
Cannes 2025: crítica de «Un poeta», de Simón Mesa Soto (Un Certain Regard)
En esta comedia dramática colombiana, un poeta fracasado y con deudas descubre a una joven con talento para la poesía y se mete en problemas tratando de ayudarla a triunfar.
Qué linda que está la luna/Redonda como una fruta/Y si se llega a caer/Que luna tan hijaeputa«. No, no son así los poemas que escribe Oscar, el poeta que da título a esta divertida comedia dramática colombiana, pero es lo que un borrachín «poeta» le recomienda escribir si quiere tener éxito y no ser un fracasado como es. Oscar no tiene suerte, no le va bien en nada. Sus libros jamás se vendieron, ni siquiera consigue trabajo estable debido a su alcoholismo, ha «invertido» su dinero en una de estas estafas con príncipes africanos y su hija no quiere ni verlo. Nada de lo que hace parece salirle bien y ya ni siquiera sus colegas lo respetan.
El tipo es, además, bastante príncipista y se niega a «venderse», a comercializar su supuestamente sagrado y relevante talento, perdido en un par de libritos que se consiguen en oferta en las librerías de Medellín. Lo invitan a un programa de TV y se queda mudo, dejando que le robe cámara un funcionario municipal y una estrella de reggaeton que canta algo llamado «Mójame el jacuzzi«. Sin dinero, sin casi familia (promedia los 50 y vive con su madre) y sin futuro, el tipo parece girar sobre la nada mientras algunos colegas suyos sí son públicamente valorados, exacerbando su frustración. Eso sí, no pierde oportunidad para hablar mal de García Márquez y de darle duro al aguardiente.

Al tipo lo convencen finalmente de trabajar como docente puede a que ni las autoridades del colegio lo quieren ahí. De hecho, llega borracho al primer día de trabajo. Cuando todo parece estar encaminado a otra decepción –la mayoría de sus alumnos se burla de sus patéticos y alcoholizados intentos de dar clase– se topa con Yurlady (Rebeca Andrade) una alumna muy talentosa, cuyos cuadernos repletos de poemas revelan un innegable talento en bruto. Oscar se da cuenta enseguida y toma la decisión de ayudarla, convencido de que se trata de una artista en potencia, pero esa prueba ser una elección problemática. Y UN POETA trata de eso, precisamente. De los intentos en su mayoría fallidos de nuestro confundido protagonista por arreglar su vida y la de los otros.
Interpretado por un Ubeimar Ríos que captura a la perfección el combo de patetismo, frustración e incomodidad con el mundo real de su personaje, UN POETA enfrenta a un hombre principista y derrotado a un mundo que sigue intentando convertir todo en algún tipo de negocio. Están los poetas mercachifles con sus banales asociaciones, los docentes muy poco preocupados por sus alumnos hasta que los problemas les explotan en la cara, las entidades internacionales de apoyo a la cultura con su mirada eurocéntrica de lo que debe ser la cultura latinoamericana (esto corre para el cine también), la familia de Yurlady que quiere también sacar alguna tajada de la joven promesa y hasta otros estudiantes de literatura más preocupados en estar a la moda que en escribir lo que realmente quieren.

En medio de eso, Oscar mete la pata una y otra vez. Sus intenciones son buenas, pero eso no sirve de nada. Algo parecido pasa con Yurlady pero de otra manera: la chica es talentosa pero le importa poco hacer una carrera o vivir de eso, no quiere «triunfar» de ese modo ni convertirse en un ícono o un ejemplo de «la poeta de piel morena de los barrios humildes». Se entretiene llenando cuadernos con cosas que se le vienen a la cabeza, pero pronto le estarán pidiendo que «represente a los pueblos marginados de América Latina», o algo así, y las cosas se complicarán.
La película del director del premiado corto LEIDI y de AMPARO –que participó en la Semana de la Crítica en 2021– funciona como comedia popular y accesible pero también como ácido comentario acerca del estado de la cultura en América Latina, uno que se centra acá en la literatura pero que bien podría pensarse en relación al cine. El modelo narrativo y los giros de guión son más bien clásicos y por momentos a la película le sobra alguna que otra escena de excesivo patetismo (Nota: no todos los films necesitan durar dos horas como parece ser una obligación en este Cannes), pero pronto se reencuentra con sus mejores elementos gracias a la nobleza de sentimientos de sus atribulados protagonistas. Oscar sabe que no podrá reconstruir del todo su vida ni reconciliarse con su hija a partir de ayudar a la joven poeta. Pero al menos se da cuenta que es un paso en el camino correcto. Y eso, en la vida, es algo.