Estrenos online: crítica de «Cover Up: un periodista en las trincheras», de Laura Poitras y Mark Obenhaus (Netflix)

Estrenos online: crítica de «Cover Up: un periodista en las trincheras», de Laura Poitras y Mark Obenhaus (Netflix)

Este retrato revelador del legendario periodista de investigación Seymour Hersh recorre seis décadas de artículos explosivos que expusieron crímenes de guerra, operaciones encubiertas y abusos de poder. En Netflix a partir del 26 de diciembre.

Los Estados Unidos tienen una larga tradición de grandes periodistas de investigación, esos personajes de la vieja escuela que, con su libreta de anotaciones a cuestas, recorren los pasillos del poder, hacen los llamados telefónicos, hablan con informantes ocultos y se quedan hasta altas horas de la noche redactando notas que, al día siguiente, pueden cambiar la vida de muchas personas y hasta la historia del país. Gracias a su investigación sobre Watergate para The Washington Post, Carl Bernstein y Bob Woodward quizás sean los más conocidos y representativos. Pero hubo –y aún quedan– muchos más. Seymour Hersh es una de esas figuras míticas y para algunos controvertidas del periodismo de ese país. Y este documental, codirigido por alguien que hace gran periodismo de investigación desde el cine como es el caso de Laura Poitras, se centra en sus experiencias.

Hersh hoy tiene 88 años y sigue escribiendo notas de investigación, hablando con fuentes, chequeando datos, revisando documentos secretos llenos de tachaduras, consiguiendo materiales acerca de Ucrania, Gaza o Donald Trump para su página en Substack. Sigue igual de activo, intenso y cascarrabias como, se comenta, siempre fue. Y lo que Poitras (Citizenfour) y Mark Obenhaus hacen aquí es recuperar algunas de sus mejores historias, conocer algunas cosas de su vida –de la que prefiere mucho no hablar– y husmear en algunas de las controversias que lo acompañaron a lo largo de más de 60 años de carrera como periodista y autor de varios libros de investigación.

Organizado en función de una serie de reveladoras y por momentos conflictivas entrevistas con el propio Hersh –quien en varios momentos cuestionará a los directores e intentará abandonar la película–, lo que Cover-Up irá contando es algo así como la historia secreta de los Estados Unidos en función de las revelaciones que Hersh fue obteniendo de muchos hechos de corrupción, torturas, violaciones a los derechos humanos y otros actos delictivos cometidos por varias agencias e instituciones de ese país. Si algo distingue a Hersh de muchos colegas, es que el hombre jamás cedió a presiones institucionales o editoriales al punto de renunciar de los medios que no lo dejaban publicar sus historias.

La investigación que le dará un nombre y lo transformará en una celebridad fue la de la Masacre de My Lai, durante la guerra de Vietnam, una matanza de más de 400 civiles desarmados de ese país por parte de los militares norteamericanos. Fue él quien se enteró del hecho, considerado en ese momento algo circunstancial y producto de un soldado que enloqueció, y lo que terminó saliendo de ahí fue un escándalo nacional que tiró abajo el (poco) apoyo que tenía esa guerra ya a fines de los ’60. La película dedicará más de un tercio de su metraje a esta fundamental investigación, una que fue creciendo, cambiando y empeorando hasta mostrar, con el paso del tiempo, el lado más oscuro de la guerra.

Esa fue la primera relevante de una serie de investigaciones que seguirían a lo largo de los años en los que trabajó para la agencia AP, The New York Times y The New Yorker, entre otros medios. Algunas de sus otras revelaciones importantes incluyeron la participación de la CIA en el golpe militar a Salvador Allende en Chile, algunos descubrimientos ligados a Watergate –que se sumaron a los que generaban Woodward y Bernstein en The Post, escándalos corporativos, espionajes de la CIA a ciudadanos norteamericanos, inenarrables torturas militares en la Guerra de Irak y, en libros que publicó, algunas controvertidas revelaciones sobre la vida de John F. Kennedy, entre muchísimas otras.

Algunas características de su estilo de investigación lo volvieron controvertido ya que Hersh –por la naturaleza de los temas sobre los que trabaja– se apoya casi siempre en fuentes secretas que no revelan sus nombres. Y este formato lo ha llevado a que muchos duden de la veracidad de sus revelaciones. Lo cierto es que, salvo en hechos muy puntuales (uno de los cuales se discutirá en el film), los secretos que sus artículos han revelado usualmente fueron verdaderos. De todos modos, como buen «lobo solitario» no dispuesto a transar o a aceptar órdenes, se ha ganado muchos enemigos a lo largo de los años, muchos de los cuales han cuestionado su manera de trabajar.

Poitras y Obenhaus utilizan materiales (filmaciones, fotos, notas periodísticas) de las épocas que sus artículos tocan y entrevistas a colegas y personas con las que Hersh se relacionó a lo largo de su vida. Pero el centro es él: sus recuerdos, su pasión por su trabajo, sus lágrimas ante algunas difíciles situaciones que le han tocado vivir, su fiereza al hablar de su manera de entender el periodismo y su palpable irritabilidad cuando algo no parece poder controlar. Esa tensión entre el personaje y los directores –quienes lo admiran aunque no temen cuestionarle cosas– le da un elemento extra a un documental sobre una profesión como el periodismo de investigación que hoy parece más necesaria que nunca pero que, por la rara época en la que nos toca vivir, está cuestionada y desprestigiada.