Mar del Plata 2015: Panorama / Autores (18 críticas)
Estos serán, sin dudas, los títulos más buscados por los espectadores en el festival ya que muchos de los filmes de grandes realizadores internacionales que estrenaron en el último año están aquí, en esta sección. Son 36 programas (algunos incluyen un corto y un medio, otras un largo y un corto y hay un caso […]
Estos serán, sin dudas, los títulos más buscados por los espectadores en el festival ya que muchos de los filmes de grandes realizadores internacionales que estrenaron en el último año están aquí, en esta sección. Son 36 programas (algunos incluyen un corto y un medio, otras un largo y un corto y hay un caso de tres películas de dos horas que se dan por separado) que recogen mucho de lo mejor de lo que se vio y premió en el año en festivales internacionales grandes y no tan grandes, con veteranos indiscutidos y célebres con otros un tanto menos conocidas por estas playas. Acá, por el momento, las críticas de 18 de esas películas. Son 20 en realidad, pero hay tres que tomo como una sola. Ya se darán cuenta cuál es. O cuáles son…
Las nuevas que voy agregando –las que veo durante el festival– son las que están arriba…
PANORAMA/AUTORES
AFTERNOON, de Tsai Ming-liang (Taiwan)
Este filme tiene, acaso, los primeros 10, 15 minutos más emotivos de todos los vistos en el festival. Se trata del documental aparentemente más sencillo del mundo: el realizador Tsai Ming-liang y su actor/alter-ego/compañero Lee Kang-sheng mantienen una charla en un mismo lugar, con una misma puesta de cámara y –salvo por un par de cortes a negro en apariencia técnicos— en tiempo real. Y Tsai, al abrir la charla y explicar lo que lo motivó a hacerla, se quiebra emocionalmente y le confiesa a Lee (y a nosotros) que tiene la impresión que morirá pronto y que necesita tener esta conversación con él. Ha tenido problemas de salud, pero nada que determine que eso sucederá. Pero lo siente y llora desconsoladamente, sin poder empezar a hablar.
Luego de ese poderoso arranque –en el que también confiesa su temor a quedar demente como su abuelo– la conversación va a ir girando de lo personal a lo cinematográfico, con Tsai hablando casi todo el tiempo ante el más callado y ácido Lee. Hablan de su vida privada, de sus películas, de la nueva casa en el campo en la que viven. Tsai le habla a Lee de su admiración por su extraordinario trabajo en sus películas y lo que le pasa cuando trabaja para otros, mientras que Lee habla del malhumor del director y de su propia manera de relacionarse con el trabajo y así. Es una conversación íntima pero filmada, con algunos momentos que podrían pertenecer a cualquier tipo de masterclass tradicional, pero otros que pertenecen al ámbito de lo íntimo y personal.
Más allá de que sea un poco largo (137 minutos), AFTERNOON es un extraordinario y detallado acceso a la vida y al trabajo de esta dupla de director y actor que han hecho buena parte de las mejores películas de los últimos veinte años. Para fans de la dupla, es imperdible. Para los que no los conocen tanto, una gran manera de acercarse a la obra y a la personalidad de este director y de su actor fetiche.
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HIGH-RISE, de Ben Wheatley (Gran Bretaña)
La combinación de los términos “ambicioso” y “fallido” es casi un lugar común de la crítica de cine, pero es la que mejor define a esta adaptación de la novela de J.G. Ballard de 1975 centrada en una torre de departamentos en la que viven las distintas clases sociales en un supuesto futuro cercano (o no), con la altura de los pisos como indicadores del nivel económico de los habitantes. Este ambicioso edificio –uno de una serie de cinco que planea su constructor, un excéntrico sujeto que obviamente vive en el piso más alto– promete ser la mejor forma de vida moderna pero muy pronto demuestra sus debilidades: primero se cortará la luz repetidas veces y, a partir del caos interno, se desatará una verdadera guerra civil.
Tom Hiddleston encarna a un nuevo habitante del lugar, quien va aprendiendo los sistemas de castas que allí funcionan y los curiosos personajes que lo habitan, que son decenas: la vecina del piso de arriba que lo mira con ganas (Sienna Miller), la mujer embarazada y con varios hijos (Elisabeth Moss) cuyo marido (Luke Evans) es un documentalista un tanto desaforado que, cuando el edificio empieza a desmoronarse internamente, intenta filmar lo que sucede. Y muchos más, entre los cuales está Jeremy Irons como el arquitecto, en una estructura que recuerda a la de la película SNOWPIERCER, de Bong Joon-ho.
