
Estrenos online: crítica de «Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out», de Rian Johnson (Netflix)
En una iglesia de pueblo con un oscuro pasado, el detective Benoit Blanc se une a un sacerdote joven y honesto para investigar un crimen que de tan perfecto parece imposible. En Netflix, desde el 12 de diciembre.
La saga KNIVES OUT, de Rian Johnson, se parece bastante a AVATAR, de James Cameron. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?, se preguntarán. En lo formal y específico, son dos productos muy pero muy diferentes, de eso no hay dudas. Pero lo que los une es algo muy distinto: la dedicación exclusiva a lo largo de muchos años de parte de talentosos cineastas. Uno y otro «universo» llevan a los realizadores a dedicarle muchísimo tiempo –en el caso de Cameron, décadas– a sagas que, a mi modesto entender, no están a la altura de sus talentos y posibilidades. Más allá de lo más o menos logradas que pueda ser cada película per se, siento que sería mucho más interesante para los espectadores verlos aplicar sus talentos a otras cosas, a otras historias, a otros géneros. Pero ambos están enamorados de esas sagas –algo encontraron ahí, claramente– y parecen dedicados a explotarlas por mucho más tiempo aún.
El caso de Johnson no es tan excepcional, ya que muchos cineastas han hecho trilogías o más que eso (como es el caso de Francis Ford Coppola con EL PADRINO o Steven Spielberg con INDIANA JONES, por citar las más relevantes y celebradas), pero las han intercalado a lo largo de una carrera que va y viene entre distintos géneros, estilos, propuestas y temáticas. Johnson, director de BRICK, LOOPER y esa incomprendida pero muy buena secuela de la saga STAR WARS titulada LOS ULTIMOS JEDI, está abocado casi exclusivamente (más allá de alguna serie de TV) a estas historias de misterio a lo Agatha Christie desde 2019. Y con WAKE UP DEAD MAN los films de la saga son ya tres sobre un total de siete que hizo en su carrera. ¿No es demasiada atención la que le pone a este simpático y medianamente atractivo ejercicio de estilo? ¿O Johnson ve algo aquí que yo no veo, quizás un marco genérico que le permita colar historias que son más profundas y complejas que lo que parecen a simple vista?

Si bien ciertos «temas» están ahí, me cuesta ver ese eje como algo central. Lo que veo son, más que cualquier otra cosa, ejercicios de estilo, trabajos prácticos de un cineasta que ya había aprobado de sobra la materia con la original KNIVES OUT. La mínima evidencia del intento de Johnson de hacerle desplegar sus alas a la saga hacia otros territorios pasa por el hecho de que su protagonista, el excéntrico detective sureño Benoit Blanc (Daniel Craig), recién aparece bien entrada la historia. Esto es algo que, por la lógica del relato, sucedía siempre, pero acá está especialmente exacerbado. Hasta llegar a Blanc –y quizás cuando llega también–, la película le pertenece al Padre Jud Duplenticy (Josh O’Connor), un ex boxeador convertido en cura que fue «degradado» a trabajar en un pueblo chico tras un incidente en el que su dos profesiones se mezclaron y terminó golpeando a un colega.
El problema, en principio al menos, no es el pueblo chico en sí, ni la histórica iglesia Our Lady of Perpetual Fortitude, sino el cura de ese lugar, al que debe ir a secundar y –quizás ese sea un plan de la curia– en algún momento reemplazar. El Monseñor Jefferson Wicks (Josh Brolin) es un tipo áspero, agresivo e intenso que predica una versión belicosa y confrontativa del cristianismo. Y, como casi todo lo brutal y cruel en esta época funciona –la conexión entre el hombre y cierto presidente es bastante obvia–, el tipo tiene sus fans. De hecho, cuando a Jud le toca predicar o dirigir la palabra a la comunidad en su reemplazo, lo miran con desgano y hasta fastidio. Wicks será difícil y un tanto extravagante –su bizarra sesión de confesión ante Duplenticy lo deja en claro–, pero está claro que es un líder. El chico está aprendiendo.
Convengamos que el Monseñor no es el único personaje curioso en ese «pueblo chico, infierno grande» al que va a parar el cura boxeador. Tenemos a Martha Delacroix (Glenn Close), excelente como una extraña asistente todoterreno de Wicks; y a las personas más resonantes de la congregación, incluyendo al Doctor Sharp (Jeremy Renner), la abogada Vera Draven (Kerry Washington), la cellista con problemas motrices Simone (Cailee Spaeny) y el escritor de best sellers en decadencia Lee Ross (Andrew Scott), entre otros. Una vez producido el crimen que Blanc vendrá a investigar se sumará una agente de policía, encarnada por Mila Kunis, que tiene también sus particularidades.

¿Habrá un crimen? Y, sí, claro, que para eso estamos acá. No diremos quién muere pero sí que el cura boxeador es uno de los principales sospechosos, por lo que el hombre deberá investigar junto a Blanc –o por su cuenta– para tratar de limpiar su buen nombre. Y como lo que pasa en el presente se conecta a cosas que sucedieron en el pasado, el misterio se irá agrandando y engordando hasta volverse un tanto excesivo. Con el correr de los minutos de las casi dos horas y media que dura WAKE UP DEAD MAN uno va pasando de la curiosidad e interés de la primera parte al agotamiento que arremete en la segunda, cuando ya las piezas temáticas y humanas del juego están expuestas y solo queda estirar hasta lo imposible la resolución del caso.
No es una revelación porque viene trabajando a destajo en los últimos años, pero la carta fuerte de esta tercera película es O’Connor, haciendo un personaje cuya actitud franca, humana y desprovista de los excesos interpretativos propios del género en su versión más tradicional contrastan con el sí más excéntrico Craig, el propio Brolin o, de una manera más sinuosa y simpática, Glenn Close. Más allá de que en cierto momento uno le pierde paciencia a los nudos gordianos dentro de otros nudos gordianos en los que se mete la trama, uno sigue conectado a lo que acontece en gran medida gracias a los actores, que parecen divertirse tanto como Johnson metiéndose en estos territorios que se prestan bien para probar cosas, inventar y hasta pasarse de rosca.
Pero mi sensación es que no pasa mucho –ni en la saga ni en la película– que merezca ser recordado. De hecho, escribo esta crítica a dos semanas de haber visto WAKE UP DEAD MAN y tengo la sensación de haberme ya olvidado más de la mitad de las cosas que pasan ahí. Y si bien es cierto que eso puede pasar porque uno ve muchas películas, de LOOPER me acuerdo de casi todo… y es de 2012. Pero quizás el objetivo de esta saga sea que, más allá de algunas veladas críticas al autoritarismo político que las recogerá quien quiera o pueda hacerlo, los suscriptores a Netflix pasen un rato ameno en compañía de estrellas de cine que se divirtieron tratando de descubrir quién es el asesino…



