
Series: crítica de «Black Mirror: Temporada 7», de Charlie Brooker (Netflix)
La nueva temporada de la serie creada por Charlie Brooker se aleja cada vez más de la ciencia ficción para acercarse al realismo. Estreno: 10 de abril en Netflix.
Los años le hicieron bien a BLACK MIRROR desde dos lados distintos. En un sentido, los casi quince años que pasaron desde que salió a la luz la primera temporada dejaron en claro que muchas de las audaces y en eso momento casi absurdas apuestas tecnológicas hoy están muy cerca de ser reales, lo mismo que los comportamientos de los dueños y/o creadores de esos desarrollos. Y, por otro, la humanidad fue acercándose cada vez más a la imagen nihilista y casi cínica de la saga creada por Charlie Brooker. Lo que en un momento parecía exagerado y cruel de parte de la serie, hoy parece realista. Casi la obra de un visionario.
La serie, a la vez, se volvió más adulta, menos lineal y más compleja en sus contenidos, como si Brooker al ver cómo el mundo se parecía cada vez más a cualquiera de los episodios de la serie, empezara a volverse más humanista y menos cruel, más adulto y menos juvenil. A la inversa de lo que sucedía 10 o 15 años atrás, hoy de hecho BLACK MIRROR parece una serie más amable con los desarrollos tecnológicos –o con el modo que afectan a las personas– que lo que nos ofrece cotidianamente la vida real y los empresarios que las manejan, los políticos que las promueven o hasta buena parte del público que las consume.

Los seis episodios de la serie podrían dividirse entre los melancólicos y los apocalípticos, los tiernos y los ásperos, los intimistas y los más ambiciosos. Entre los primeros –los que se apoyan en el modelo más noble y si se quiere romántico de SAN JUNIPERO— se destaca especialmente el que abre la temporada, COMMON PEOPLE, la historia de una pareja que tiene que gastar lo que no tiene para poder pagar un artilugio tecnológico que la mujer tiene implantado en la cabeza y que le permite seguir viviendo tras un accidente cerebral. Protagonizada por Rashida Jones y Chris O’Dowd, es una historia de amor tierna, cómica y ácida a la vez, que pone su mirada crítica en los abusos de las empresas que proveen servicios tecnológicos y tienen de rehenes a sus «clientes».
El tercer episodio, HOTEL REVERIE, es una historia de amor cinéfila que parece inspirada en LA ROSA PURPURA DEL CAIRO y que transcurre en gran parte dentro de un desarrollo tecnológico de IA que permite rehacer películas clásicas mezclando actores con recreaciones de digitales, algo que (de una manera diferente a la que se ve aquí) no está muy lejos de poder hacerse. En esta historia protagonizada por Issa Rae y Emma Corrin, una actriz famosa se «introduce» dentro de una película clásica para filmar una suerte de remake y se enreda en una historia de amor que se complica cuando el sistema empieza a fallar.
El quinto episodio, EULOGY, es igualmente triste y romántico. Paul Giamatti recibe la noticia que una antigua ex pareja suya ha muerto y le envían un kit llamado «Elegía» para depositar en él sus recuerdos de esa persona. Es a través de esa tecnología –que tiene una voz y un avatar humano, y le permite además rememorar cosas que creía olvidadas–, que el hombre va recorriendo su pasado, sus recuerdos y contando, redescubriendo y revalorando esa historia de amor de juventud. Debe ser uno de los pocos episodios de la saga en el que el invento que se usa parece bastante útil y no tiene trucos sucios ni implicancias problemáticas por detrás.

Hay otros dos episodios un tanto más crueles y brutales, más propios de las primeras temporadas de la serie. BÊTE NOIRE, el segundo, enfrenta a una chica que trabaja inventando golosinas con una ex compañera de escuela que consigue trabajo en esa misma empresa pero que en realidad parece estar tramando vengarse de los abusos sufridos durante su adolescencia. Así como en otros episodios, los desarrollos tecnológicos que se ven parecen alcanzables en un mediano plazo, aquí la apuesta tecnológica es una de las que todavía entran en el definitivo terreno de la ciencia ficción.
El cuarto, PLAYTHING, protagonizado por Peter Capaldi, narra su historia a través de un interrogatorio en el que un hombre, que es detenido y acusado de haber matado a una persona, cuenta su vida desde que se hizo fan de un juego de computadora en los ’90 (algo tipo Los Sims) y cómo esa obsesión fue cambiando su vida y volviéndolo adicto a un mundo virtual que, él asegura, pronto dominará también al real. Se trata de un episodio bastante actual en cuanto a las ideas que maneja respecto a la dependencia que mucha gente tiene con la vida virtual, pero narrativa y visualmente se vuelve un tanto reiterativo.
Por último, casi como una película que está un poco por fuera del resto, USS CALLISTER: INTO INFINITY se toma 90 minutos para continuar la saga dejada en suspenso en el episodio previo de la cuarta temporada. Aquí se continúan las desventuras de los clones que están dentro de un videojuego mientras tratan de sobrevivir allí, generando un caos dentro del juego que tiene sus repercusiones en el mundo real. Cristin Milioti, Jimmi Simpson, Billy Magnussen y Jesse Plemons protagonizan este episodio que, tanto por su estilo, su temática y su duración, casi podría funcionar como un especial aparte dentro de la serie.

Como siempre, se trata de una serie despareja, con mejores y peores episodios, pero esta temporada deja la sensación de ser más sólida que otras, más variada en sus temáticas, en sus estilos y en sus maneras de acercarse a cada uno de sus diferentes universos. Quizás, al dejar de ser una serie de ciencia ficción pura y dura para empezar a parecerse más a eso que conocemos como «vida real», BLACK MIRROR pueda reflejar de una manera más justa y reconocible el mundo en el que vivimos. Que puede ser un poco distinto al que se ve acá, pero no tanto. O, mejor dicho, cada vez menos…
Vi el primer episodio. Genial!