La película –cuya primera hora es bastante intrigante y promisoria– se desarma cuando el edificio entra en caos y Wheatley pierde las líneas narrativas para coordinar una serie de escenas de desenfreno (sexual, alcohólico, violento) dentro del edificio en un estilo que está, para mi gusto, demasiado cerca del de Terry Giilliam. Con gran elenco y presupuesto, el muy interesante director de KILL LIST y SIGHTSEERS parece perder de vista los hilos del relato y el interés que podrían despertar los mayormente desagradables personajes para meterse demasiado en el formato alegórico, dejando en evidencia el contenido político del filme pero perdiendo lo que debería hacer a la película respirar, escena por escena. Algo más que el descontrol y ciertas ingeniosas e impactantes secuencias armadas con el sello «quiero hacer un filme de culto»…
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IN JACKSON HEIGHTS, de Frederick Wiseman (Estados Unidos)
Frederick Wiseman vuelve a plasmar otro de sus detallados retratos comunitarios en IN JACKSON HEIGHTS, una película centrada en el homónimo barrio de Queens, considerado uno de los más multiculturales del mundo por su enorme población de origen latinoamericano (de muchos países diferentes), musulmanes, de la India, del Este asiático y países aledaños, etc. Es, además, un barrio en el que las minorías sexuales tienen un alto peso, influencia y aceptación, siendo la cuna de la Marcha del Orgullo Gay en el área.
Pero Nueva York y sus alrededores están cambiando rápidamente y así como Manhattan tiene hoy precios que solo pueden pagar millonarios y Brooklyn va en ese camino, la llamada “gentrification” (los porteños podrímos decirle “palermización”) avanza complicando las vidas de los que tienen menos recursos y de los dueños de pequeñas tiendas cuyos alquileres crecen y no son renovados por la llegada de grandes marcas a instalarse en el lugar. Y los dueños de puestos callejeros que amenazan ser echados por la llegada del plan llamado Business Improvement District.
Wiseman retrata reuniones de grupos sociales y comunitarios de todo tipo: ayuda a inmigrantes, a miembros de la comunidad LGBT maltratada por la policía, clases para tomar exámenes como taxistas, iniciativas para defender a los pequeños y medianos propietarios y así. Una suerte de celebración de la diversidad étnica y sexual y, a la vez, una muestra más del funcionamiento del proceso democrático de base en pequeños distritos, la película de Wiseman es otro retrato amplio y generoso de una comunidad y una muestra de los Estados Unidos del futuro…
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11 MINUTOS, de Jerzy Skolimowski (Polonia)
Lo primero que sorprende de la nueva película del realizador polaco es su energía, ritmo y movimiento. Tras una intro filmada con cámaras de uso común (teléfonos, Skype, de seguridad, etc) que nos presenta a los diversos personajes, el director se lanza a esos un tanto tramposos once minutos en los que varias historias se desarrollan prácticamente a la vez con el centro de Varsovia como eje geográfico.
Hay un productor de cine que intenta levantarse a una actriz en un casting, su novio celoso, un ex convicto hoy vendedor en una plaza, un dealer, un adolescente que está por cometer un robo, unos bomberos en una situación difícil, una chica que pasea a un perro, y así. Skolimowski irá yendo y viniendo por las diversas historias mostrando un par de minutos por vez de esos once, con cruces entre ellas que en principio son mínimos y circunstanciales pero que luego –especialmente en algunos casos– terminarán coincidiendo en relación a una situación impactante.
Si bien la película no busca convertirse en un relato coral integrado a la manera de CRASH –o ese tipo de estructura narrativa– ya que las historias apenas se tocan, hay algo monotemático en el tipo de personajes en su mayoría desagradables que las integran que la termina volviendo una especie de «sentencia moral» contra la vida moderna. En eso –esa visión de una esa especie de destino miserable al que se conduce la sociedad– es donde la película pierde muchos de los puntos que gana por su poder kinético, su ritmo y su fuerza. Es como si ese pariente de Brian De Palma que filma no pudiera evitar los puntos más salientes de ese guión a lo Guillermo Arriaga que saca a relucir sus peores vicios condenatorios y crueles.
