San Sebastián: «Drifters», de Peter Grönlund
Cuando los hermanos Dardenne empezaron a usar su cámara nerviosa y su registro urgente para retratar las vidas de personas con vidas dificiles o de ambientes de clase baja no tenían seguramente idea alguna de cuán influyente ese estilo iba a ser. Lo cierto, es que más de quince años después de esas películas, el […]
Cuando los hermanos Dardenne empezaron a usar su cámara nerviosa y su registro urgente para retratar las vidas de personas con vidas dificiles o de ambientes de clase baja no tenían seguramente idea alguna de cuán influyente ese estilo iba a ser. Lo cierto, es que más de quince años después de esas películas, el formato sigue siendo efectivo cuando está bien utilizado y logra transportar al espectador a la situación que la película retrata. Este es uno de esos casos.
DRIFTERS es un drama sueco dirigido por Peter Gronlund que, en su opera prima, sigue de cerca las desventuras de Minna, una mujer que ronda los 40 pero parece bastante mayor debido a sus hábitos, y que se dedica a traficar y a consumir drogas en las calles y estaciones de Estocolmo, una ciudad que pese a su fama de ser una de las más prósperas del mundo tiene también sus costados densos y complicados. En el caso de Minna, el problema es también económico: debe meses de la renta de su caótico departamento y no logra pagarla por lo que termina metiéndose cada vez en problemas más graves, especialmente cuando es desalojada.
Si bien Suecia tiene leyes bastante generosas y abiertas respecto al tema drogas (tratamiento de adictos, cuidados médicos, etc) y a la gente sin hogar, Minna no quiere saber mucho con ese tipo de institucionalización. Especie de caos andante, alguien que habrá sido un «espíritu libre» 20 años atrás pero que hoy es una sombra fantasmal de lo que fue, ella no quiere integrarse a ningún sistema de cuidado social y termina encontrando un pequeño lugar de pertenencia en un campamento que habitan otros descastados como ella. Pero cuando uno se fuga con deudas, claro, tarde o temprano alguien viene a cobrarlas…
Su desesperación e hiperactividad superan lo que el «sistema» está dispuesto a ofrecer (acaso su comportamiento sea también una reacción a ese control que, en cierto modo, representa irónicamente un «estado de bienestar») y es inevitable que vuelva a meterse en problemas. Su relación de amistad con una mujer que conoce en medio de estas circunstancias –y con los complicados pero más comprensivos habitantes de la «comuna»– ayudan un poco pero no logran calmar su angustia transformada en permanente movimiento y pésimas decisiones.
Uno debe reconocer que, desde estos lugares del mundo, los problemas en los que se mete Minna por evitar cualquier tipo de ayuda legal/social (no solo los refugios sino hasta la propia cárcel parecen lugares mucho más tranquilos que ser perseguida por una banda de narcos a los que robó dinero para pagar su alquiler) suenan un tanto difíciles de creer o aceptar, pero en el contexto de su personalidad resultan acaso entendibles. Minna no es un personaje agradable para el espectador –casi no tiene lo que los norteamericanos llaman redeeming values– y por momentos cuesta acompañarla emocionalmente (como la cámara lo hace, físicamente) en varios de los momentos del filme. Pero hacia el final –y gracias a un truco un tanto oportunista del guión– un pequeño quiebre suyo logrará que esa empatía se produzca entre personaje y espectador.
DRIFTERS es un filme seco y duro, que no exagera ni se regodea en la densidad del mundo que muestra sino que es puramente descriptivo y realista al respecto. En las escenas del campamento –y los personajes que lo habitan–, Gronlund encuentra, acaso, los mejores momentos de la historia, los que se escapan de la más o menos previsible condena a la que se dirigen personaje y película. Allí aparece una suerte de familia sustituta de desesperados como ella que han encontrado un extraño, caótico pero solidario refugio, tratando de escapar tanto de las instituciones como de las zonas más densas del universo en el que se mueven. No durará para siempre, se sabe, pero el mayor logro de la película es dar cuenta que esos lazos están y que se sostienen aún en las peores y más complicadas circunstancias.