
Cannes 2025: crítica de «I Only Rest in the Storm» («O Riso e a Faca»), de Pedro Pinho (Un Certain Regard)
Un ingeniero portugués viaja a Guinea Bissau para hacer un análisis de viabilidad de un proyecto y una vez allí se enreda en una serie de situaciones inesperadas.
Tras su monumental LA FABRICA DE NADA, de 2017, el realizador portugués Pedro Pinho desapareció por un largo tiempo del mapa para regresar, ocho años después, con otro proyecto épico, ambicioso e íntimo a la vez. De un modo similar a aquel film, O RISO E A FACA apuesta a meterse en el medio de una serie de discusiones políticas actuales desde un costado singular y personal. En este caso, la historia se desarrolla en Guinea-Bissau y tiene como protagonista principal a un ingeniero portugués que llega hasta allí para analizar la viabilidad y dar certificación a un proyecto de desarrollo de una ONG que traería agua potable y otros progresos a pequeñas aldeas de la zona.
A lo largo de sus tres horas y media, Pinho se alejará del tema principal en lo estrictamente narrativo, pero todo el film estará teñido por los conflictos y ambigüedades ligadas a las relaciones raciales, sociales, geográficas, de género y políticas. Sergio aparenta ser un tipo bienintencionado, de esos que quieren hacer las cosas bien, profesionalmente y poniéndole el corazón a todo. Pero lo que encuentra es un muy particular mundo que poco tiene que ver con lo que tiene en su cabeza, con su formación específica y hasta con sus ilusiones políticas alimentadas desde su bienestar europeo. El hecho de estar reemplazando a alguien que desapareció misteriosamente le agrega un eje de inquietud a toda su experiencia.
Los ángulos que le generan conflictos son varios. Sus relaciones con muchos de los trabajadores son problemáticas, sus intentos con empatizar con la gente local no siempre llegan a buen puerto, es «víctima» de presiones empresariales y políticas y, en el ángulo al que Pinho más presta atención, su vida personal empieza a complicarse. Se hace amigo de un grupo de expats que van de fiesta en fiesta y lidia con las «tentaciones locales» de una manera ambigua, mezclando deseo y culpa. «Ustedes, los buenos, son los peores», les dirá una prostituta cuando él prefiera poner freno al asunto. Pero luego se involucrará en otras relaciones en las que siempre parecerá estar un poco perdido, confundido, como si le faltara alguna información acerca de cómo funcionan las cosas en el mundo real.

En el personaje de Sergio, en sus dudas, sus comportamientos, su confusión, sus miedos y errores, Pinho crea un personaje bastante representativo de cierta burguesía progresista y bienpensante que quiere «ayudar» sin tener mucha idea de lo que realmente hay por detrás de esa culpa de clase. Diara (Cleo Diára), la intensa y enigmática chica con la que Sergio se obsesiona, se lo dirá directamente en una conversación en un auto: las personas no son causas nobles, son personas. Y lo mismo le sucederá en más de un encuentro con gente local muy humilde que no lo espera con los brazos abiertos de la manera que él espera o supone.
Pero Pinho no hace de su film una bajada de línea ni un panfleto político. Ya de entrada, cuando Sergio es detenido por un supuesto agente que le pide sus papeles, es claro que las cosas no son del todo predecibles. El tipo no quiere dinero en plan coima, sino un libro para leer en esas infinitas y calurosas horas en las que está parado en la ruta. Y eso sucederá varias veces: la realidad es más enigmática y compleja de lo que una mente eurocéntrica puede ver.
Esa confusión aparece en todas partes. Un hombre negro de Guinea le dice a un negro brasileño, que no es negro sino blanco. Y pese a la incredulidad y risas del brasileño, uno entiende perfectamente su lógica. Una mujer local le pregunta a Sergio si en Europa usan agua potable para las letrinas y cuando él le responde que sí, la mujer se ríe del asombro. Y así, entre fiestas, peleas laborales, malos entendidos y tensiones que aparecen cuando uno menos se lo espera, I ONLY REST IN THE STORM se enfrenta al enigma del neocolonialismo y a las inesperadas flaquezas de esos que dicen tener buenas intenciones.