Quién gana la pelea estará en la decisión de cada espectador, ya que la inventiva narración y el cruce casi de cine experimental de las historias y personajes atrapa pero los personajes y la «prisión moral» en la que el guión los pone tiende a ser un tanto repelente, especialmente al llegar al final. En mi opinión, Jerzy pierde la pelea por puntos, ya que su juventud como intensivo coreógrafo de imágenes no puede liberarse de la prisión de su guión, que parece escrito por alguien más joven de edad pero mucho más viejo en ideas, pero no es así: lo escribió él mismo. Contradicciones de los grandes cineastas…
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LA ACADEMIA DE LAS MUSAS, de José Luis Guerin (España)
LA ACADEMIA DE LAS MUSAS es el primer filme de ficción de José Luis Guerin desde EN LA CIUDAD DE SYLVIA, ocho años atrás. Pero como en esa película y en prácticamente toda su filmografía los límites entre la ficción y la realidad son bastante porosos por lo que se podría hablar tranquilamente de un “híbrido”, una película con momentos documentales y con otros aparentemente ficcionalizados por parte de las personas reales que lo interpretan. Como cierto cine iraní –o algunas películas del portugués Miguel Gomes–, Guerin juega de manera extraordinaria en esos márgenes, llevando a la película de a poco de lo que parece ser un documental hecho y derecho a un drama romántico y de relaciones que podría ser un melodrama.
El protagonista del filme es el profesor y filólogo Raffaele Pinto que da clases en la Universidad de Barcelona en lo que parece ser un proyecto que algunos denominan “la academia de las musas”. Pinto habla del Dante, de la Divina Comedia, de la poesía canónica de esa época y debate con sus alumnos (en su mayoría mujeres) conceptos literarios tradicionales sobre el rol de la poesía y el lenguaje en la vida, la muerte y, sobre todo, la pasión, el amor y la inspiración que surge del propio concepto de las musas. Para Pinto, que se autoproclama feminista, las “musas” no son un objeto para la creatividad del poeta (tradicionalmente, hombre) sino que son las voces cantantes y activas de esa relación.
De a poco, en los debates que surgen en sus clases, empezamos a identificar a algunas de sus alumnas. Guerin va marcando el paso de las escenas con las fechas en las que fueron filmadas (la película está presentada como si el director solo filmara las clases de Pinto para registrar esa “experiencia pedagógica”), pero los personajes de manera más tradicional van apareciendo, o siendo recortados por el montaje. El filme va, también, con mucha naturalidad del español al italiano y, un poco menos, al catalán… (Ver crítica completa, aquí)
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THE ASSASSIN, de Hou Hsiao-hsien (Taiwan)
Seguramente el más bello de todos los filmes presentados en el Festival de Cannes en mucho tiempo, THE ASSASSIN es la particular versión que el realizador taiwanés de clásicos como LAS FLORES DE SHANGHAI ha hecho del género conocido como wuxia. Pero nada más lejos en su filmes que las acrobacias en cámara lenta que muchos no expertos en el género conocieron recién gracias a películas como EL TIGRE Y EL DRAGON. Si bien los escenarios y los personajes son parecidos, y hay escenas de acción y algún vuelo que otro por los aires, no pasa por ahí el secreto de esta gran película. Si no, más bien, por poder contar el mismo tipo de historia, mejor, y con escenas de acción potentes por lo cortas y secas.
El lirismo y la poesía se desprende aquí de cada uno de los planos y situaciones, manejadas con una delicadeza única. No es novedad para los que conocen el cine de HHH que sus películas desprenden una belleza que abruma los sentidos. Los vestuarios, los escenarios y la dirección de arte del filme están puestos para subyugar al espectador, hacerlo sentir dentro de esas casas, esos palacios, esos bosques, recorriendo con los personajes las peligrosas zonas del enfrentamiento entre dos facciones poderosas en la China del siglo IX.
