BAFICI 2015: Panorama (27 reseñas)
Un primer acercamiento al extenso Panorama del BAFICI con una veintena –para empezar– de títulos que están en esa sección. Muchos de los filmes incluidos aquí ya fueron reseñados en estas páginas, otros se han agregado ahora y, en el correr de los próximos días, se irán sumando unos cuántos más. La sección, como saben, […]
Un primer acercamiento al extenso Panorama del BAFICI con una veintena –para empezar– de títulos que están en esa sección. Muchos de los filmes incluidos aquí ya fueron reseñados en estas páginas, otros se han agregado ahora y, en el correr de los próximos días, se irán sumando unos cuántos más. La sección, como saben, es un amplio repaso por película de todo tipo, género, estilo, nacionalidad y formato por lo cual es difícil aplicarle un criterio unificador. Sí se puede decir que, como en los últimos años, BAFICI ha apostado por traer menos títulos consagrados a lo largo del año festivaleros y apostar más a los descubrimientos y rarezas. No lo notarán aquí ya que las críticas que subo son más bien de películas relativamente consagradas que pude ver a lo largo de los últimos meses, pero irán apareciendo en breve esas sorpresas que siempre nos depara el festival porteño.
Aquí, una serie de críticas completas y las introducciones –primeros párrafos– a críticas que continúan en sus respectivos posts publicados durante otros festivales. Las nuevas que se vayan agregando aparecerán al principio del post.
PANORAMA
LLAMAS DE NITRATO, de Mirko Stopar
La increíble historia del dificultoso rodaje de LA PASION DE JUANA DE ARCO y de la frustrada posterior carrera cinematográfica de su protagonista, María Falconetti, es el eje de este documental que narra la vida de la actriz comenzando por la dura filmación de esa película que terminaría transformándose en un clásico pero que la dejaría fuera de carrera por el resto de su vida, ya que no volvió a filmar más. Si bien era una respetada actriz teatral, de a poco fue quedándose fuera de los circuitos, trabajando en teatros de provincia para terminar emigrando a Brasil y, como es sabido, a la Argentina, donde pasó varios de los últimos años de su vida. Con cuidadosas reconstrucciones del rodaje de la mítica película de Carl Dreyer (con quien se llevó pésimamente mal), imágenes de archivo de la época, fotos, entrevistas y algún descubrimiento posterior que no conviene revelar, este breve filme de Stopar –cineasta argentino radicado en Noruega– toma un material que ya había sido analizado en otros filmes (especialmente en BOULEVARD DEL CREPUSCULO, de Edgardo Cozarinsky) para contar una zona oscura y poco conocida del mundo del cine y que muestra que detrás de un clasico del cine homenajeado y celebrado hasta el hartazgo se esconden historias más tristes y oscuras.
NOSOTROS, ELLOS Y YO, de Nicolás Avruj
Alrededor de quince años después de rodada, el productor de las películas de Diego Lerman, entre otras, Nicolás Avruj, estrena su primera película como realizador. El «rodaje» en cuestión tuvo lugar cuando Avruj –de una familia judía porteña– viajó de muy joven a Israel con algunas convicciones bastante claras –heredadas, familiares, aprendidas aquí– acerca del Estado Judío para toparse allí con que las cosas no eran tan sencillas ni blanco/negro, ya que una intifada palestina lo agarró en pleno viaje. Avruj recupera ese material filmado entonces y lo reorganiza para contar un viaje de descubrimiento que es una historia personal y familiar que se vuelve universal gracias a la presencia del realizador en Gaza justo en el momento de los hechos. Hay entrevistas y mucho material rodado en el lugar acerca de la tensa situación entre Israel y los palestinos, y si bien los que conocen más o menos bien el tema sentirán que algunas cuestiones son un poco didácticas y/o subrayadas, para los que viven esa historia más de afuera (o la conocen muy por arriba) se encontrarán con este documental que supera el relativo amateurismo de su rodaje inicial para convertirse en un viaje de (re)descubrimiento que pone en cuestión algunas convicciones de la comunidad judía acerca de la situación en Israel. Y que pone en duda muchas certezas heredadas familiarmente.
