
Estrenos online: crítica de «El gran viaje de tu vida» («A Big Bold Beautiful Journey»), de Kogonada (HBO Max)
Un sistema de navegación con inteligencia artificial envía a dos almas perdidas (Colin Farrell y Margot Robbie) a un viaje por carretera a través de sus propios pasados, donde el amor y el destino se cruzan. Desde el 26 de diciembre, por HBO Max.
Hay películas que son capaces de sorprender aún en estos tiempos en los que todo parece digerido y calculado. Esas sorpresas no siempre son positivas, pero lo dejan a uno pensando, entre la extrañeza y la incredulidad, y preguntándose: ¿a quién se le ocurrió filmar algo así? El gran viaje de tu vida es uno de esos films capaces de generar ese tipo de duda. Dirigida por un realizador algo excéntrico pero que hasta ahora había hecho un par de películas intrigantes como Columbus y After Yang, este drama romántico protagonizado por Colin Farrell y Margot Robbie no parece ser un proyecto personal de esos que no salen bien. De haber sido algo así –como fue el caso de Megalópolis, de Francis Ford Coppola–, uno al menos valoraría el riesgo que se ha corrido aún cuando los resultados no hayan sido los esperados. Pero no. Este parece haber sido un intento de hacer una película comercial con una dupla de celebridades. Y el resultado no solo es pobre sino por momentos hasta incomprensible.
¿Qué es El gran viaje de tu vida? Una puesta en viñetas de algo que se acerca bastante a un libro de autoayuda que toma la forma audiovisual de pequeñas enseñanzas de vida, un film que no es un film propiamente dicho sino una suerte de ensayo en estudios (con decorados que en muchos casos parecen superpuestos digitalmente) entre dos actores famosos a quienes se les ha pedido emocionarse sin jamás despeinarse ni perder la elegancia. En una serie de escenarios propios de la ciencia ficción, del realismo mágico o de la cuenta de un influencer de Instagram, Kogonada apuesta a acercarse a películas como Eternal Sunshine of the Spotless Mind o The Truman Show al crear una historia de amor con elementos fantásticos, pero jamás encuentra el tono o el formato para hacerlo. Y como nada o casi nada funciona, la película se empanta en un ciclo agotador de banalidades que se apilan entre sí.
Durante 20, 25 minutos, la cosa más o menos funciona. Uno sabe que Kogonada está operando en un registro muy limítrofe, pero la intriga respecto al universo que describe y el carisma de los protagonistas hacen más o menos llevadera la cosa. Farrell encarna a David, un hombre apesadumbrado pero elegante que debe conseguir un coche para ir a una lejana boda y termina recayendo en un raro servicio de alquiler atendido por una excéntrica dupla (Phoebe Waller-Bridge y Kevin Kline) que habla y se comporta como si recién llegaran de Marte. Hay algo performático en esa presentación que hace saber a la audiencia que lo que viene será por lo menos raro. Y lo es. David les termina alquilando el coche en cuestión, uno que viene con un GPS incluido. Pero se trata de un GPS que no da solo direcciones de tránsito sino de vida.

Al llegar a la boda, David se topa con la bella Sarah (Robbie) y hay, en paralelo, atracción mutua y rechazo. El rechazo parece venir de la chica, que sabe que sus historias de amor siempre han terminado mal (ella suele ser la que se va o engaña a sus parejas, dice) y de entrada le dice a David que no vale la pena el esfuerzo de mutuamente conquistarse. Pero pronto se revela que Sarah también llegó con un similar automóvil y que quizás la IA que controla el GPS de ambos tenía en claro que estas dos inmaculadas criaturas que parecen salidas de una tapa de revistas tenían sí o sí que encontrarse y vivir su (im)posible historia de amor en una dimensión a la que el resto de los humanos jamás podrá llegar.
A Big Bold Beautiful Journey se centrará en el accidentado viaje de regreso que encaran ambos, cada uno en un auto distinto, con destino a la misma ciudad en la que viven, una que parece ser New York aunque no se la nombra. El GPS los hará cruzarse e ingresar a extrañas puertas que aparecen en medio de la nada y que los llevan a distintos escenarios de sus respectivos pasados. ¿La misión? Entender qué, cuándo y cómo sus vidas se «torcieron» dificultando sus posibilidades de tener una sana relación de pareja. Y eso los llevará a sus infancias, adolescencias y específicos momentos de sus vidas en los que, siempre con sus cuerpos adultos, atravesarán situaciones complicadas y especialmente algunas traumáticas de sus respectivas historias, la mayoría de ellas entre previsibles y arquetípicas.
Más allá de la extrañeza simbólica que ofrece la película, el problema no necesariamente pasa por el guión. O no solo pasa por ahí. Uno entiende que, para transformar este tipo de material en algo cinematográfico, Kogonada creyó que hacía falta transformarlo en algo visualmente sobrecargado, a mitad de camino entre películas elaboradas como Más allá de los sueños y una serie de dibujos infantiles. La estética de El gran viaje de tu vida solo puede ser tolerable (hasta ahí) en un cortometraje, un videoclip o un reel de red social. Hay algo de su forzado pastiche de elementos que no se sostiene en un largo. O, dicho de otro modo: hace falta mucho más talento que el que tiene Kogonada para hacerlo.

La historia de amor nunca cuaja, los viajes al pasado giran todos sobre premisas más que obvias, y Robbie y Farrell pueden llamar la atención de entrada por su presencia pero pronto caen en la densa y pesada bola de «traumas» que propone el guión de Seth Reiss, que antes de filmarse estaba en muy buena consideración dentro de Hollywood. Los dos son carilindos, carismáticos y saben cómo conquistar a la audiencia, pero lo que aquí nunca les funciona es la conexión entre uno y otro. Y si eso no está, todo se vuelve aún más difícil, especialmente en películas como esta, que requieren de un alto nivel de suspensión de incredulidad para conectarse. Ahí parece quedar en evidencia que cada uno de ellos tiene un GPS separado, uno que por más que intente conectarlos se ve que funciona bastante mal.
Hay una idea interesante y potencialmente inquietante circulando en el film, una ligada a la utilización de la IA para organizar citas o encuentros románticos entre personas. Asumo que eso es algo que ya existe y que la película –acaso sin quererlo, ya que estimo que el guión es previo a la explosión de esta tecnología– lleva a un territorio de fantasía. Pero en lugar de explorar las posibilidades y complicaciones que algo así podría producir, Kogonada y equipo la usan como excusa para crear una serie de sesiones de terapia detectivesca en plan «búsqueda del trauma». Y llegan a algo tan previsible y desangelado como el único beso que los dos protagonistas se dan en la película, quizás la muestra de afecto y cariño menos amorosa de la historia del cine.



