San Sebastián: «Barash», de Michal Vinik
El cine israelí ha demostrado, a lo largo de los últimos años, ser uno de los más creativos y originales del mundo. Más allá de los nombres más o menos reconocidos, hay una enorme cantidad de nuevos (y nuevas) cineastas que continuamente renuevan el panorama cinematográfico de ese país. No sé exactamente a que se […]
El cine israelí ha demostrado, a lo largo de los últimos años, ser uno de los más creativos y originales del mundo. Más allá de los nombres más o menos reconocidos, hay una enorme cantidad de nuevos (y nuevas) cineastas que continuamente renuevan el panorama cinematográfico de ese país. No sé exactamente a que se debe y tampoco me queda clara una tendencia dentro de ese cine –hay películas más políticas, otras más íntimas y familiares, hay thrillers violentos, dramas oscurísimos y comedias absurdas–, pero lo cierto es que es una cinematografía activa y vibrante pese –o quizás en relación– a las complejidades del país en sí.
Películas como BARASH, de la realizadora Michal Vinik, renuevan esa «marca»: tal vez no sea la más sólida cinematográficamente o la más audaz en lo creativo, pero logra la difícil tarea de contar una historia íntima y personal y hacerla tener sus ecos con la situación complicada entre israelíes y árabes –y entre israelíes con diferentes posiciones políticas– sin casi subrayar nada al respecto, sino como parte del contexto en el que se vive cotidianamente.
Barash es el apellido de la familia de la protagonista, Naama, una adolescente que vive en las afueras de Tel Aviv y que está bastante aburrida con su cotidiana vida, riéndose de vez en cuando con sus amigas en los actos patrióticos escolares (la película, en ese sentido, es bastante irreverente) pero sin encontrar las emociones fuertes que busca. Su familia se compone de su madre –que intenta ser comprensiva y amiga pero acaba por ser pesada–, su hermanito menor y su padre, un clásico israelí de cero modales, un poco torpe, bruto y racista pero no violento ni «peligroso» en un sentido clásico. Más bien, no tiene mucha idea de lo que pasa en su familia.
Y lo que pasa no es poco. La hermana mayor está en el servicio militar pero hace días que no aparece. Nadie se preocupa mucho porque no es la primera vez que sucede, pero con el correr de los días empiezan a buscarla tras sonsacarle a una amiga el dato de que está en pareja con un árabe. Esa subtrama es, curiosamente, la más densa en cuanto a lo político pero la más divertida en relación a las absurdas situaciones en que padres e hijos se meten buscándola en territorios con mayoría de población árabe.
Pero el centro de la trama pasa por el enamoramiento/flashazo que Naama siente por una chica nueva que llega al colegio y con la que queda fascinada. Empieza a irse con ella por las noches a salir a Tel Aviv y terminan enganchadas romántica/sexualmente. El descubrimiento de la sexualidad de Naama a la par de la desaparición de su hermana –dos actos de clara rebeldía familiar y social– son los ejes del filme de Michal Vinik, que se acerca bastante a la modélica FUCKING AMAL a la hora de retratar la relación entre las dos chicas: la curiosa Naama y la aparentemente más experimentada y segura de sí misma Hershko. Esa similitud y una cierta estética clipera/publicitaria para mostrar la relación entre las dos chicas (en especial en las escenas de sexo y fiestas) le juegan un tanto en contra al filme, lo vuelve menos original y creativo de lo que podría ser.
De todos modos, como relato de iniciación, de paso de la adolescencia a la adultez de parte de la protagonista a través de las distintas situaciones que le toca vivir, BARASH es un muy buen coming of age, salido de una cinematografía que se ha especializado en contar historias de ese tipo, en la que los personajes pasan de vivir en su propia nube para tomar conciencia del complicado mundo que los rodea y marcar su posición. Sin cargar las tintas, Vinik logra eso en su primera película: una comedia dramática sobre sexo y política. O sobre política sexual, que es finalmente su centro y su eje.
¿El soliloquio no es aburrido? Digo, si el interés de un señor crítico de cine era departir e intercambiar sanamente sobre pareceres sobre películas, resulta curioso y algo patético advertir cómo, como perro escaldado, prefiere no seguir haciéndolo por una que otra diferencia de opiniones. Ahora es rehuirle por no saber enfrentarse o rebatir.
Tenía unas tremendas ganas de discutir sobre esta cinta de la que amistades me hablaron tras su paso por Donostia. Por la realidad y sociedad que toca la película y que entronca con el crítico, habría sido fructífero ventilar sobre ella. Pero parece que es más cómodo la cacofonía. Lástima.
Saludos
No entiendo de que hablas. Qué película?
¿De cuál más? De la israelí. Lo dejé claro en el segundo párrafo.
No sé a qué debate le huyo en esta película, a eso me refiero. No vi ningún post con una opinión distinta a la mía o proponiendo algo respecto a la película? Decis que no hablo lo suficiente de política en la crítica? A eso te referís. Creo que sí, que lo hago. En general no soy de bajar línea ideológica en mis críticsas, pero queda claro cuál es mi posición en relación a los personajes y a las decisiones que toman en relación a la actitud y comportamiento de sus padres. Especialmente de su padre, que se comporta como un «bully» cada vez que trata con árabes. Es claro que las chicas buscan otra cosa y esa otra cosa es una mejor relación entre vecinos…
Sr. Lerer:
Por favor, le agradecería guarde la serenidad que se requiere en estos casos. Como parece que ya se le olvidó leer entre líneas, me sirvo de exégeta.
A ver, ¿Qué entendió de lo primero que le escribí? Hablaba de la actitud de cierto crítico (¿quién?)poco dado a intercambiar ideas y más bien con toques de pusilanimidad al no querer encarar cuando percibe diferencia de opiniones ¿Le quedó claro? Jamás hablé nada de esta cinta israelí que no fuera una vaga referencia a que me hubiese sido grato discutirla con Ud., pero que en vista de su actitud huidiza iba a dificultarse tal intercambio . Nada más fue eso. Punto.
No me meto con las ideologías o querencias de nadie, las suyas las sé o las percibo, al igual que su ascendencia y eso no me interesa en lo más mínimo, no le aporta ni le quita nada. Lo mío con Ud. obedece solo a lo estrictamente cinematográfico. Deploro haya confundido o entendido mal mis iniciales palabras y agradecería pudiéramos departir libres de cualquier sesgo.
Saludos,
Heraldo