Festival de Venecia: «Tharlo» y «Mate-me por favor»

Festival de Venecia: «Tharlo» y «Mate-me por favor»

por - Críticas
11 Sep, 2015 10:33 | comentarios

THARLO, de Pema Tseden. La imposibilidad de encontrar material online sobre esta película –presentada hace ya varios días en la sección Orizzonti de Venecia– habla a las claras de los problemas que afrontan estos festivales y de los medios que los cubren: dedicados a las premieres con celebridades, a los títulos en competencia y a […]

tharlo posterTHARLO, de Pema Tseden.

La imposibilidad de encontrar material online sobre esta película –presentada hace ya varios días en la sección Orizzonti de Venecia– habla a las claras de los problemas que afrontan estos festivales y de los medios que los cubren: dedicados a las premieres con celebridades, a los títulos en competencia y a los que tienen algún «gancho» o atractivo comercial o para el lector, dejan de lado los que tal vez sean los mejores filmes por venir de cinematografías lejanas y desconocidas como la tibetana. No he visto todo lo que hay en Venecia –obvio, no estoy allá–, pero difícilmente haya muchas películas mejores que THARLO, un extraordinario ejemplar de «cine negro» combinado con drama observacional. Si bien está contado de una manera que se ubica a años luz de los modelos clásicos del género, el filme se apoya en similares figuras para narrar la historia de los conflictos sociales, económicos y generacionales en un pequeño pueblo tibetano.

Tharlo es un pastor que vive solo con sus ovejas en el medio de la nada. Todos lo conocen como «Ponytail», por la colita «de caballo» que tiene en su pelo. El hombre viaja a la ciudad en su moto y su cabrito a cuestas con la intención de sacar su documento de identidad. No está muy convencido para qué puede servirle («todos me conocen como Ponytail», le dice al oficial de turno) y el hombre debe explicarle el porqué de la supuesta necesidad de tener un documento. Tharlo tiene una habilidad muy particular: una memoria increíble para acordarse discursos enteros de Mao que seguramente le habrán hecho repetir miles de veces en su infancia, pero su inocencia en lo que concierne a «el mundo real» lo pone en problemas.

Tharlo3_600Sacarse el documento no es tan fácil, ya que para eso debe hacerse una foto en otro lugar. Y mientras una pareja se fotografía con berretas cortinados de grandes ciudades, al hombre lo convencen de que se corte un poco el pelo para la foto en cuestión. Para eso se cruza a una peluquería en el que lo atiende una chica muy despierta que rápidamente se da cuenta que Tharlo puede serle útil para su vida. No diremos para qué ya que si bien no se trata de un thriller plagado de sorpresas, el filme sí tiene una estructura que se apoya en cierto suspenso y mejor dejar que el resto lo descubra el espectador…

Tseden filma casi todas las escenas en largos planos secuencia y con una fotografía en blanco y negro que por momentos le da al lugar la característica de un pueblo perdido de algún western norteamericano. Pero los personajes, si bien pueden responder a ciertos códigos del género como la «femme fatale» y el hombre que pierde el rumbo por amor– se comportan de una manera bastante diferente a lo que lo harían en un film noir tradicional. Tharlo y la chica pasan un buen rato cantando en un karaoke mientras beben –ella elige canciones pop, él va por las tradicionales–, él bebe más de lo que debería y la situación se va enredando más allá de lo imaginado. Lenta, pero inexorablemente, la tensión y el drama empiezan a crecer.

TharloEse crecimiento tiene un solo problema. Promediando la película, Tharlo vuelve a su casita en medio de la nada y a su rebaño de ovejas, y durante un tiempo tal vez excesivo para la lógica narrativa de la película –aunque esencial para comprender de dónde sale su protagonista y porqué actúa cómo actúa– THARLO toma las características más clásicas y un tanto folclóricas de un filme de observación sobre los hábitos y costumbres de este tipo de personajes olvidados que siguen manteniendo hábitos milenarios cuando el país (y el mundo) a su alrededor cambia a velocidades impensadas. Pero las circunstancias lo devolverán a la ciudad y allí el conflicto terminará por desatarse, sin jamás traicionar el tempo calmo y el tono seco que Tseden le imprime al filme.