La historia puede ser compleja en términos de trama, ya que sigue los distintos enfrentamientos existentes en medio de la Dinastía Tang entre la provincia de Weibo y el poder de la Corte Imperial. Lo central para entender el filme es seguir los pasos de la sigilosa y bellísima asesina en cuestión, llamada Nie (Shu Qi) y entrenada por una monja para convertirse en una mortal combatiente. Pero Nie tiene un punto débil: todavía piensa más con el corazón que con la cabeza y si bien es capaz de liquidar a decenas de hombres en un par de movimientos, no puede matar a otro adelante de un niño. O, en lo que será el centro del relato, le pasará algo parecido cuando le toque matar al gobernador de Weibo (Chang Chen), que no es solo primo suyo sino que tienen un pasado en común que de a poco se irá revelando… (Ver crítica completa desde Cannes, aquí)
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CEMETERY OF SPLENDOUR, de Apichatpong Weerasethakul (Tailandia/Francia)
El cine de Apichatpong Weerasethakul me produce calma, algo parecido a la paz interior o como gusten llamarlo. En medio de un festival, especialmente, cuando uno está viendo una película y ya pensando en llegar a tiempo a la siguiente –y preferentemente poder escribir algo en el medio– solo hace falta un plano suyo para que se produzca ese efecto mágico, casi hipnótico. No sé bien que es, pero se me ocurren algunas ideas. El sonido ambiente, muy bajo y con el viento y la naturaleza de fondo. La forma casi susurrada en la que hablan casi todos. La forma en que la cámara se mueve por momentos casi imperceptiblemente. El uso de la luz. O todo eso junto, combinado. Hay algo que provoca un efecto sedativo, trascendente.
Entiendo que para algunos eso se transforma en aburrimiento o desinterés, que prefieren que el cine les provoque el efecto contrario: tensión, ansiedad, anticipación, suspenso, angustia, miedo. Me parece respetable y a mí también me fascina cuando el cine puede provocarme eso. Pero cuando me acerco a las películas del director de BLISSFULLY YOURS me entrego a un viaje mágico, susurrado y seductor, potente pero respetuoso, poético de principio a fin.
Hay quien dice que Weerasethakul se repite en CEMETERY OF SPLENDOUR, que no entrega nada nuevo. No lo sé y creo que no me importa en este caso. Pensando en esa idea –y en una discusión que tuve con un fastidiado colega post-proyección– se me ocurrió decirle que el problema era que a él le gustaban más las películas que el cine y que a mí me pasa al revés. Tal vez fui un poco tajante o pretencioso, pero en algún sentido siento que es cierto, que a esta altura de mi vida de espectador me interesan menos las historias, las tramas y hasta los personajes que las formas, las figuras, los espacios, los climas. Creo que las historias están prácticamente agotadas pero el lenguaje audiovisual es inagotable… (Ver crítica completa desde el Festival de Cannes, aquí)
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EL CIELO DEL CENTAURO, de Hugo Santiago (Argentina/Francia)
La nueva película del realizador argentino de INVASION fue coescrita por Mariano Llinás y producida por La Unión de los Ríos, admiradores y herederos de una tradición que el director radicado en Francia inauguró en el país. Esa mezcla ajustada de sensibilidades se nota en un filme que claramente es deudor de la manera de ver el cine de ambos, en lo que podría ser un thriller urbano, misterioso y elíptico, que transcurre alrededor de distintas locaciones de Buenos Aires y que toma a la ciudad casi como la verdadera protagonista.
EL CIELO DEL CENTAURO podría definirse como una historia detectivesca/existencial en la que un marino francés llega a la ciudad para entregarle un paquete a una misteriosa persona conocida por todos pero inhallable. Previsiblemente, las cosas se van complicando cada vez más ya que ni la persona ni el paquete en cuestión son lo que el hombre esperaba, lo que lo obliga a embarcarse en una suerte de gira de idas y vueltas por la ciudad buscándolo y encontrándose con una serie de personajes igualmente inquietantes y extraños por el camino.
Suerte de HALCON MALTES en el que el “Fenix” en cuestión (el paquete que nuestro inocente y boquiabierto francesito debe entregar) es menos importante que la coreografía de acontecimientos que van de lo bizarro y humorístico al suspenso y que incluye escenas de enorme belleza y elegancia visual (la película es en un pristino blanco y negro, apuntalado con algunos colores estratégicamente posicionados) junto a otras algo más fallidas y un pequeño desvío hacia la divulgación histórica con un recorrido fascinante y didáctico sobre la obra del pintor Cándido López.
El filme mantiene algunas constantes propias de películas de Santiago pero embebido del espíritu del cine de “desventuras narrativas” que lo emparenta con los filmes de Alejo Moguillansky, el citado Llinás y hasta de Matías Piñeiro, en su devenir narrativo y urbano alejado de la psicología y que encuentra en el propio placer por la aventura misma su gran argumento y fuerza. Un regreso más que bienvenido a un realizador que no filmaba aquí desde que Borges y Bioy Casares le escribían los guiones… (Crítica publicada durante el BAFICI 2015)
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COUNTING, de Jem Cohen (Estados Unidos)
Luego de su paso por un cine algo más tradicionalmente narrativo (solo algo) con MUSEUM HOURS, Cohen vuelve a su modo más usual, el de retratista audiovisual, el de viajero captador de imágenes del presente, el de fotógrafo (en movimiento) de las bellezas ocultas detrás del ir y venir cotidiano, especialmente en las grandes ciudades. COUNTING son quince episodios audiovisuales en los que el realizador va y viene entre Nueva York y Rusia, con algunos pasos por Turquía y Emiratos Arabes.
