
Cannes 2025: crítica de «Wild Foxes» («La Danse des renards»), de Valéry Carnoy (Quincena de Cineastas)
Tras sufrir un serio accidente, un joven y promisorio boxeador empieza a sufrir dolores psicosomáticos y una crisis de confianza que lo mete en problemas con sus compañeros y su entrenador.
Hay en WILD FOXES una inteligente e intrigante película sobre el boxeo –bah, sobre el deporte en general y más que eso también– que se abandona en el medio de un relato que se vuelve demasiado predecible y convencional. Ese film, centrado en la confianza en sí mismos que los deportistas deben tener para triunfar y cómo eso se puede quebrar de maneras inesperadas, domina el relato durante su primera mitad, pero en lugar de ir a fondo con esa exploración esta película belga la utiliza solo como mecanismo dramático para contar, finalmente, una historia mucho menos interesante.
El tema central aparece en la segunda escena de la película. En la primera vemos a Camille (Samuel Kircher, no confundir con su hermano mayor Paul, protagonista en este mismo Cannes de METEORS, y ambos hijos de Irene Jacob) demostrar su potencia para el box en un combate universitario que gana por demolición. Sus amigos y compañeros de entrenamiento lo envidian y celebran, ya que saben que es el que más chances tiene de todos ellos de llegar a ser olímpico. Pero todo se complica cuando, en una salida por el campo cercano a la universidad en la que estudian, Camille tiene un accidente, se cae varios metros y sufre una fractura en el brazo.
El film pasa rápidamente la etapa de recuperación y, cuando se reencuentra con los personajes, Camille ya está técnicamente curado: sus análisis y estudios dan bien, no hay daños físicos visibles. Pero al chico le duele igual el brazo y le cuesta boxear. O se angustia, no respira bien y tiene que parar de entrenar. Sus tozudos y «machitos» compañeros se mofan de él y hasta su entrenador le pide algo así como que se ponga las pilas, pero Camille no logra avanzar. Y esa súbita y desconocida fragilidad empieza a separarlo de sus amigos y a alejarlo también del deporte. A la par, aparece un posible interés romántico femenino llamada Yas (Anne Heckel), que hace taekwondo pero también se interesa por la música y es una promisoria trompetista.

Mientras explora esos cambios en la vida de Camille y cómo eso lo aleja de sus viejos amigos, WILD FOXES se abre a un tema no del todo tratado en el cine deportivo: la salud mental, la falta de confianza, los miedos que aparecen junto a la noción del peligro, miedos que llevan a derrotas o a problemas no necesariamente ligados a temas físicos de esos que salen en radiografías o estudios similares. Pero el concepto de lo «psicosomático» no se explora, aparentemente, en el área del boxeo. Y eso hace que los conflictos que eso despierta sean, de ahí en adelante, tratados más que nada a los golpes y utilizando recursos de guión por demás convencionales sino directamente trillados.
Es como si la película no pudiera sostener su apuesta más allá de sus pasos iniciales, como provocadora del conflicto que surge entre Camille y sus amigos/colegas y su entrenador. Los momentos en los que él empieza a sentirse por fuera del grupo de amigos –con sus videos «barderos» para instagram, su tono agresivo y sus comentarios sexistas–, WILD FOXES parece apuntar a algo crítico y áspero ligado a la masculinidad performática que se relaciona con el deporte y aparece también en muchas de las relaciones entre hombres. Pero esa conexión con el dolor que lo humaniza aún cuando dificulta su performance, prueba ser finalmente un elemento de guión en un film que termina apuntando hacia otra cosa.
Para cuando los chicos terminan enredándose en una pelea salvaje entre ellos que tiene lugar en el mismo momento en el que en el bosque cercano a la escuela se están cazando lobos salvajes, es obvio que la película abandonó por completo toda sutileza. Contradeciendo su propia propuesta, Carnoy termina por decidir que el conflicto de Camille, más que trabajarse desde otros costados, debe decidirse de la única manera en la que estos chicos saben hacerlo: a los golpes, aguantando el dolor si es necesario y dejando las fragilidades para otros aspectos de la vida, si es que no se terminan por superar. Una lástima, porque esa otra película era mucho más rica que la que esta termina siendo.