TRAS LA PANTALLA, de Marcos Martínez
De las varias películas que retoman la historia del cine argentino y analizan la industria de los años y décadas pasadas que se están viendo en el BAFICI, acaso esta sea, a la vez, la más «amateur» en cuanto a estética y la más rica e interesante en cuanto a temática. Martínez se centra, en principio, en la historia del distribuidor Pascual Condito, un inolvidable e inconfundible mito de la distribución local que lleva décadas en el circuito del cine. Pero el filme no intenta contar su historia personal ni profesional a lo largo de sus muchos años de carrera, ni se embebe del enorme anecdotario que maneja su personaje, sino que se centra en algo específico: la mudanza de su compañía Primer Plano de su enorme y antigua sede en Riobamba y Lavalle a una de la zona de Villa Ortúzar, más pequeña, cuando el negocio empieza a andar mal. La película consiste en filmar conversaciones de Pascual con varias personas del ambiente (varios colegas periodistas y muchos cineastas, miembros del gremio y sus familiares) con los que Condito se pone «la camiseta» del cine nacional y trata de defenderlo de la invasión de tanques de taquilla en las multipantallas. Pero aún más interesante que esos diálogos y anécdotas, es la filmación del vaciamiento de esa histórica oficina, la mudanza en cuestión, que tiene mucho que ver con LA SOMBRA, de Javier Olivera, otro notable documental de este festival de similar propuesta. Si bien los tiempos y las historias que cuentan son distintas, ambas películas testimonian una demolición, la de una casa que fue el cine argentino de cierto momento histórico. Es claro que el cine argentino sigue vivo, pero personajes como Condito –alejado del barrio y con menos presencia en la distribución que décadas atrás– lo tornaban en una batalla, una lucha personal cotidiana por amor al séptimo arte. Ahora los números pueden ser mejores o peores, pero ya nadie se queda a dormir en una oficina rodeada de posters de viejas películas argentinas. Esa pasión es la que homenajea esta pequeña y finalmente conmovedora película de amor al cine.
LA VIDA DESPUES, de Pabllo Bardauil, Franco Verdoia
Esta apuesta de relato clásico acerca de una pareja –interpretada por Carlos Belloso y María Onetto– que se separa tras vivir juntos por 25 años propone un acercamiento a los reacomodos, dolores y frustraciones de empezar una nueva vida sin poder del todo desengancharse de la anterior, ya que ambos parecen estar atravesando la situación de la separación de una manera muy adulta, civilizada y amigable. La primera parte toma el punto de vista de él, que no puede de dejar de obsesionarse por lo que hace y deja de hacer su ex, si ve a otras personas o no, además de retomar algunos hábitos privados dejados de lado, aparentemente, por largo tiempo. Esta parte revelará algunos secretos, incorporará un costado «pesadillesco» y tendrá algunas sorpresas que marcarán a fuego la parte de la historia contada por ella. Tomando en cuenta la lógica del guión y las sorpresas que tiene conviene no contar más, salvo para decir que la parte que toma el punto de vista de ella juega con versiones diferentes de cosas que vimos previamente, pero que a partir de ese inesperado giro de los acontecimientos pierde un poco su fuerza e interés, desviando su eje de lo que hasta entonces era importante y estaba bastante bien tratado hacia una zona menos rica en matices dramáticos. Sobrias y muy sólidas actuaciones de Belloso y Onetto están entre lo mejor de este drama que, tras un muy buen planteo y arranque, no termina siendo del todo convincente en su etapa final.
UN APLAUSO AL QUE VIVE, de Florencia Inés González.
En un día en el que muchos de los estrenos estuvieron ligados al concepto «retrato de personaje curioso», en mayor medida, esta es la película que tal vez cae más en los defectos inherentes a este tipo de propuesta, si bien de todos modos logra salir airosa de sus zonas más abyectas. El protagonista, el pastor evangelista Diego Gebel, es toda una curiosidad, un hallazgo casi: un pastor religioso que combina en sus misas sus frenéticos sermones y shows cercanos a los de un teatro de revistas. Es que para ir llevando más y más gente a sus «eventos», el hombre fue convocando cantantes de cumbia, vedettes, travestis, números musicales y de baile. Gebel es un hombre frenético, cuyos sermones/shows pueden ser electrizantes y un poco «truchos», pero revela ser una persona abierta y con convicciones que muchas veces van a contramano de los represivos sistemas religiosos que este tipo de pastores suelen representar, y sus fieles lo adoran como es. De todos modos, claro, hay algo que bordea lo «chanta» en su filosofía religioso/comercial. Se trata, sin dudas, de un personaje rico e interesante –y el filme logra captar eso–, solo que en muchos momentos cae en el «freakismo» de la situación, en poner al espectador a segura y sobradora distancia de un grupo de personas a las que mirar con una mezcla de condescendencia (en el mejor de los casos) y de burla, en otros. Ese problema del filme no le permite dejar en primer plano su costado más interesante: su planteo crítico e ideológico a la religión establecida.
VERGUENZA Y RESPETO, de Tomás Lipgot
Si de información cultural se trata, la película de Lipgot aporta una mirada muy íntima y cercana al mundo de los gitanos en el Gran Buenos Aires, centrándose en un férreo núcleo familiar que trata de mantener sus tradiciones pese a los cambios –en especial los tecnológicos y las redes sociales tipo Facebook– que van alterándolo todo, especialmente su vida de comunidad semicerrada. Lipgot observa a los distintos personajes, los escucha y narra sus peripecias pero no juzga ni condena, lo cual es valiosísimo en cuanto a saber ubicarse a la distancia justa de ellos, si bien eso no impide notar que algunas de las tradiciones de las familias en cuestión son un tanto represivas y misóginas, algo que el filme no dice pero queda claro en más de una escena y entrevista. Es un retrato sincero y abierto que se ofrece al espectador con sus contradicciones en carne viva.