No hay una narración, no hay una «historia» en el sentido clásico. Lo que hay es cine, la combinación de imágenes y sonido que retrata y transforma al mundo a través de una lente, de un ojo que observa. Hay algo de Chris Marker (quien está explícitamente homenajeado) y de Agnes Varda, pero Cohen compone esos cuadros –en general de seres solitarios, de espacios vacíos, de esos agujeros silenciosos el medio del ruido de las ciudades como los callejones neoyorquinos– con una belleza muy propia, que ya lo identifica, lo mismo que esos planes de trenes y aviones.
Cineasta de cámara viajera, Cohen cuenta con algún apoyo de secuencias musicales pero en general deja que las imágenes reflejen el mundo, su mundo, por sí solas. Una manifestación contra el racismo, un hombre hablando nervioso en su celular, una bolsa de basura que parece querer liberarse del tacho que la contiene, gatos, perros, calles desiertas. Y el ojo que los mira.
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DEUX REMI, DEUX, de Pierre Leon (Francia/Suiza)
Una de las más simpáticas y sorprendentes películas de esta sección es esta nueva adaptación libre que Leon hace de una novela de Fiodor Dostoievski, en este caso EL DOBLE, como ya lo había hecho anteriormente con EL ADOLESCENTE y EL IDIOTA. Aquí, el filme se centra en Rémi, un timorato oficinista de pueblo chico quien es pasado por alto e ignorado por todos sus colegas y que guarda un secreto amor por la hija del dueño de la empresa, pero nunca avanza ni concreta.
Todo parece cambiar cuando, misteriosamente, aparece un hombre igual a él, que se une también a su oficina pero cuya personalidad –ganadora, canchera– no tiene nada que ver con la suya. Rémi se pierde aún más, se deprime, su «otro yo» va ocupando su lugar y parece hacerlo todo mejor que él. ¿Será que también perderá a su amada con este sujeto?
Mezcla de comedia romántica y absurda con drama existencial, Leon elige contar esta historia de una manera ligera y eso la vuelve especialmente efectiva, con un gran trabajo de composición de Pascal Cervo haciendo dos personajes idénticos pero muy diferentes entre sí, uno que tiene aparentemente todo lo que al otro le falta para poder funcionar en el mundo. Ese «doble» soñado que puede terminar resultando pesadillesco…
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HEART OF A DOG, de Laurie Anderson (Estados Unidos)
La artista (música, fotógrafa, cineasta y varios etcéteras) vuelve al cine en esta especie de diario poético, un filme-ensayo en el que Anderson recorre con su cámara y acompaña con su apaciguada voz una serie de espacios y escenarios de su vida y su forma de pensar, con especial atención a Lolabelle, su querida perra de toda la vida.
Con una fuerte presencia del budismo zen (en los textos y en la forma de acercarse al mundo a través de las imágenes) que la acompaña en su vida, Anderson crea un collage de imágenes y experiencias cuyo eje principal es, por un lado, la relación con su perro y, por otro, una serie de reflexiones audiovisuales sobre su vida, la muerte de seres queridos (casi no se lo ve, pero la «presencia» de Lou Reed, su marido fallecido recientemente, se siente en cada plano), la sociedad post 2001 y el arte.
Utilizando distintas técnicas –animación, Super 8, efectos visuales, captura directa, sonidos e imágenes de noticieros–, Anderson va armando una suerte de tapiz que, de no tener ese tono experimental y creativo, podría estar el borde del new-age, pero jamás cae en eso porque el espíritu vanguardista de la artista multimedia siempre quiebra los sentidos y significados de formas inesperadas. De todos modos, ese «espíritu» no le hace perder a la película ni un ápice de su fuerte contenido emocional ni político, ya que el filme incluye por momentos una fuerte crítica al gobierno de su país, en especial en lo referido a la vigilancia y control.
La mezcla suena rara pero funciona y la película toma un carácter cada vez más emotivo sobre el final en donde las metáforas, las referencias literarias y la realidad parecen mezclarse en una sola cosa. Una frase que Laurie dice en el filme acerca de su filosofía de vida explica bastante bien cómo se sale tras verlo: «Sentirse triste sin estar triste». O, como le podemos decir más comunmente, el filme te deja con una enorme sensación de melancolía.
