
Cannes 2025: crítica de «A Private Life» («Vie privée»), de Rebecca Zlotowski (Fuera de Competencia)
Jodie Foster encarna a una psiquiatra que se pone a investigar el aparente y sorpresivo suicidio de una de sus pacientes en este relato de suspenso francés. Con Daniel Auteuil, Virginie Efira y Mathieu Amalric.
En una línea bastante explorada por Woody Allen en la que misterios criminales se cruzan con la psicología y, especialmente, los métodos alternativos del estudio de la mente (hipnosis, vidas pasadas, parapsicología, magia), A PRIVATE LIFE permite imaginar una película que nunca se hizo y seguramente nunca se hará entre el hoy octogenario realizador y la actriz Jodie Foster. A falta del semi-retirado y un tanto «cancelado» Allen, Rebecca Zlotowski es la encargada de darle un tinte un poco más noir que el que usaría el neoyorquino a una historia que incluye muchos de los mismos elementos a los de otros films suyos: affaires amorosos, secretos de pareja, otras zonas ambiguas del comportamiento humano y, por supuesto, algún que otro nazi.
Foster, que habla perfecto francés, encarna a Liliane Steiner, una psiquiatra estadounidense que vive hace mucho tiempo en París, donde estuvo casada con Gabriel (Daniel Auteuil), con quien tiene un hijo, Julien (Vincent Lacoste) y hasta un pequeño nieto. Tiene muchos pacientes pero parece la clase de psiquiatras que ya no se interesan mucho en lo que hacen y lo que les cuentan. Graba las sesiones (en viejos MiniDiscs) y solo se moviliza cuando un paciente se ausenta y, ergo, no paga. De hecho, el primero que recibe llega para decirle que dejará de verla tras ocho años de sesiones luego de ver a una hipnotizadora que le curó la adicción al cigarrillo con solo una visita.
Pero el verdadero shock lo recibe cuando se entera que Paula Cohen-Solal (Virginie Efira), una paciente suya que venía faltando, ha muerto. Al llegar al velorio se da cuenta de dos cosas: que el marido de Paula (Mathieu Amalric) la odia y la quiere lejos de ahí –la acusa de haberle recetado las pastillas con las que la mujer se mató–, y que ella misma no puede parar de lagrimear, algo que está lejos de ser una costumbre y que hasta puede complicarle su trabajo terapéutico. Imposibilitada de resolverlo sola, se reencuentra con su ex, que es optometrista, pero él le dice que no tiene nada en los ojos. Al no encontrar otra solución recurre a la hipnotizadora que se lo cura en una sola visita haciéndola ingresar, en estado de hipnosis, a una supuesta vida pasada en la Paris de la ocupación nazi y en la que aparecen, en distintos roles, muchos personajes de su vida. Incluyendo, en un papel clave, su paciente Paula.

Ambas cosas se conectan cuando, a partir de ciertos eventos, Liliane empieza a sospechar de que Paula no se suicidó si no que alguien la mató. ¿Quién puede ser? ¿El marido, la hija, alguna otra persona de su círculo? Es así que, un poco con la ayuda de Gabriel, Liliane se transforma en una suerte de informal detective. Pero además de la investigación física –que incluye robos de casetes y espionajes varios–, está la que ella hace en sus sesiones de hipnosis y por las que empieza a creer que las dos cosas están conectadas entre sí, para la sorpresa de sus familiares que no entienden cómo la cerebral y fría psiquiatra está tan metida en ese «n’importe quoi».
La trama es de pura cepa hitchcockiana pero con un elemento judaico agregado, ya que tanto la doctora como la paciente, así como los ¿sueños? que las unen, están ligados a la guerra y al nazismo de formas un tanto curiosas. Pero así como la hipnosis puede dar resultados no del todo confiables o duraderos, VIDA PRIVADA toma el riesgo de pensar que acaso las técnicas más serias como el psicoanálisis pueden ser también pasibles de engaños y decepciones. Liliane busca una verdad a lo que pasó en las grabaciones de las sesiones con Liliane, pero quizás lo que cree encontrar ahí sea tan confuso como cualquier otra verdad contada a medias.
Simpática, ligera, con un giro hacia algo más denso hacia el final que no se termina por explorar del todo, la película de la realizadora de LOS HIJOS DE OTROS es un producto de esos que el cine internacional hacía muy a menudo décadas atrás y hoy ha sido derivado a estiradas series de varios episodios de plataformas. A Zlotowski le alcanzan con 105 minutos para contar un buen cuento, al que ayuda un elenco que rodeó a la afrancesada Foster con lo mejor de la industria local, incluyendo además en roles menores a Irene Jacob, Sophie Letourneur y hasta el realizador Frederick Wiseman. Es un pasatiempo ligero, quizás menor, pero que funciona. Y ver a Foster actuar en francés es toda una curiosidad.
«técnicas más serias como el psicoanálisis»? El psicoanálisis fue descartado de la psicología seria hace décadas, así como casi todo lo que fantaseado Freud. Solo sobrevive de manera sectaria en un par de países.
No me haga reir.