
Estrenos: crítica de «La venganza» («Vogter»), de Gustav Möller
En este drama danés, una guardiacárcel enfrenta un difícil dilema cuando un joven ligado a su pasado es trasladado al penal en el que ella trabaja. Con Sidse Babett Knudsen.
Los engaños, los secretos y especialmente las restricciones se le dan bien al realizador danés Gustav Möller. Su película más conocida es LA CULPA, un policial que transcurría íntegramente en una oficina de atención de urgencias telefónicas mientras el operador trataba de manejar un caso que sucedía fuera de campo y en el que se guiaba solo por lo que escuchaba ahí. LA VENGANZA es un tanto menos restrictiva en espacios y más convencional en su formato, pero a la vez funciona con similares limitaciones. Una cárcel es casi todo el escenario que veremos y habrá una tensa relación entre dos personajes sostenida por un pesado secreto.
Es, como aquel, otro guión armado como para que un actor se lleve puesta la película. En este caso es la gran Sidse Babett Knudsen, la multipremiada actriz de DESPUES DE LA BODA, CLUB CERO, EL DUQUE DE BURGUNDY y la serie BORGEN, quien interpreta a Eva Hansen, una guardiacárcel a la que le toca vivir una particular situación. Dura pero considerada con los presos, Eva se topa con la cara conocida de un preso en la cárcel en la que trabaja, más específicamente en la sección de máxima seguridad. Se trata de Mikkel Iversen (Sebastian Bull), un tipo duro, violento y peligroso que ella reconoce y claramente desprecia.

Es alguien que tiene que ver con su historia y cuya llegada la atormenta a tal punto que, usando una excusa, pide ser trasladada a la parte de la cárcel en la que él está. Su superior no está convencido de que ella pueda lidiar con presos tan intensos y violentos, pero Eva pronto prueba estar a la altura. Pero lo único que desea, en realidad, es hacerle la vida imposible al tal Mikkel, en venganza por algo que sucedió antes y que ella conoce pero él no. Lo cierto es que esa relación se vuelve agresiva cuando ella le quita sus cigarrillos, él le contesta de una manera repulsiva y todo se intensifica más y más. Y más también.
LA VENGANZA tiene un punto de partida y un eje que pone en tensión todo lo que toca. Más allá de la poca credibilidad que la situación en sí tiene –alguien en la cárcel debería saber la conexión entre ambos y no ponerlos juntos–, lo que va generando es un clima hostil, una serie de desafíos que van desde la inicial agresividad y deseos de arruinarle la vida de Eva a una situación un tanto más compleja en la que la violencia de la propia guardia y sus traumas y frustraciones respecto al pasado van dejando entrever a una mujer cargada no solo de odio a Mikkel sino a ella misma.

Entre agresiones y forzosos pactos mutuos, ambos forman una curiosa relación, un potencialmente violento juego de gato y ratón. Möller trata de llevar a sus personajes a romper esa barrera del desprecio inicial y la consecuente cadena de violencia para llegar así a un lugar, sino de mutua comprensión, al menos de humanización del otro, especialmente cuando Eva empieza a ver la relación que Mikkel tiene con su madre que lo visita. La empatía tiene sus límites –esto es cine danés, después de todo, no esperen abrazos, llantos ni perdones–, pero sirve para que la película crezca emocionalmente y se mueva hacia otro lugar, uno más interesante de ver que cómo pueden dañarse entre ambos.
Y si bien la película tiene un exceso de escenas forzadas –al principio le dicen que es un preso muy peligroso como para estar sola con él y luego están juntos varias veces sin presencia de terceros–, a lo que intenta llegar y la potencia que tiene para hacerlo es convincente. Pasa, más que nada, por la actuación excepcional de Knudsen, capaz de dotar a su personaje de una rara combinación de contradictorias emociones, de la bronca al llanto, de la violencia al dolor, de la confusión al arrepentimiento. Y en ese circuito se mueve una película que, finalmente, habla de la necesidad de la empatía y de la conexión emocional entre padres (madres en este caso) e hijos, una construcción que hay que armar con solidez de entrada ya que luego es muy difícil, casi imposible, reparar.