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LAS MIL Y UNA NOCHES, de Miguel Gomes (Portugal/Francia/Alemania)
Lisboa, fines de 2005. Estoy en un bar, sentado, esperando a un amigo que llega mucho más tarde de lo anunciado. Se disculpa –escuetamente, los portugueses no son gente que se disculpa mucho que digamos– y me explica que se retrasó porque fue a buscar un DVD de una película de un director nuevo que se llama Miguel Gomes y que parece que es muy buena. LA CARA QUE MERECES se llama, la película. A los pocos días me pongo a verla y después de una brillante escena musical que le da comienzo no entiendo más nada. O entiendo algo, pero no me causa gracia. Hay muchos hombres en una casa haciendo cosas extrañas y no me parece divertido –a m amigo le hacía reír mucho- casi en ningún momento. Eso sí, la escena musical del principio era genial.
Viendo AS MIL E UMA NOITES recordé mucho esa película y, especialmente, AQUEL QUERIDO MES DE AGOSTO, otra película que vi en Lisboa años después y que al principio me costó entender (la falta de subtítulos, admitamos, era un problema). Hay un espíritu bromista, como de comediante en el cine de Gomes, y uno tarda a veces en entender de qué va la fiesta. Pero cuando lo hace, como me pasó al volver a ver, subtitulada, AQUEL QUERIDO…, uno queda subyugado por el juego que el portugués propone. Tengo la sensación que esta película tiene más que ver con esas que con TABU, aunque la última informa –de principio a fin– la idea del cuento, de la narración narrada, del apilamiento de historias sobre historias que, mitad en broma mitad en serio, uno lo ve como ligado al cine de Mariano Llinás.
El tríptico LAS MIL Y UNAS NOCHES intenta ser una sumatoria de todos esos distintos modos de hacer cine de Miguel Gomes: el bromista, el experimentador, el narrador compulsivo, el amante de la música un tanto grasa (aquí hay mil versiones de “Perfidia”, temas de Lionel Richie, de Carpenters y muchos más), el que procede por acumulación, el amante de las fábulas y los cuentos de hadas y el preocupado por la realidad social de su país. En ese combo masivo entran las mil y una historias que componen este filme, armado por Gomes un poco en base a historias reales contadas por personas que las vivieron durante la etapa más dura de la crisis portuguesa, de mediados de 2013 a mediados de 2014, pero tamizadas por la ficción, o del híbrido, o eso que le gusta hacer al realizador de TABU que es una especie de “role-playing”: cine como juego de niños, como fantasía de cuarto de hermanos en el que unos disfraces berretas y espadas de plástico nos transforman en piratas… (Ver crítica completa desde Cannes, aquí)
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MOUNTAINS MAY DEPART, de Jia Zhang-ke (China/Japón/Francia)
Al principio pensé que me había equivocado de sala. Lo juro. O que Jia Zhang-ke estaba haciendo alguna parodia de una película que pronto terminaría para empezar la verdadera. Pero no. Esa comedia excesiva y melodrama ampuloso sigue y sigue durante un buen rato y uno tiene la sensación que el realizador chino está tratando de encontrar una nueva/vieja manera para contar sus historias. Esa primera parte –filmada en video rudimentario, con actores en plan vodevil y situaciones teatrales– se extiende más de 45 minutos. Al final aparece un cartel que dice: “Una película de Jia Zhang-ke”.
Ahí entendemos dos cosas. Por un lado, que no nos equivocamos de sala y, por otro, que Jia es consciente que el estilo usado en esa primera mitad no es usual en él. Ese cartel nos dice que no nos equivocamos y que confiemos. Y confiamos. Y el director de PLATFORM nos lleva por un camino curioso y extraño, inusual en él, pero con el que llega a destino, pese a algunos tropezones.