TOPONIMIA, de Jonathan Perel (Argentina)
Perel sigue investigando en las huellas (los «residuos») arquitectónicas y geográficas de la dictadura. En esta ocasión se centra en una serie de pueblos que fueron fundados por los militares durante la dictadura en Tucumán y que tomaron el nombre de algunos caídos –en el lado militar– en los choques con la guerrilla. Los pequeños pueblos, armados de la nada y casi iguales entre sí, supuestamente «cedidos» por los dueños de los terrenos, hoy existen y la película los muestra en su vida cotidiana, sus lugares, su gente yendo y viniendo, la forma casi fantasmagórica en la que el pasado se hace presente en la actualidad y casi parece no dejar rastro, exhibiendo un extraño silencio de ciencia ficción, como si la vida apacible de cada uno de esos pueblos existiera en un planeta paralelo. Los planos y las historias que podemos suponer –no hay diálogos en el filme– son fascinantes, aunque el formato finalmente se vuelva un poco sistemático y reiterativo. La lógica de la película es esa –todos los pueblos fueron creados iguales y todos lucen bastante iguales hoy también– e incluye, o se traga, su propia «repetitividad», como muchos filmes de tesis que quedan claros temáticamente en poco tiempo. De todos modos, las imágenes son contundentes en sí mismas y por momentos causan escalofríos en su absoluta normalidad pueblerina, en la que el pasado se cuela aquí o allá, apareciendo cuando menos lo esperamos.
CAVALO DINHEIRO, de Pedro Costa.
Película de zombies, de muertos vivos, del presente vivido como si fuera el pasado o el pasado como el presente, la nueva película del realizador portugués lleva aún más lejos la exploración del mundo de Fontainhas de sus anteriores HUESOS, EL CUARTO DE VANDA y JUVENTUD EN MARCHA. Aquí, el barrio ha desaparecido y lo que quedan son sobrevivientes de lo que parece haber sido una masacre, recorriendo pasillos de hospitales derruidos y conversando –o imaginando conversaciones– con otros en iguales condiciones. Pero hay dos elementos que se le agregan a la ya habitual mirada precisa desde lo temático y poética desde lo estético de Costa respecto de la suerte de los “caboverdianos” en Portugal, con el viejo y hoy cada vez más tembloroso y enfermo Ventura otra vez como protagonista principal. Por un lado, un fuerte acento político, que se refiere a la crisis actual pero que apoya aún más en las consecuencias de la Revolución de los Claveles de 1974, a través de la cual las vidas de varios de los personajes del filme se conectan… (Crítica completa, aquí)
CITIZENFOUR, de Laura Poitras.
En TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE, una de las películas clave de los años ’70, el director Alan J. Pakula se dedicaba a recuperar, ficción mediante, los hechos y revelaciones periodísticas que condujeron al famoso Watergate. Si bien estaba basada en hechos reales, conocidos y reportados, los mecanismos ficcionales eran inevitables y formaban parte lógica de su estructura narrativa. En CITIZENFOUR, la directora Laura Poitras no necesita de esos mecanismos ni de reconstrucción alguna para llevar al espectador la saga de las revelaciones acerca de los controles sobre toda forma de comunicación (internet, telefónica, etc.) que tiene la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos (la N.S.A.) y que fue denunciada a mediados de 2013 por un hasta entonces desconocido Edward Snowden. No le hace falta porque Poitras fue, desde un primer momento, parte de la historia. Y la filmó. Según cuenta con su propia voz en un filme que mezcla los recursos clásicos del cinema-verité con una cierta estilización similar a la de esos thrillers paranoicos de los primeros ’70 (LA CONVERSACION, LOS TRES DIAS DEL CONDOR, ASESINOS S.A.), y un ir y venir por el mundo que le dan un aire a una de esas grandes historias de espías craneadas por John Le Carré, Poitras fue contactada por el propio Snowden como una de las depositarias de esa pila de secretos sobre los manejos de la N.S.A. que superan, por mucho, lo permitido aún dentro de los amplios marcos de la Patriot Act, lamentable marco legal instituido en los Estados Unidos después del 11 de septiembre de 2001. Básicamente, lo que Snowden tenía para contar era que todos los llamados telefónicos y usos de internet de los ciudadanos estadounidenses –y de buena parte del resto del mundo también– eran recolectados y monitoreados por el poder, al mejor estilo Gran Hermano… (Crítica completa, aquí)
EL SECUESTRO DE MICHEL HOUELLEBECQ, de Guillaume Nicloux.
