
Cannes 2025: crítica de «L’aventura» , de Sophie Letorneur (ACID)
Una familia –madre, padrastro, hija adolescente, hijo pequeño– se van de vacaciones a Córcega y Sardinia en este film que documenta sus caóticas experiencias allí.
Hacemos o no la película?«, se preguntan los protagonistas de L’AVENTURA, el nuevo film familiar de franceses vacacionando en Italia de la directora luego de VIAJES EN ITALIA, otra película con la que comparte y homenajea títulos clásicos del cine de ese país. La película en cuestión es una que quiere filmar la hija de once años para recordar las vacaciones. El padre (padrastro, en realidad) opina que no hay que hacerla, que en el viaje no pasó nada. Ella, la madre, opina todo lo contrario. «Pasó de todo», dirá. Quedará en el espectador decidir quién de ellos tiene razón.
La respuesta que se me ocurre es que los dos. Pasó de todo en términos cotidianos pero nada que uno pudiera considerar importante o demasiado relevante. L’AVENTURA sigue a una familia a través de unos días de vacaciones en Sardinia en la que los padres, la hija preadolescente y un terror de unos tres años estuvieron buscando lugares para comer, discutiendo qué platos pedir, tratando de recordar donde olvidaron un celular y lidiando con el caos, los destrozos y la costumbre del más pequeño de cagarse en todos lados todo el tiempo.
Pasó de todo en términos de mecánica familiar, pero poco que uno pueda considerar llamativo: es pura cotidianeidad, entre la intrascendencia y la incomodidad. Y la película de la experiencia –la que vemos nosotros y que, en cierta manera, es la que ellos hacen– incluye todo eso que puede ser mucho o puede ser nada. O, mirado de otra manera, es una enorme cantidad de cosas que significan poco. O que, de tan cotidianas e irritantes, terminan generando una similar situación de hastío en el espectador.

L’AVENTURA es la clásica película que uno podría usar como ejemplo para probar que las vacaciones familiares pueden ser un caos. Nada les sale bien, no llegan a ningún lado interesante, se la pasan todo e tiempo en discusiones banales y, especialmente, corriendo al inmanejable niño que parece haber tomado la decisión de sacarlos de quicio. Todos hacen lo posible por seguir adelante, pero les cuesta mucho. Guardan las frustraciones hasta que en un momento se enojan. O se van. Pero siempre al final regresan. O eso parece.
Es innegable que el clima de caótica vacación familiar está logrado, lo que no tengo muy en claro es que haya espectadores que quieren sufrirlo. Hay una larga escena en un cuarto de una casita que alquilan en la que, en lo que parece ser tiempo real, discuten donde van a cenar, qué plato pedir, qué ropa ponerse o cosas similares, mientras el niño grita, corre y se tira sobre todo. Es todo muy verdadero y cercano, eso es innegable, la pregunta es si la película logra hacer algo con todo eso o solo reflejarlo en su cruda inanición.
Mi impresión está más cercano a esto último. Si bien la anterior película de la directora y también actriz Letourneur lidiaba con similares problemas y con un estilo parecido, allí había una cierta gracia y ligereza que acá falta, quizás porque la tensión de estar persiguiendo al niño para que no grite o se cague en todos lados tiene poco de simpático. Philippe Katherine no logra dotar de humor al sufrido padrastro que intenta manejar cada situación como puede. Ella, en cambio, pasa de la tolerancia al fastidio de una manera más evidente. La película puede gustar o no, pero salvo por algunos mínimos bellos instantes funciona como publicidad para no irse de vacaciones en familia. Y menos aún ver lo que filman al volver.
En español es Cerdeña, no Sardinia.