Si bien queda muy claro al ir conociendo un poco a los personajes hacia donde irá el asunto, la manera en la que Tseden –en su cuarto filme– va enredando a Tharlo en los hábitos placenteros pero problemáticos de la vida moderna (chicas, karaoke, alcohol, masajes, peluquerías, atenciones y costumbres alejadísimas de su rutina) está cargada de sutilezas y detalles notables. Es un hombre silencioso y básicamente honesto que acepta todo lo que el mundo le ofrece y, cuando empieza a darse cuenta de la situación en la que se ha metido, es obvio que ya es demasiado tarde para salir.

Como tantas películas de esta región, THARLO se centra en el choque entre modernidad y tradición de una manera que no parece ofrecer demasiadas salidas para el protagonista. Las promesas de los discursos patrióticos de Mao fueron en vano (la explotación del hombre por el hombre sigue existiendo casi a la manera feudal aún hoy allí) y el capitalismo literalmente salvaje que le ofrece la vida en la ciudad prueba ser una trampa igual o potencialmente peor para él. Si su memoria y su identidad eran difusas o tramposas, al final a Tharlo no le quedará ni siquiera su nombre ni su «cola de caballo» de los que agarrarse.

 

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killmepleaseMATE-ME POR FAVOR, de Anita Rocha da Silveira.

Un filme bastante inusual para el cine brasileño –y para el latinoamericano también– esta coproducción entre ese país y la Argentina (representada por Bananeira Films allí y ReiCine aquí, los mismos socios de la inminente ZAMA, de Lucrecia Martel) podría pasar tranquilamente, si no fuera por algunos detalles específicos, como un filme de suspenso psicológico norteamericano independiente. La película de Rocha da Silveira transcurre en Barra de Tijuca, una zona acomodada en las afueras de Río de Janeiro, plagada de grandes shoppings y enormes condominios de departamentos, pero también con muchos descampados y zonas en construcción de proyectos que parecen abandonados y que rodean a las autopistas.

En una de esas zonas se comete un asesinato. Una chica vuelve de una fiesta a su departamento en uno de esos complejos atravesando uno esos descampados sola, por la noche, y una figura que no vemos la asesina. El filme luego se centrará en un grupo de compañeras de una escuela secundaria de la zona –con muchas similitudes a un high school de alguna ciudad norteamericana– y en cómo cada una reacciona ante la noticia, que las enfrenta a sus propios miedos, ligados a una etapa de descubrimiento de la sexualidad y de los primeros romances.

mateme1Con algo del cine de Sofía Coppola, pero en un tono más onírico todavía y no muy realista (muchas veces no sabemos qué cosas realmente suceden y cuáles están en la cabeza de las protagonistas), las chicas en realidad pretenden restarle importancia al asunto y siguen con sus propios problemas y peleas internas, a las que hay que sumarles las del hermano de uno de ellas cuya pareja parece también haber desaparecido, pero del mundo online.

De a poco empiezan a aparecer más y más cadáveres, pero la película no se mete ni en la investigación ni apuesta en exceso a transformarse en un relato clásico de terror que uno puede imaginar cuando ve el combo «adolescentes + sexo + religión» que propone el relato. Por el contrario, la religión está tratada con bastante sorna, el sexo con mucha naturalidad (ahí se nota que la película es brasileña y no estadounidense) y la directora prefiere acercarse a sus protagonistas como si fuera una más de ellas, compartiendo la manera extraña que tienen de no lidiar demasiado con lo que sucede. Los adultos, en este universo de condominios vacíos, colegios privados y autopistas casi desiertas, no figuran por ningún lado. Parece que el asesino en cuestión los hubiera liquidado a casi todos los mayores de 20 antes del comienzo del filme.

mateme2La película tiene algún que otro toque lynchiano y un tono un tanto desfasado que le dan una característica de pesadilla diurna que por momentos funciona muy bien y en otros no tanto. Un montaje brusco y original, y el uso de canciones a la manera de un DONNIE DARKO carioca suman a ese enrarecimiento de la propuesta, que combina situaciones y momentos muy efectivos con otros en los que pareciera primar el jueguito estilístico más que algún tipo de verdad emocional de los personajes.

Más allá de una duración un poco excesiva, la película tiene un último y largo plano muy original (tanto en su idea como en su factura) que, si bien no resignifica todo lo visto hasta entonces, le agrega un eje de lectura inesperado e intrigante a la película, dándole un giro sorprendente a su mirada crítica de esa subcultura de adolescentes que observan su propio ombligo sin casi prestar atención al mundo real que las rodea y acecha. O acaso, a su manera, sí lo estén haciendo…