Resumiendo, la primera parte del filme transcurre en 1999 y está contada a modo de comedia comercial, narrando un triángulo amoroso entre una mujer, un obrero de una mina de carbón y un “nuevo rico” de esos que empezaban a surgir entonces allí. En un tono paródico y con actuaciones propias de un cine mainstream asiático, Jia aprovecha ese triángulo para poner en primer plano los cambios culturales y comerciales del país, como si nuestra protagonista fuera la “China” tironeada entre la tradición y la modernidad, entre los trabajadores y los nuevos millonarios… (Ver crítica completa desde Cannes, aquí)
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NO HOME MOVIE, de Chantal Akerman (Francia/Bélgica)
NOTA: la crítica la publiqué el 18 de agosto, apenas unos meses antes del fallecimiento de la directora. A los 65 años, la realizadora belga Chantal Akerman puede considerarse una de las grandes cultoras de lo que muchos han dado en llamar la “hibridación” genérica que tanto se ha popularizado en estos últimos años. A lo largo de una carrera que se extiende por más de cuarenta años, la directora de JEANNE DIELMAN (1975) y NEWS FROM HOME (1977) -dos filmes con los que éste se conecta claramente– ha trabajado, en la mayoría de sus películas en la sinuosa frontera entre el documental y la ficción, entre el registro directo y la relectura poética, entre el ensayo, la experimentación y la narración un tanto más accesible y, en cierta medida, convencional.
NO HOME MOVIE se mete de lleno en este territorio aunque toma las formas más claras del documental de observación o, para ser más preciso, del diario familiar. A lo largo de casi dos horas, Chantal hace un retrato de su anciana madre, a lo largo de lo que parecen ser los últimos años –o meses– de su vida. Natalia, su madre, es una sobreviviente del Holocausto –de Auschwitz, más precisamente– y en esta etapa de su vida vive prácticamente sin salir de su departamento de Bruselas.
Chantal, en tanto, eterna viajante con su cámara en mano, la filma cuando está en el departamento, donde mantiene conversaciones con ella tanto sobre nimiedades cotidianas como sobre la complicada historia de su familia y por momentos tiene conversaciones por Skype con ella, cuando la directora está en algún lugar lejano. En ese consiste, simplemente, el filme que, pese al título, se parece bastante a una “home movie”. Tal vez al título haya que entenderlo separando “no home” y “movie”, ya que para la directora esa casa es una suerte de prisión tanto para ella –que escapa de ese “no hogar”– como para su madre, que pese a haber estado años en un campo de concentración, elige una especie de auto-encierro para sí misma… (Ver crítica completa, aquí)
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THE OTHER SIDE, de Roberto Minervini (Francia/Italia)
Si a alguien no le queda claro el significado de la expresión white trash, basta mirar esta docu-ficción del italiano Minervini para entenderla. Una pintura precisa, íntima, brutal, pero por momentos cálida, de una serie de personajes del sur más pobre de los Estados Unidos, THE OTHER SIDE se divide en dos partes.
En la primera (la mejor y más larga), se observa en detalle la vida de una pareja de dealers muy enamorada y del mundo que los rodea: strippers, viejos alcohólicos, ex combatientes y mafiosos de poca monta. Minervini los muestra como si la cámara no estuviera presente y logra que uno sienta cierta empatía por seres perdedores de los bajos fondos de Louisiana.
Más difícil es empatizar con la milicia fascista que protagoniza la segunda parte: un grupo obsesionado con la seguridad y que solo quiere usar su enorme cantidad de armas para matar a inmigrantes, comunistas y, por supuesto, a Obama. Más allá del cambio brusco de personajes, en ambos casos el italiano logra sacar de ellos momentos íntimos de una verdad única. Alguien definió al film como una suerte de DUCK DYNASTY filmado por Terrence Malick, y es difícil pensar una imagen más precisa para describirlo.
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SUNSET SONG, de Terence Davies (Gran Bretaña)
Terence Davies es, en mi opinión, uno de los más grandes cineastas vivos en actividad. Desde su original trilogía de cortos y sus dos largos de corte autobiográfico (DISTANT VOICES, STILL LIVES y THE LONG DAY CLOSES) pasando por sus adaptaciones de LA BIBLIA DE NEON, THE HOUSE OF MIRTH y THE DEEP BLUE SEA hasta su regreso a la autobiografía pero en forma de documental (OF TIME AND THE CITY) no le queda grande el título de mejor cineasta británico vivo y hasta me atrevería decir que está en un Top 3 de la historia del cine de ese país.
