Cannes 2025/Estrenos: crítica de «Misión: imposible: la sentencia final», de Christopher McQuarrie

Cannes 2025/Estrenos: crítica de «Misión: imposible: la sentencia final», de Christopher McQuarrie

por - cine, Críticas, Estrenos, Festivales
15 May, 2025 07:21 | 1 comentario

La nueva y ¿última? película de la saga protagonizada por Tom Cruise lo tiene enfrentando a una inteligencia artificial que pretende controlar y dominar el mundo. Estreno: 22 de mayo.

El rol del salvador no le cae mal a Tom Cruise, lo maneja con gracia. Sea el cine o el mundo entero, el tipo va, con su 1,70 metro de altura, su energía imparable y el cuerpo echado hacia adelante –o hacia arriba o boca abajo– dispuesto a hacer lo que haga falta por la causa. Quizás las dos causas –el cine, el mundo– estén relacionadas en esa lógica, la que le importa a Cruise. Es el lugar real y el simbólico en el cruza –o se puede cruzar– lo mejor de nosotros.

A lo largo de ocho películas y treinta años de cine y de vida –otra vez, las dos cosas que pueden ser una sola–, Cruise se disfrazó de Ethan Hunt para ponerle el cuerpo a la supervivencia de una forma de arte: comercial, popular, masiva. Que su personaje salve el mundo, en el fondo, es lo de menos. O, mejor dicho, la excusa que justifica su arte. Lo que Cruise/Hunt intenta salvar es una noción de cine-espectáculo que corre riesgo de desaparecer en medio de tanto efecto digital, tanta plataforma, tanto consumo irónico, tanta pantallita pequeña que uno ve solo, escucha solo y se olvida, solo también, unos minutos después. Si Hunt es el elegido para salvar al mundo, Cruise se autoproclamó el salvador del cine.

LA SENTENCIA FINAL no es –no podría ser–, la película que justifique toda esa búsqueda pero, si es un cierre, es uno digno del desafío que implica empaquetar y poner en un moño tres décadas, ocho películas y el trabajo de directores como Brian de Palma, John Woo, J.J. Abrams, Brad Bird y Christopher McQuarrie que se subieron al tren, al barco, al avión, al helicóptero y a la locura de acompañar a Tom Cruise en esta cruzada que es masiva y personal a la vez. Es una película que tiene que explicarse a sí misma y a las anteriores, una y otra vez, una que pretende integrar distintas generaciones de espectadores y distintas necesidades narrativas. Pero pese a sus problemas, sus repeticiones y a su dificultad para establecer una coherencia y lógica internas, el final de la saga transmite emoción y la confianza de haber luchado por una causa justa.

El enemigo aquí vuelve a ser la inteligencia artificial. Como ya había quedado apuntado en la anterior película, SECUENCIA MORTAL –de la que esta se anunció como la segunda parte, algo que cambió tras su relativo fracaso comercial–, algo llamado The Entity podría terminar por tomar el control del mundo entero, enemistando pueblos y naciones para gobernar a su antojo. Y ese camino hoy parece menos tirado de los pelos que hace algunos años, lo mismo que las insólitas tensiones políticas recalentadas en los últimos tiempos. Lo cierto, de todos modos, que Cruise no confía mucho en combates digitales y en ganar una guerra con computadoras y algoritmos. Hay que hacerlo en el terreno. Transportando McGuffins en cajitas, cortando cables contrarreloj, escapando por centímetros a tiros, resguardándose medio segundo antes de bombas, en el fondo del océano y así. El enemigo puede estar en las redes pero la acción se tramita en la Tierra.

La película tiene una complicada media hora inicial en la que no hace más que explicar, una y otra vez, en qué consiste el problema, cómo se conecta con cosas que pasaron antes y qué es lo que hay que hacer para resolverlo. No lo repetiré acá, no es necesario. Se trata, básicamente, de superar escollos, de ubicar submarinos, de juntar llavecitas y de vencer a un villano interpretado por un actor, Esai Morales, que se hizo famoso en LA BAMBA, casi 40 años atrás. En medio, el gobierno hace su juego, la CIA sigue arruinando todo, un montón de actores famosos tienen tres escenas y, finalmente, en los únicos en los que podemos confiar para evitar que La Entidad tome el control de todo es en Hunt y sus amigos: el veterano Luther (Ving Rhames), Benji (Simon Pegg), su nuevo interés romántico Grace (Hayley Atwell, que lamentablemente no está a la altura de Michelle Monaghan o Rebecca Ferguson) y la recién sumada Paris (Pom Klementieff), una máquina de matar.

En términos de grandes set pieces la película tiene dos. La primera, en realidad, son varias en una, una elaborada e interconectada serie de acciones cuyo destino final no revelaremos pero que transcurre en gran parte bajo el agua y en la nieve. En tanto, la última hora está fundamentalmente dedicada a una clásica locura arriesgada de Cruise, con el tipo –como ya vieron en trailers y clips– montado a las alas de una avioneta que vuela a toda velocidad y a muy baja altura. Es obvio que está llena de trucos, pero es una de esas secuencias que hay que ver para creer. La única conclusión posible que se puede sacar es que Tom está completamente loco. O que es capaz de darlo todo por un arte que, en sus manos, ha pasado a ser una mezcla de circo, prestidigitación, malabarismo, actuación y deporte extremo.

Si uno se emociona con una película que no busca especialmente ser emotiva es porque en el fondo uno sabe que lo que celebra es un arte en riesgo, el valor del trabajo en equipo, la amistad a prueba de todos los inconvenientes y porque tiene una melodía de Lalo Schifrin que uno lleva marcada en el inconsciente como algunas de John Williams o Ennio Morricone. Da la impresión que Cruise sabe que la película tiene problemas, que le faltan algunos conectores lógicos, que le sobran reiteraciones y que no siempre se puede avanzar evocando las glorias pasadas. Y recurre a lo que mejor sabe hacer: mirar cerquita de la cámara, apretar las mandíbulas y comprometer a una audiencia que se entrega confiada a su irrefutable poder. A veces, con poner el cuerpo, el carisma y la pasión, alcanza.