Cannes 2025: crítica de «Sirât», de Oliver Laxe (Competición)

Cannes 2025: crítica de «Sirât», de Oliver Laxe (Competición)

por - cine, Críticas, Festivales
15 May, 2025 08:26 | Sin comentarios

Un padre acompañado por su hijo pequeño busca a su otra hija en una rave en medio del desierto marroquí, viviendo a partir de eso una aventura impredecible.

Una suerte de western existencial combinado con una trip movie que se transforma en un SORCERER en el desierto, SIRÂT es una película curiosa, entre fascinante e inexplicable, capaz de sorprender con una escena inquietante en un momento para coquetear con el absurdo unos pocos minutos después. Como si fueran tres películas consecutivas en una que se continúan de una forma un tanto caprichosa, el film rodado en el desierto de Marruecos por el realizador gallego seguramente producirá reacciones encontradas, entre los que entrarán fascinados en su singular discurso cinematográfico y los que todavía se están preguntando qué conclusiones sacar de todo esto.

En lo personal, estoy más cerca de esta última postura. Es innegable que Laxe tiene talento, que es un cineasta creativo, personal e iconoclasta, pero no tengo muy en claro qué es lo que quiso hacer acá y si lo consigue o no. En términos puramente narrativos, el guión que coescribió con el argentino Santiago Fillol es bastante simple. En el desierto marroquí hay una masiva rave a la que van centenares de jóvenes (y no tan jóvenes) a vivir una experiencia que sin dudas tiene aspecto de alucinante, parte del llamado free party movement. Por allí aparece un personaje que poco tiene que ver con los demás. Es Sergi López, que encarna a Luis, un hombre que se ha llegado hasta allí acompañado por su hijo pequeño buscando a su hija mayor, que hace tiempo que ha desaparecido. El tipo supone que la chica puede estar ahí, pero nadie parece reconocerla.

La rave es interrumpida por soldados y se da a entender que hay una suerte de proceso político revolucionario en el área, lo que obliga a despejar la zona. De hecho, los uniformados les gritan a los ravers «que se vuelvan a Europa», como si fuera una inversión de los términos migratorios, ángulo que podría servir para pensar la película. Pero el padre decide seguir a otros camiones que supuestamente van a otra rave –una aún más secreta– que queda en una zona recóndita y bastante inaccesible. En esos otros camiones hay cinco personajes que los acompañarán en la aventura, un grupito variopinto de hombres y mujeres con mucha rave y pastillas encima, y hasta con algunos miembros (manos, piernas) faltantes, pero que saben moverse en esos territorios de tecnoaventuras para millennials. Una clásica familia sustituta de este tipo de relatos, pero con un aspecto más propio de extras de MAD MAX.

De ahí en más estamos en una road movie que va tomando distintas características. Primero es pausada y se centra en las dificultades del terreno y en la capacidad de los autos para avanzar por los serpenteantes caminos, para luego mutar en algo más peligroso y preocupante, en especial a partir de un hecho trágico que transforma lo visto hasta entonces en un mero paseo turístico. De la angustia a la desesperación hay un par de pasos y SIRÂT va levantando la apuesta cada vez más en los minutos que quedan, haciendo volar por los aires las convenciones eurocentristas de lo que es estar en un territorio inhóspito, sorprendente y peligroso. Algo así como la revancha africana a tantos años de maltrato en el Viejo Continente.

Pero estas son, como cualquier otra, conclusiones apresuradas, conjeturales, que no se desprenden por sí mismas de una película que procede de una manera simple, directa, sin discursos ni psicologismos al uso y sin mucho contexto para entender quién es quién y qué les pasa. La película se vuelve más intensa, más nerviosa, más caprichosa y un tanto absurda con el paso de los minutos, mientras uno ve que los personajes más que liberarse se encierran, más que rebelarse son aprisionados tanto por la naturaleza que los rodea como con lo que la historia y la mano del hombre han hecho con ella.

Filmada con una visión muy clara de cómo mostrar el paisaje desértico por el DF Mauro Herce sin regodearse alucinado por los efectos que esa inmensidad puede generar (aún cuando los personajes consumen drogas, al director de O QUE ARDE por suerte no se le da por deformar la imagen ni sobrecargar el asunto de símbolos), SIRÂT busca producir un efecto de inquietud, hastío, angustia y sorpresa sucesivamente, mientras uno se pregunta el sentido de todo lo que está viendo y si los nervios que produce son recursos válidos o mera perversidad.

Del combo de referencias que uno toma para pensarla, me quedo con SORCERER, la también alucinada película de William Friedkin que tenía un camión con explosivos atravesando un selvático terreno lleno de peligros. Acá cambia el paisaje por uno desértico, los personajes tienen otros modos que los de aquel film –no buscan hacer dinero sino escapar de él–, pero al final el destino que les espera es bastante parecido. Así, mientras la música tecno sigue resonando como un eco de lo que en un momento fue una fiesta, el mundo se vuelve a parecer al que conocíamos y la experiencia concluye con más preguntas que respuestas.