Series: crítica de «Las mil muertes de Nora Dalmasso», de Jamie Crawford (Netflix)

Series: crítica de «Las mil muertes de Nora Dalmasso», de Jamie Crawford (Netflix)

Esta serie documental de tres episodios se centra en el asesinato de una mujer en Río Cuarto, en 2006, que dio pie a un caso mediático que sigue sin resolverse. Desde el 19 de junio en Netflix.

En la época en la que aparece esta serie documental, la justicia argentina está nuevamente en la discusión de todo el mundo, especialmente en relación a su «porosidad» y a su conexión con los medios y algunos grupos de poder. Lo más interesante a la hora de analizar este documental sobre el caso de Nora Dalmasso pasa por ahí. Como serie del llamado true crime es convencional a más no poder: una más de todas las que entrega Netflix y otras plataformas, solo que con un caso argentino. Como caso policial sin resolver es materia opinable: el relato abre varias puertas y asegurar que tal o cual es culpable no es tarea ni de la crítica ni del espectador común. Lo más valioso de analizar al verlo pasa entender cómo estos casos se deforman a partir de la aparición en escena de policías, medios, jueces y autoridades que deberían ayudar a resolverlos y no hacen otra cosa que enredarlos hasta volverlos inmanejables.

El caso es conocido y vale la pena repetir solo el crimen en sí: una mujer de unos 50 años de Río Cuarto, Córdoba, de buen pasar económico, fue encontrada muerta en su casa, en apariencia ahorcada y tras haber tenido una relación sexual que puede o no haber sido consensuada. Su marido estaba en Uruguay, su hija en Estados Unidos y su hijo en la capital de Córdoba, por lo que parece difícil involucrarlos en el caso salvo que hayan usado otras personas («sicarios») como ejecutores. Y la aparente vida sexual un tanto liberal de Nora podría dar a suponer que hay otros hombres que pueden haber estado involucrados. Casi 20 años después, no se sabe quién fue.

Como casi todos los casos policiales célebres de la Argentina, rápidamente se enredan por la irresponsabilidad de las autoridades en la escena del crimen, las manipulaciones del caso y la necesidad de los medios de explotar hasta lo imposible algo que les permite tener rating o vender ejemplares. Es así que un caso en apariencia bastante sencillo empieza a enredarse y a estirarse involucrando no solo a sus familiares (al día de hoy el hijo y el marido han sido los principales sospechosos) sino a todo el mundo político, judicial, empresario y quien se cruce en el camino y sirva para seguir explotando ese negocio paralelo que son los casos criminales. Y esto incluye, a la vez, a esta documental en esta plataforma, que no es ajeno a la explotación del caso y del negocio, solo que con la participación voluntaria, uno entiende, de los involucrados y acusados.

La serie no toma partido por nadie pero da a entender que la familia fue más víctima que culpable en el caso, que la vida de Nora (y de su marido y de sus hijos) fue explotada agresivamente, develando asuntos personales e inventando otros. En el medio se ven escenas de muchos programas de TV de la época (el caso sucedió en 2006 pero se habló de él por muchos años) en los que uno advierte claramente el morbo y la explotación ligados al caso, con periodistas presionando a la justicia a ir por caminos muchas veces absurdos (hay uno de ellos en particular que es ridículo y desafía las leyes espacio-temporales) y embarrando la cancha hasta obligar a tener que empezar todo de nuevo. O condenar a quienes nada tienen que ver.

Esto, claramente, sigue pasando hoy y en casos de todo tipo: justicia, medios, empresarios y políticos parecen desconocer conceptos básicos como la independencia de poderes, además de ponerse permanentemente en el rol de víctimas e influir para que la opinión pública se decida por el resultado más impactante posible. Se trata, en el fondo, de especulaciones mediáticas, comerciales y de beneficios personales que lo único que logran es destruir la vida de personas. No quiero decir con esto que el marido o el hijo de la víctima sean inocentes –si bien el documental parece apostar a esa hipótesis–, pero sí que se torna imposible encontrar la verdad de un caso si todo el mundo juega en función de que no se resuelva. O bien, que se resuelva del modo más impactante o comercialmente útil. Sea en el crimen o en la política.

Si bien pasaron muchos años y el documental LAS MIL MUERTES DE NORA DALMASSO ya no afecta tan directamente al caso en sí –hubo algunas novedades a fin de 2024 pero tienen sus bemoles también–, es imposible no pensar que estas series continúan con el mismo juego que, narrativamente, dicen criticar. Así como este documental funciona –como muchos otros del rubro true crime— como una crítica del rol de los medios en muchos casos policiales, debería en algún punto incluirse a sí mismo y ser consciente, especialmente en un caso que no se ha cerrado, que también es parte de la misma explotación. Nada es gratis y todo deja víctimas en el camino. Sea Nora Dalmasso o todos los que sufrieron por ser parte de un juego en el que los beneficiados son otros.