Series: reseña de «Sandman – Temporada 2», de Neil Gaiman, David S. Goyer y Allan Heinberg (Netflix)

Series: reseña de «Sandman – Temporada 2», de Neil Gaiman, David S. Goyer y Allan Heinberg (Netflix)

La historia de Morfeo continúa con su descenso a los infiernos y la búsqueda de uno de sus hermanos perdidos en esta adaptación de la clásica novela gráfica. Con Tom Sturridge, Gwendolyn Christie y Umulisa Gahiga. Los seis primeros episodios de la segunda temporada ya están disponibles en Netflix.

La complicada tarea de llevar THE SANDMAN al audiovisual se volvió aún más complicada en los últimos tiempos a partir de las denuncias de abuso sexual que recayeron sobre Neil Gaiman, el creador del cómic original y uno de los encargados de llevar adelante la serie. Se anunció luego que el propio Gaiman tomaría cierta distancia de la producción y que esta terminaría con su segunda temporada, que se está dando a conocer de un modo un tanto particular: seis episodios el 3 de julio, cinco el 24 de julio y un último, a modo de cierre, el 31, algo que es poco usual en Netflix. No se sabe si la extensión se redujo a partir de ese escándalo o si siempre estuvo pensada de esta manera, pero lo cierto es que el comienzo es –al menos en términos relativos– bastante promisorio.

Un tanto más clara y narrativamente organizada que la primera, extensa y algo reiterativa primera temporada, SANDMAN (la traducción del título al castellano no incluye el artículo) continúa con la saga de Morfeo (o Sueño) combinando y eligiendo algunas de las historias que forman los libros posteriores de Gaiman, especialmente de Estación de nieblas y Vidas breves, además de tomar algunas otras de las autocontenidas de País de sueños. Morfeo está en plan reconstrucción de su mundo, que fuera destruido bajo los muchísimos años en los que estuvo encerrado, y se reúne con los otros Eternos –sus un tanto peculiares hermanos, digamos–, encuentro que posteriormente disparará los hechos de Vidas breves en el que Morfeo y Delirio deben salir a buscar a Destrucción, el familiar ausente por motivos que ya se develarán.

Pero el primer eje pasará por la «entrega» que Lucifer (Gwendolyn Christie) le hace a Morfeo (Tom Sturridge) del Infierno, de la decisión que él debe tomar respecto a quien dejar a cargo de ese lugar (ahí se presenta un catálogo de personajes extravagantes, incluyendo a Odil, Thor, Loki, Azazel, además de ángeles, reyes y dioses de todo tipo, forma y color) y de su intento de reconectar con Nada (Umulisa Gahiga), la mujer a la que dejó prisionera por la friolera de diez mil años. Con esos dos hilos narrativos como ejes, se incluirán además episodios como el de su encuentro con Shakespeare y la representación de una de sus más famosas obras. Pero el recorrido de Sueño será, fundamentalmente, uno de reparación, de tratar de corregir errores y reparar daños hechos en sus viejas épocas, algo que se volverá algo así como su arco dramático, el que marcará su potencial evolución.

La serie seguirá manteniendo ese tono entre pomposo y altisonante, casi demodé, con gran parte de sus actores declamando sus supuestamente profundas líneas de texto como en una obra de teatro de la época del Bardo, mientras los efectos especiales digitales hacen el resto, creando, moviendo y destruyendo los mundos en los que estos personajes viven o atraviesan. Realizados con cuidado (y mucho presupuesto) funcionan como raros backdrops de algo que por momentos tiene un curioso aspecto operístico.

Por suerte –y gracias al personaje de Delirio (Esmé Creed-Miles), más que nada, además de Patton Oswalt como el cuervo Matthew–, esta temporada tiene algo más de humor y ligereza que la primera. Pero no es SANDMAN un producto que se caracterice por eso ni mucho menos. Funciona más bien como un tracto místico y pseudo-filosófico que, por suerte, encuentra en el distante y misterioso personaje de Morfeo un protagonista lo suficientemente intrigante como para conducir este descenso a las profundidades de la imaginación de Gaiman y compañía.