
Cannes 2025: crítica de «The Chronology of Water», de Kristen Stewart (Un Certain Regard)
La actriz dirige esta adaptación de las memorias de la escritora Lidia Yuknavitch, que cuenta sus duras experiencias familiares y personales. Con Imogen Poots y Thora Birch.
Hace poco tiempo Kristen Stewart fue jurado en un festival de cine y alguien que compartió ese trabajo con ella hablaba muy bien de sus agudos e inteligentes análisis respecto a las películas que veía. Pensaba en eso mientras miraba THE CHRONOLOGY OF WATER, su opera prima, una película que no es la que usualmente hace un actor/actriz al pasar del otro lado de la pantalla. Si bien tiene muchos de los elementos traumáticos típicos de cierto psicodrama familiar y a una actriz protagonista excluyente dándolo todo en su papel, la película basada en las memorias de Lidia Yuknavitch parece más el trabajo de una aplicada y estudiosa graduada de una escuela de cine que tiene más cortos experimentales en su memoria que experiencia en sets de filmación.
Una memoir rota de una persona rota, una historia de vida armada con retazos, viñetas, experiencias y algo de autoficción, THE CHRONOLOGY OF WATER narra la difícil, compleja, angustiante vida de Lidia desde la niñez a cierta madurez, anclada a la realidad gracias a una actuación conmovedora de Imogen Poots que la interpreta a lo largo de toda su vida adulta, tenga la edad que tenga. Una suerte de Bukowski femenina, una niña abusada convertida en nadadora competitiva, alcohólica irrecuperable, persona dañada y escritora brillante, Lidia recuenta sus experiencias a través de la literatura y Stewart las convierte en imágenes muchas veces acompañadas por la voz en off.
Se trata, inicialmente, de una serie de escenas que van apareciendo a modo de detalles, como en la buena literatura. Planos de cabellos al viento, de agua que corre, de sangre en la piel, una mano ajena, una pared sucia y así. Distintas velocidades y formatos fílmicos (se hizo mayormente en 16mm. que por momentos simula ser Super 8) dan la impresión de que veremos un corto experimental de alguien que vio mucho cine underground de los ’60 y quiere que lo sepamos. Y si bien eso se mantiene a lo largo de los un tanto excesivos 128 minutos del film, de a poco los ritmos van cambiando, aparecen escenas más clásicas, diálogos sostenidos y se va recomponiendo esa vida llena de angustias, traumas y pequeños momentos de felicidad, especialmente los vividos adentro del agua, esa suerte de lugar que tiene la protagonista para estar de a ratos a salvo de todo.

En la historia hay un padre agresivo y abusador (Michael Epp), una madre tierna pero física y emocionalmente lastimada e incapaz de enfrentarlo (Susannah Flood), una hermana que se fuga para salvarse (Thora Birch, de adulta) y Lidia, que convive como puede y construye un mundo privado gracias a sus diarios para sobrevivir a esa perversa relación familiar. Convertida en nadadora, en estudiante universitaria, en alcohólica, en adicta al sexo y en una persona a todas luces «difícil» (ella misma lo reconoce), Lidia va avanzando por la vida a los tumbos, de desgracia en desgracia, con unos pocos momentos amables y/o esperanzadores y sus garabatos a mano en cuadernos para descargar tanta angustia y convertirla en arte.
THE CHRONOLOGY OF WATER es por momentos abrumadoramente sombría, casi agobiante, un catálogo de dolencias y sufrimientos que angustian y agotan en igual medida. Pero la forma de narrar de Stewart ayuda a que veamos eso desde distintas perspectivas, más como experiencias que como sentencias, de un modo casi presencial. No suele haber contexto ni épocas claras –en general todo está filmado en plano corto, cerrado, casi odontológico–, pero siempre estamos adentro de esa voz aguardentosa de Lidia que recuerda, piensa e imagina. Y es Poots la que logra que los excesos de preciosismo y de fotomontaje no se sientan como tales. Hay un cierto regodeo en el dolor –la sangre, los flujos, la muerte–, pero siempre queda claro que hay una persona sufriendo detrás, que no es el trauma como mero ejercicio de estilo.
Y si bien parece que va a ser difícil mantener dos horas a ese ritmo, en capítulos posteriores (el film está dividido en varios episodios centrados en distintos momentos de su vida) no solo aparece un tono narrativo un tanto más manejable sino que la vida de Lidia como escritora –sus cursos con Ken Kesey, sus primeras publicaciones, su trabajo como docente y así– permiten que la película le escape por momentos al loop de hablar una y otra vez de lo mismo. Y así Stewart va reconstruyendo una vida, que es dolorosa pero también es literatura, que mezcla realidad con dudosos recuerdos y probables invenciones. Y en la que siempre está el agua, en medio del caos, como tejido protector contra el dolor.