Una grata sorpresa fue esta película centrada en el escritor francés que resulta secuestrado por un trío de losers y lo que pasa en su particular cautiverio en una casa ubicada en un lugar alejado. El frágil y peculiar Houllebecq demuestra un gran sentido del humor al aceptar este proyecto de bajo perfil y en tono de comedia negra en la cual un ex soldado israelí, un fisicoculturista y un hombre que se dedica a la lucha libre lo encierran en una casa y allí van formando una curiosa relación que se vuelve aún más curiosa con la llegada de otros, inesperados, personajes a la “cita”. Una película muy pequeña y simpática, que parte de una noticia real (durante 2011, tras ausentarse de varios compromisos, se dijo que al escritor lo habían secuestrado, algo que el siempre negó)
HERMOSA JUVENTUD, de Jaime Rosales
La crisis económica española y su impacto en los jóvenes es el centro de este filme de Rosales que trata sobre una pareja en Madrid que trata de sobrevivir casi sin dinero, situación que se complica aún más cuando ella queda embarazada y deciden tener un niño. Natalia vive con su madre divorciada y con sus hermanos menores. No parece tener mucho más que hacer en su vida que verse con su novio, Carlos, que trabaja para una empresa constructora que le paga una miseria. El vive con una madre obesa y enferma a la que debe cuidar, mientras que Natalia y su hermano tienen una relación muy crispada con su madre y casi no ven a su padre. La historia sigue a la pareja en su cotidianeidad: salidas, fiestas, amigos, pero más que nada en su aburrimiento, desmotivación y falta de horizontes. Un trabajo para un video porno propone un momento divertido del filme y hasta en sus vidas: ganan 600 euros en una hora. Pronto Natalia queda embarazada y tienen al bebé, al que le regalan la camiseta del Atlético Madrid “del Cholo Simeone”, como dice el padre. Carlos se mete en una pelea de barrio que puede traerle más problemas. Y ninguno parece tener soluciones para su principal problema: la falta de dinero y de trabajo. El filme no sale de lo previsible para este tipo de relatos (tiene algo de indie americano), pero logra dos personajes atractivos (casi demasiado) y plantea de forma realista sus situaciones personales y familiares. Es también una mirada desesperada y desesperante de la realidad económica española. Por otro lado, algunas elecciones formales (unos inserts hechos a partir de diálogos en whatsapp, fotos en Instagram, charlas en Skype, videojuegos, etc) resultan un tanto irritantes e innecesarias, mientras que la duración se vuelve otro problema, ya que la película termina dando vueltas sobre sí misma, casi como sus personajes.
HILL OF FREEDOM, de Hong Sangsoo.
La magia de Hong Sangsoo, se ha dicho esto mil veces, es hacer pasar por simple lo complicado, por básico lo complejo y hasta por casual, lo profundo y existencial. Todo eso esta demostrado en HILL OF FREEDOM, su magnifica película que acaba de presentarse en el Festival de Viena (la Viennale). Las historias pueden ser mínimas, los diálogos casi intrascendentes y las escenas aparentemente banales, pero detrás de esa simplicidad existe no solo una compleja organización narrativa sino una profundidad temático/filosófica a la que pocos cineastas llegan. HILL OF FREEDOM juega este juego y lo hace aun mas obvio, ya que la mayoría de los personajes hablan en inglés, lo cual vuelve a sus diálogos en muchos momentos muy básicos y repetitivos, al estar dichos por personas que no hablan del todo bien el idioma y se mantienen siempre dentro haciendo comentarios bastante pasajeros. A diferencia del filme con Isabelle Huppert –otro que usaba el ingles como lingua franca– aquí el idioma surge de la combinación de un protagonista japonés en escenarios coreanos. Es la historia de Mori, un hombre que vuelve de Japón a Corea a buscar una mujer allí con la que tuvo una relación un tiempo atrás. La estructura indirecta que usa Hong para relatar esta historia es más importante de lo que puede parecer en un principio. Esta mujer –llamada Kwon– es la que retira un montón de cartas que él le mando a ella contándole los esfuerzos que hizo para encontrarla y las aventuras que vivió en el interín. El problema es que a Kwon las cartas –que no están fechadas– se le caen al piso, las recoge y las lee fuera de orden. Y así, desordenada, vamos viendo las historias que él le cuenta… (Crítica completa, aquí)
JIA ZHANG-KE, UN HOMBRE DE FENYANG, de Walter Salles Jr.