Su “voz” cinematográfica es tan clara y bella, tan personal y potente, sus elecciones formales son tan brillantes, originales y conmovedoras que ver una película suya es sumergirse en un mundo privado, casi en su subconsciente, donde los tiempos, las imágenes y, sobre todo, la música cautivan al espectador hasta meterlo en estado de trance. Sus películas pueden ser duras, violentas, densas y oscuras, pero un halo de ensoñación romántica las recorre. Son como remembranzas hechas cine, como si el hombre pudiera poner en una pantalla su imaginación sin casi filtros
SUNSET SONG es eso, pero también es una película de corte más clásico, tradicional, una épica sobre la vida de una mujer en la Escocia de principios del siglo XX. Adaptada de una famosa novela de Lewis Grassic Gibbon –que Davies quiere llevar al cine hace quince años–, la película tiene como protagonista a Agyness Deyn, en el rol de Chris Guthrie, una joven hija de una familia de agricultores, estudiosa y con ilusiones de llevar una vida diferente a la de sus antepasados… (Ver crítica completa, desde San Sebastián, aquí)
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TODO COMENZO POR EL FIN, de Luis Ospina (Colombia)
La introducción es fuerte: Luis Ospina yace en la cama de un hospital a punto de hacerse una operación por un tumor. Sale ileso, pero todavía le queda un largo tratamiento y una nueva operación a la que el filme volverá sobre el final. En el medio, durante casi tres horas de los 208 minutos que dura el documental, la muerte volverá a ser un tema central, ya que la película recupera las figuras de Andrés Caicedo y Carlos Mayolo, dos participantes del Grupo de Cali (en el caso de Caicedo, en su primera etapa) que fue un motor incesante del cine colombiano desde principios de los ’70 a 1991.
El recurso que utiliza Ospina para organizar ese relato es una reunión grupal de muchos de los miembros de ese grupo, que recuerdan sus experiencias y, especialmente, a los que ya no están. La figura de Caicedo –que ya fue analizada en varios libros y documentales– es la que lidera la primera parte del relato, contando su historia mediante entrevistas y archivos de diversas épocas que retrataban esa primera juventud del grupo, de cinefilia, revistas de cine y experiencias alternativas de la vida en comunidad, con detalles bastante ásperos y duros de su vida personal.
Caicedo, el autor de QUE VIVA LA MUSICA!, como se sabe, se suicida muy joven y la segunda parte del filme está dedicada a Mayolo, que murió en 2007 tras décadas de películas como actor y director –muchas codirigidas con el propio Ospina, como el célebre mediometraje AGARRANDO PUEBLO–, además de excesos de todo tipo, seguramente más que los de la mayoría de los personajes del filme. Fue una época, lo admiten, en la que era difícil separar trabajo y fiesta, especialmente durante los ’80.
Mostrando escenas de muchas de sus películas y programas de TV, combinando entrevistas actuales y previas, filmando la charla del reencuentro y otros materiales de archivo increíbles (como los detrás de escena de algunos rodajes), TODO COMENZO POR EL FIN es un homenaje de Ospina a sus «amigos caídos» y también una memoir en la que exorciza, celebra y analiza sus más de 40 años con el cine, con los amigos, con la vida y con la muerte de la mano, un combo fascinante y combustible que, como todas las cosas, no duran para siempre.
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TRES RECUERDOS DE MI JUVENTUD, de Arnaud Desplechin (Francia)
PELICULA DE APERTURA
El original y excéntrico director francés vuelve en cierto modo sobre sus pasos en esta película que narra su infancia y adolescencia, poniendo el eje principalmente en su relación amorosa con una chica cuando él rondaba los 19, 20 años. El filme es una especie de precuela de MI VIDA SEXUAL, su película de mediados de los ’90 que exploraba su juventud y tenía como protagonista a su mismo alter-ego, tanto el personaje (Paul Dedalus) como su intérprete (Mathieu Amalric).
Aquí, Amalric encarna a Paul adulto quien, a partir de una situación policial en un aeropuerto cuando está regresando a Francia, debe contar su historia, o parte de ella, ante el oficial que lo interroga. Antes de eso lo veremos de pequeño, ya demostrando la fuerte personalidad e inquietante ansiedad que el personaje tendrá a lo largo de toda su cinematográfica vida. Un segundo episodio lo mostrará metiéndose en problemas en la Unión Soviética en un viaje escolar que lo llevó a actuar de espía adoleceente, con inesperados contratiempos que lo siguen marcando hasta hoy y que son el motivo de su detención policial.
Pero lo que más lo marcó, sin duda, y es ése el corazón del resto del relato, es su relación con Esther, una chica muy seductora y popular de 16 años con la que empieza una relación gracias a la verborragia y al ingenio del chico, condiciones que logran que por primera vez la bella chica en cuestión se involucre con alguien más o menos seriamente… (Ver crítica completa, de Cannes 2015, aquí)
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