueca ilusión de mantener una vida ideal, bien de los años ’50, con su marido oculista, Fred (Macfadyen), y su pequeño hijo Harry. Un día Nancy descubre que le falta un aro. Tras presionar a una adolescente (Rachel Sennott, en un cameo o con un rol que se esfumó en el corte final), a su hijo y a su marido, no logra descifrar qué pasó con él. Y eso la obsesiona.
Tirando de ese hilo empezará a notar que las ausencias de su marido para irse a congresos de su especialidad son muchas, acaso excesivas. Y terminará uniéndose a David (García Bernal), un maestro de la escuela en la que ella trabaja, en una suerte de investigación del caso. Previsiblemente, la conexión entre ambos en plan detectivesco dará inicio a una relación entre los dos. Y, quizás no tan previsiblemente, se irán dando cuenta que el personaje investigado no da pistas de estar haciendo algo fuera de lo común. Al contrario, tarde o temprano da más la impresión que son Nancy y David los que están metiéndose en un lío.

Es claro que nada, o casi nada, es lo que parece en una película que se presenta como una comedia dramática entre retro (el uso del color remeda a la década del ’50) y un tanto perversa, ya que no tarda en quedar claro que esa en apariencia perfecta ciudad holandesa en medio de Michigan oculta secretos varios y no solo entre los tres protagonistas. Típico retrato algo caricaturesco del lado oscuro del sueño americano, la película de la directora de FRESH tiene algún que otro giro sorprendente, pero por lo general se mantiene fiel a esa discreta pero bastante evidente ironía que maneja de entrada, cuando presenta con la en exceso amable voz de Kidman los beneficios y placeres de vivir en ese paradisíaco lugar.
Las metáforas son simples, casi obvias. Fred está obsesionado por un tren eléctrico y todo el mundo que lo rodea, una suerte de «ciudad» que puede armar y desarmar a su gusto, mientras que Nancy se da cuenta si falta una tira de bacon en su heladera. Ese control que ambos –que se llevan bien pero se los nota distantes– intentan tener del mundo que los rodea, tarde o temprano explotará por los aires. Y las consecuencias serán tremendas. HOLLAND no logra ir muy lejos con el concepto que plantea –David Lynch ya supo destrozar este universo hace 40 años– y uno se queda con la sensación que eso de la «lista negra» de guiones no es más que una operación de marketing que no garantiza absolutamente nada.