Este documental –presentado como un casi terminado Work in Progress en el Festival de Roma con motivo de un premio a la carrera de Walter Salles– es sorprendente por dos razones. En principio, por la inesperada combinación de realizadores. Nadie imagina al brasileño Salles eligiendo como figura –como ídolo, referencia, cineasta admirado– a Jia Zhangke, un realizador con el que parece tener muy poco en común, tanto desde sus nacionalidades como en sus historias personales/familiares y en sus películas. Y, segundo, porque esa combinación en principio “sospechosa” termina por dar resultado no sólo una gran película sino la que es, para mí, la mejor de toda la carrera del realizador brasileño de DIARIOS DE MOTOCICLETA y ESTACION CENTRAL. A GUY FROM FENYANG es un documental clásico en su construcción pero centrado más en la experiencia y en la observación que en las entrevistas. Salles viajó a Fenyang, el pueblo del que Jia es originario, y lo acompañó por sus calles mientras Jia le (y nos) mostraba lugares de rodaje de sus películas (todas las de su primera etapa se filmaron allí). Pero Salles no conduce entrevistas tradicionales sino que en general las conversaciones y los diálogos surgen de encuentros y charlas de Jia con sus amigos y compañeros de la infancia y adolescencia, miembros de su familia, conocidos y personas que participaron de distintos modos en películas como XIAO WU, UNKNOWN PLEASURES y PLATAFORMA, entre otras… (Crítica completa, de Roma 2014, aquí)
THE LIES OF THE VICTORS, de Christoph Hochhausler
THE LIES OF THE VICTORS (Las mentiras de los vencedores), la nueva película del realizador alemán Christoph Hochhäusler, es a la vez una exploración sobre las relaciones entre los poderes periodísticos y políticos a la vez que una suerte de estudio sobre el arte de la simulación y el engaño. Este thriller dramático que, seguramente, en manos de muchos realizadores norteamericanos, podría haber sido igualmente interesante aunque mucho más lineal (en una línea que une a filmes setentistas como TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE y LA CONVERSACION hasta ejemplos más recientes como EL INFORMANTE) encuentra en manos de Hochhaüsler una estructura más difusa, compleja y sugerente. No solo es un filme sobre la manipulación de la información en la ficción sino uno en el que esa misma manipulación se traslada fuera de la pantalla y pasa al espectador. El director alemán se caracteriza por movimientos fluidos y constantes de la cámara, por un montaje muchas veces asociativo y por ir metiendo a los espectadores en complejas tramas ofreciéndole retazos mezclados de información que, muchas veces, debe uno ir asociando de a poco. Es por eso que el filme, durante su primera media hora, puede parecer un tanto confuso. Hochhäusler nos mete de lleno en una redacción de una revista alemana tipo Der Spiegel y nos hace ir atando cabos acerca de quién es quién y qué está sucediendo… (Crítica completa, de Roma 2014, aquí)
MAIDAN, de Sergei Loznitsa.
No es nada sencillo construir filmes duraderos basados en circunstancias políticas actuales y en movimiento. No sólo porque no se suele tener la suficiente distancia crítica con los acontecimientos en sí, sino que ni siquiera los propios acontecimientos han llegado a algún tipo de conclusión que sostenga un análisis. Eso es lo que pasa con Ucrania ahora y eso es lo que hace doblemente excepcional a MAIDAN, el filme de Sergei Loznitsa que sigue los procesos políticos que se vienen sucediendo en ese país desde el año pasado. Otras películas como la reciente THE SQUARE, sobre las revueltas en Egipto, optan por un registro algo más periodístico que funciona siempre y cuando las circunstancias políticas no se modifiquen entre el fin del montaje y el estreno. Esa lógica no puede sostenerse demasiado cinematográficamente. Pero la de Losnitza es perfecta porque es registro puro. Mediante planos fijos y a una distancia entre considerable y prudencial de los acontecimientos, su cámara filma las manifestaciones callejeras que tuvieron lugar en el centro de Kiev desde noviembre de 2013 a febrero de 2014. El registro va desde detalles mínimos (gente entrando y saliendo de un edificio, comida que se va juntando, personas que caminan o cantan el himno) hasta momentos un poco más centrales, como discursos en vivo o lecturas/actuaciones musicales desde el escenario central. (Crítica completa, de Cannes 2014, aquí)
LE MERAVIGLIE, de Alice Rohrwacher
Tras el éxito el año pasado en todo el mundo de LA GRANDE BELLEZZA, de Paolo Sorrentino (ganadora del Oscar al mejor filme extranjero, entre otros galardones), todo el mundo ha vuelto a hablar de un cine italiano en pleno renacimiento. El triunfo de LA MERAVIGLIE aquí en Cannes –ganó el Gran Premio del Jurado, segundo en importancia tras la Palma de Oro– pareciera confirmar ese dicho: algo está pasando en el cine de ese país. Por un lado, es cierto. Pero, por otro, nada más distinto que estas dos películas en sus propuestas estéticas y narrativas. Tan distinta, digamos, que tranquilamente podríamos llamarla “la piccola bellezza”. Segunda película de Rohrwacher tras la muy buena CORPO CELESTE, se centra también en la vida cotidiana de una familia muy poco común, integrada por un padre de origen alemán, una madre, cuatro hermanas y una “tía” que viven juntos en una zona campestre y se dedican a la apicultura. Pero no es eso lo que los vuelve “poco comunes” sino su estilo de vida: el padre es un hombre severo y a la vez muy radical en su concepción de la unidad productiva familiar como algo alejado del sistema, por lo que mezcla una obsesión por la perfección en su trabajo con una forma muy sui generis de educar a sus hijas y de vivir, casi como en una comunidad hippie. La madre no parece poder hacerle frente y la hija mayor –verdadera protagonista de la historia– es la que debe lidiar con el conflicto de satisfacer los deseos de su padre pero tratar de cumplir con los suyos, que no son siempre los mismos… (Crítica completa, de Cannes 2014, aquí)
MICROBUS, de Alejandro Small
Original y fresco mediometraje peruano que se centra en una noche de caminatas y conversaciones de parte de un grupo de amigos por las calles de Lima, a quienes se suma un recién llegado, testigo de las mecánicas internas, las idas y vueltas, los problemas de relación entre los amigos, los secretos del pasado y también del disfrute casual de una noche en la ciudad, capturando de manera muy natural y creíble las relaciones y los diálogos de los protagonistas. Da la impresión que es un excelente ensayo formal para un largometraje que, con solo desarrollar algunos hilos pendientes aún en esta misma serie de personajes, podría convertirse en una de las películas más promisorias del nuevo cine latinoamericano, con algo que recuerda a cierto cine nacional de hace unos años (casos como el de Ezequiel Acuña, especialmente), pero con una energía, una mirada y un oído muy propios.
