Series: crítica de «Viudas negras», de Malena Pichot (HBO Max, TNT, Flow)

Series: crítica de «Viudas negras», de Malena Pichot (HBO Max, TNT, Flow)

Dos chicas que se dedicaban a drogar y robarles a hombres cuando eran más jóvenes se ven forzadas a reunirse para volverlo a hacer una vez más en esta ácida comedia argentina. Con Malena Pichot y Pilar Gamboa. En HBO Max, Flow y TNT.

En el cruce entre la tele y el indie, entre la tradición cómica popular y los riesgos temáticos, VIUDAS NEGRAS se presenta como una comedia accesible y entretenida que sigue las vidas de dos ex amigas que se dedicaban a robar a hombres haciéndose pasar por prostitutas (lo que se conoce como «viudas negras») que se reencuentran, más de una década después de haber abandonado ese trabajito, forzadas por las circunstancias y obligadas a regresar a la acción.

Pero la trama específica es, en realidad, una excusa para el juego, para desarrollar escenas cómicas y situaciones absurdas por parte de un elenco de talentosas actrices (y algunos actores) que aprovechan el territorio para entretener y entretenerse. Podrá presentarse como una comedia negra y «zarpada», pero en realidad –más allá de las sonoras puteadas–, es bastante más tradicional de lo que parece, solo que encontrando muchos resquicios para que clásico no se confunda con antiguo o vetusto.

Quizás lo más rico que tiene la serie creada por Malena Pichot pasa por cómo utiliza su excusa narrativa para hacer una ácida pero a la vez ligera crítica social en la que enfrenta a personas separadas, a partir de complicadas circunstancias, en distintos estratos sociales: el barrio frente al country, ricos contra pobres y una idea, más pícara que cierta, de que hay algo «robinhoodesco» en la forma de vida de estas dos viejas amigas que retoman sus negocios.

Sus vidas como «viudas negras» culminó, abruptamente, cuando mataron sin querer a una de sus víctimas, un empresario del mundo de la noche llamado Marcos Gussi. El modus operandi de las chicas involucraba darles un postre con muchos ansiolíticos a los hombres a los que conquistaban, dormirlos y robarles dinero. Pero en el caso de Gussi, aparentemente, se les fue la mano, el hombre murió y ambas se escondieron, inclusive una de otra. No fueron atrapadas ni condenadas, pero dejaron de verse.

Maru (Pilar Gamboa) se casó con un empresario del mundo de las telas (Alan Sabbagh) y se fue a vivir a un country, donde trata de ensamblarse con las «chicas» del lugar –un hilarante trío de amigas y vecinas interpretado por Marina Bellati, Mónica Antonópulos y Paula Grinszpan–, pese a tener un origen muy distinto, que oculta muy bien. En paralelo, Mica (Pichot) puso una peluquería en el barrio de Flores y allí le va bien. Ambas tienen hijos y parecen llevar una vida muy distinta a la de entonces.

Hasta que reaparece en sus vidas Paola (una intensa María Fernanda Callejón), una mujer que se hizo cargo de ese crimen y, al salir de la cárcel, las fuerza a ambas a devolverle el favor. Eso implica engañar y robar a un hombre por motivos que no les explica muy claramente. Pero, sobre todo, las fuerza a reencontrarse. Y, a fin de cuentas, es más relevante a la serie el reencuentro entre las dos viejas amigas que la misión que tienen que cumplir.

Un festín para que Pichot y Gamboa se diviertan peleándose y amigándose constantemente mientras tratan de mantener oculta su misión, VIUDAS NEGRAS (que lleva como subtítulo, para no confundirla con una reciente serie española, P*TAS Y CHORRAS) las pone a atravesar una serie de absurdas situaciones mientras, a la par, enfrenta a la gente de los barrios, las mucamas de los countries, empresarios inescrupulosos y una serie de personajes secundarios que por lo general le dan a los ocho episodios un tono ágil, gracioso, picante y feminista.

La serie –que incluye en su elenco a Minerva Casero, Georgina Barbarossa, Julián Lucero, Agustina Tremari, Emilia Mazer y otros– no se toma demasiado en serio a sí misma salvo para hacer algunas denuncias de violencia de género. De hecho, tampoco pretende darle un viso de justicia poética a lo que las chicas hacen o hicieron, ya que ambas –especialmente Mica– tienen en claro que el motivo fue la plata. Pero la misión nueva es un tanto más arriesgada y las lleva a meterse en asuntos peligrosos, asuntos que obviamente terminarán conectándose con el pasado de ambas.

Los reencuentros familiares (Maru no se ve con la madre y desprecia todo lo que tiene que ver con ella, al punto que ni ella ni su hermano conocen a su familia), las tensiones con las chicas del country, las conversaciones en la peluquería y, en segunda instancia, el caso policial, le otorgan a la serie un tono que pasa de la inspirada acidez a algo más parecido a una comedia costumbrista en plan ESPERANDO LA CARROZA.

Quizás ese cierto toque televisivo que tiene la serie en su estructura y en sus escenas –que no se despegan de muchos de los clichés y oposiciones que este tipo de productos tenían en la tele abierta, más allá de cierto vocabulario– conspire un poco contra sus logros. Dicho de otro modo, VIUDAS NEGRAS no apunta a ser (o acaso no lo intenta) una serie cool a lo DIVISION PALERMO sino que prefiere jugar en un territorio más probado. Pero aún dentro de esas limitaciones (o elecciones), lo que la serie de Pichot y compañía logran es crear un producto ingenioso y, a su modo, bastante crítico de las injusticias de la Argentina contemporánea.