O MERCADO DE NOTICIAS, de Jorge Furtado.
Esta nueva película de Furtado intenta hacer un ejercicio comparativo y lúdico entre la situación de la prensa actual y lo que era en los tiempos en los que Ben Jonson, contemporáneo de Shakespeare, escribió la obra homónima, en la que se pueden encontrar muchos puntos en común al funcionamiento del periodismo en estos tiempos. La recreación de la obra es interesante, pero el fuerte de la película está en las conversaciones documentales con muchos importantes periodistas brasileños actuales. Si bien en la Argentina el tema del rol de los medios viene tan «conversado» que muchas de las cosas que se dicen acá no sorprenderán a nadie, de todos modos muchas de las reflexiones son más que interesantes. El filme combina entrevistas a cámara con la recreación de la obra y si bien no sorprende desde su planteamiento estético sí dejará tela para analizar a todos los interesados en el sinuoso funcionamiento de la prensa escrita en Brasil, que no es muy distinta a la local en más de un sentido…
NATIONAL GALLERY, de Frederick Wiseman.
La solidez del cine de Wiseman es tal que un colega tras ver la película bromeaba que se podría escribir la crítica sin haberla visto. En un punto, es bastante cierto: el veterano realizador practica su probado sistema ante cada nueva institución que filma, de manera tal que hay pocas sorpresas. Pero eso es, en buena medida, lo que uno espera de su cine: encontrar ese alma interna de las instituciones a través de sus personajes, su trabajo cotidiano y hasta su lugar físico, con esa especie de cámara oculta de Wiseman para encontrar sus más finos y relevantes secretos. La londinense National Gallery, gigantesco museo de la capital inglesa, es la institución que ahora observa el director de la mítica TITICUT FOLLIES, tras hacer algo similar con la Universidad de Berkeley, el Ballet de Francia y hasta el cabaret parisino Crazy Horse. Son casi tres horas de recorrido por diversas partes de la institución, muchos de ellos ligados a una gran exposición de la obra de Leonardo Da Vinci. Así, entre reuniones de presupuesto (las cifras que se manejan son extraordinariamente grandes), análisis del trabajo de reconstrucción y reparación de muchas pinturas, así como el análisis de sus obras por especialistas. Sin modificar su sistema narrativo –por momentos el filme bordea el institucional–, Wiseman vuelve a demostrar que su forma de trabajar funciona a la perfección, si bien por momentos puede tornarse excesivamente respetuosa de los organismos a los que filma.
P’TIT QUINQUIN, de Bruno Dumont
Seamos honestos: nadie imaginaba que Bruno Dumont podía tener un comediante adentro. Habiendo visto sus películas –y conversado alguna que otra vez con él–, el cineasta francés da la impresión de ser un hombre serio para quien el mundo es un lugar duro y difícil, amargo tal vez, donde reina la oscuridad y en el que las relaciones humanas son complejas y muchas veces violentas. No recuerdo momentos graciosos en ninguna de sus películas. Lo cierto es que P’TIT QUINQUIN tiene la particularidad de ser todas esas cosas citadas –violenta, desesperanzada, oscura y amarga–, pero a la vez es una enorme comedia física de esas que hacen reír muchísimo, como hace mucho tiempo a mí no me sucedía. Parece una tarea imposible pero Dumont hace el milagro: su miniserie de tres horas y media es violenta y deprimente, pero también romántica, tierna y muy graciosa, una película capaz de contener un universo entero (un pueblo y su gente) y hacerlo funcionar. La serie –presentada aquí en un formato cinematográfico, por lo que imagino que tiene algunas diferencias con el que se dará en televisión en Francia– tiene un punto de partida de policial casi a la manera de los de David Lynch: en un pequeño pueblo del norte francés (la misma zona y el mismo tipo de personajes con los que el director de LA HUMANIDAD casi siempre filma) empiezan a aparecer cadáveres en extrañas maneras. Los dos primeros lo hacen… adentro de vacas. Y luego habrá otros, en posiciones y en formas humanamente improbables… (Crítica completa, de Cannes 2014, aquí)
EL PASEO, de Flavia de la Fuente.
A lo largo de 60 minutos, en el San Clemente que habita junto a su pareja de siempre (el crítico y periodista Quintín, aquí productor del filme), De la Fuente se dedica a retratar las casas y escenarios de ese lugar de la Costa Atlántica argentina, un tanto quedado en el tiempo. A través de esa serie de retratos de fachadas parecen presentarse, paralelamente, dos ideas: una, puramente estética, ligada a la contemplación de la extraña belleza/fealdad del lugar: casas tomadas, sin pintar, medio grises y descoloridas, con formas poco atractivas, pero que conforman un paisaje formal que termina siendo curiosamente bello en su consistencia tonal. De a poco la ciudad va cobrando vida y esa parece ser la narrativa del filme, la de un pequeño pueblo que se despierta y se moviliza, de a poco, modificando esa contemplación y tornándola, pausadamente, más vital. Ese filme contemplativo, estilo James Benning, es muy logrado y consistente, al punto que en muchos casos uno desearía que los planos fueran más y más largos para poder “penetrar” visualmente esas imágenes. La otra línea, si se quiere subtextual, que uno puede leer bajo las fachadas y las apariencias, es una más cercana a la crítica social y económica, en donde se pinta un pueblo que supo tener sus épocas de esplendor hace varias décadas pero al que la situación económica parece haber ido pauperizando de a poco. Sin subrayados, ni comentarios ni apenas diálogos, EL PASEO también es en sus secos planos fijos, una observación de un país que parece ir perdiendo de a poco esas capas de pintura que lo sostenían e ir mostrando el inestable y gris cemento que hoy lo constituye.
POSTMAN’S WHITE NIGHTS, de Andrei Konchalovski.
El veterano realizador ruso que supo hacer varias y muy buenas películas en los Estados Unidos (como ESCAPE EN TREN, LOS AMANTES DE MARIA y hasta, ejem, TANGO & CASH) está de regreso en su país y llega con esta película premiada en Venecia y acaso una de las más libres de su carrera. Se centra en el cartero de un pequeño pueblo rural medio abandonado en Rusia, que debe llevar via lancha diariamente el correo a los pocos habitantes de esa zona. La relación que establece con todos ellos –conversaciones casuales, la mayoría de ellas– conforman gran parte de la narración, con el eje especialmente puesto en el lazo que lo une con un chico, hijo de una mujer que le gusta pero que parece que estará allí por poco tiempo. Solo sobre el final aparece un episodio dramático un tanto más clásicamente narrativo, pero aún dentro de esos parámetros la película del hermano menor de Nikita Mikhalkov mantiene de principio a fin un tono casual y hasta jovial, más por la amable presencia del ex alcohólico pero bonachón protagonista que por las duras circunstancias en las que viven sus protagonistas, ya a esta altura acostumbrados a ahogar sus penas en litros y más litros de vodka.
LA SAPIENZA, de Eugène Green.
Tras su paso por el Festival de Locarno, la nueva película del realizador norteamericano radicado en Francia vuelve a mostrar las cualidades que lo han convertido en uno de los cineastas más interesantes de la actualidad. Los que vieron algunas de sus películas previas (las extraordinarias LE MONDE VIVANT y PONTE DES ARTS, entre otras) saben que su estilo combina planos fijos y largos, actuaciones desafectadas (en la línea bressoniana/rejtmaniana) editadas de manera tal que usualmente los personajes parecen hablar a cámara, temáticas ligadas con la historia europea y una pasión por la música y el teatro barrocos que impregna cada imagen del filme. Aquí el protagonista es Alexandre, un arquitecto que viaja a Ticino en la zona italiana de Suiza a investigar la obra del arquitecto Francesco Borromini, que nació en ese lugar aunque sus obras se encuentran mayormente en Italia. Alexandre está intentando terminar un trabajo sobre la obra de este arquitecto del siglo XVII pero parece falto de inspiración y deprimido. En compañía de su esposa, Alienor, viajan a Lago Maggiore donde conocen a dos jóvenes hermanos que se involucrarán en sus vidas: Goffredo es un estudiante de arquitectura que empieza a acompañar a Alexandre en su recorrido por el trabajo de Borromini, mientras que Lavinia –una chica con algunos problemas psicológicos– se queda en la casa con Alienor… (Crítica completa, de Viennale 2014, aquí)
TAXI, de Jafar Panahi.
La nueva película de Jafar Panahi, TAXI, la tercera desde que supuestamente está bajo arresto domiciliario en Teherán (ya verán a que me refiero con lo de “supuestamente”) es un compendio de muchas de las ideas con las que el realizador viene trabajando, muchas de las cuales son las mismas que el cine iraní ha transformado casi en bandera cinematográfica a lo largo de las últimas décadas. TAXI juega con los límites entre la realidad y la ficción (deberíamos decir entre el documental y el falso documental), encuentra maneras de hacer una fuerte crítica política siempre de manera indirecta y original, es una “road movie” como tantas del cine de ese país y, sobre todo, pone al propio hecho de hacer películas (y a su realizador, en este y muchos otros casos) en el centro de la escena. El caso judicial de Panahi vuelve especialmente complejo este tipo de filmes. En TAXI, el propio director se interpreta a sí mismo como chofer y lleva a lo largo del relato a una serie de pasajeros por la ciudad. El hecho de que el propio Panahi se filme a sí mismo en la calle y una road-movie cuando tiene un arresto domiciliario es por lo pronto bastante llamativo: o el arresto es más liviano de lo que parece o le espera un castigo aún peor cuando quienes lo han encarcelado lo vean tranquilamente circulando por Teherán… (Crítica completa, Berlinale 2015, aquí)
UNCERTAIN TERMS, de Nathan Silver.
Acaso el punto común que existe entre UNCERTAIN TERMS, de Nathan Silver, y el filme de Alex Ross Perry (LISTEN UP PHILIP) sea cierto humor claramente judío que las atraviesa y que caracteriza a sus directores. Aquí, sin embargo, y más allá de contar con la madre de Nathan como una de las protagonistas (un prototipo de la madre judía así como la mamá de Scorsese es de las italianas en sus películas), la película esquiva algunos tópicos que sí tenían las anteriores al respecto. El pequeño y muy humano cuarto filme de Silver se centra en hogar que esta mujer tiene para adolescentes embarazadas cuyas familias no quieren lidiar con ellas. Acaso demasiado ideal para ser del todo realista, este mundo es una especie de pequeño paraíso de amistad y solidaridad entre mujeres que empieza a correr el riesgo de quebrarse a partir de la aparición de un sobrino de Carla, la dueña del lugar, que comienza a ayudar en el cuidado y la reparación de la casa en cuestión mientras literalmente se escapa de sus propios problemas de pareja, ya que acaba de descubrir que su mujer lo engaña… (Crítica completa, de Viennale 2014, aquí)
LA VIDA DE ALGUIEN, de Ezequiel Acuña.
El director de NADAR SOLO vuelve con ciertas obsesiones que lo caracterizan a lo largo de su cine en ésta, su cuarta película: las amistades perdidas y reencontradas, los amores tímidos e incipientes y, sobre todo, cómo la música juega un rol un rol importante en las vidas de los personajes. Esta es la que ataca más directamente el tema ya que se trata de la historia de una banda de rock que se separó mucho tiempo atrás dejando un disco sin editar y algunas “piedras” emocionales en el camino. El grupo se vuelve a reunir y a salir de gira a partir de la propuesta de una compañía de editar ese disco, pero pronto en la gira vuelven a aparecer las complicaciones, los celos y las tensiones que hicieron que originalmente la banda se separara, además de algunos secretos del pasado que iremos conociendo más cerca del final. A la vez, hay una chica (Ailín Salas), la nueva novia del protagonista (Santiago Pedrero, guitarrista de la banda), que suma a las fricciones en las que también participan el cantante (Matías Castelli), el baterista más joven (el ácido Julian Larquier Tellarini) y el manager de la banda. Así, entre actuaciones en vivo (las muy buenas canciones son de La Foca, una banda uruguaya cuya historia real es en parte inspiradora de esta trama), la historia de amor y las rispideces personales que crecen con el correr de los minutos va avanzando la sensible mirada de Acuña a este universo que, evidentemente, conoce de primera mano y que transmite con genuina emoción, casi a la manera de un Linklater argentino. Se puede decir que tras el giro tonal de EXCURSIONES, la nueva película es un regreso de Acuña a un mundo conocido que, si bien maneja muy bien, por momentos da la impresión que ya lo ha explorado lo suficiente y que no sería mala idea cambiar un poco de universo. LA VIDA DE ALGUIEN, entonces, es casi una sumatoria del mundo cinéfilo, musical y personal del director argentino: hasta sus actores de siempre se reúnen como si el filme fuera un reencuentro, diez, quince años después, de personas cuyos caminos en las vidas los han separado y ahora vuelto a juntar. Esas reuniones de músicos, lo dice la historia del rock, nunca terminan del todo bien. Y en esta ficción pasa lo mismo. Los personajes del filme no se dan cuenta que la nostalgia de querer volver a hacer aparecer esa magia puede ser un arma de doble filo y lo que se quiere reparar puede terminar rompiéndose aún más.
THE INCOMPLETE, de Jan Soldat.
Este mediometraje alemán resultó el ganador en su categoría en el Festival de Roma con una sorprendente y simple historia: un retrato de Klaus, un hombre de 60 años que es esclavo sexual, por decisión propia. El filme es simple y directo: consiste de una serie de entrevistas al personaje y el seguimiento a lo largo de algunas de sus actividades. En su casa, Klaus anda desnudo y encadenado buena parte del tiempo a su cama (así duerme, de hecho). Fuera de su casa, va a un “slave camp” donde se hace, digamos, humillar, y también limpia (con su atuendo habitual) la casa de otro hombre, entre otras actividades. Pero la película jamás en morbosa ni intenta shockear al público. Una vez que uno se acomoda a la apariencia y actividades de este hombre parecido a Gollum, al escucharlo contar su difícil historia de vida (familiar) y sus costumbres uno no puede menos que enternecerne y encariñarse con él. Formalmente la película no tiene más ambiciones que retratarlo, pero la distancia justa y la mirada abierta del director son esenciales para su éxito.