Berlinale 2016: «Le fils de Joseph», de Eugene Green
El cine de Eugene Green puede no ser accesible para todo el mundo pero para quienes entran en su sistema los beneficios y placeres son interminables. Cuando me refiero a su «inaccesibilidad» no hablo de que sean películas particularmente difíciles de entender o excesivamente arduas de soportar, sino que Green propone un estilo narrativo y, […]
El cine de Eugene Green puede no ser accesible para todo el mundo pero para quienes entran en su sistema los beneficios y placeres son interminables. Cuando me refiero a su «inaccesibilidad» no hablo de que sean películas particularmente difíciles de entender o excesivamente arduas de soportar, sino que Green propone un estilo narrativo y, especialmente, actoral, que no responde al gusto de buena parte de la audiencia. Para usar un referente más o menos cercano uno podría hablar de Martín Rejtman, cuyo estilo formal tiene algunas similitudes, pero sin tanta audacia como la del director de LA SAPIENZA.
En el caso de EL HIJO DE JOSE –obviamente, una parábola cristiana– lo que vemos es a actores recitando sus líneas de manera estentórea y a altos volúmenes, sin mover un músculo del cuerpo ni de la cara, y viviendo aventuras bastante impredecibles. Es como el citado Rejtman pero elevado a la enésima comedia. Y como este filme es su más ostensiblemente cómico, compararlos se vuelve poco menos que inevitable. Y lo cierto es que tanto uno como el otro logran que estos personajes que se comportan robótica y bizarramente no sólo se tornen creíbles sino que nos hagan partícipes y hasta nos conmuevan con lo que les sucede.
En este caso el protagonista del filme es Vincent, un adolescente un tanto molesto y fastidioso que vive con su madre y no parece llevarse bien con casi nadie. Roba armas cortantes por diversión y luego las devuelve, y también tiene un cuadro (El sacrificio de Isaac, de Caravaggio) en su cuarto, lo que nos deja en claro de sus tendencias un tanto violentas. ¿A qué viene su energía negativa? Su madre, Marie (Natacha Reigner) no quiere decirle quién es su padre, algo que enoja al chico al punto del ataque de nervios.
Pero un día husmeando en la casa se entera que el hombre en cuestión es Oscar (Mathieu Amalric), un prestigioso e insoportable agente literario. Vincent va a enfrentarlo en su «oficina» y ahí empieza a enredarse en una serie de malentendidos cómicos que incluye encadenar a Oscar a una silla, mentir sobre quién es él (dice ser un joven y promisorio escritor) y trabar una relación con el tan Joseph (Fabrizio Rongione), quien no es otro que el hermano de Oscar, pero uno no solo mucho más amable que él sino que hasta puede resultar en un posible candidato para la madre.
Allí comienzan una serie de desventuras que conviene no adelantar, pero que enfrentan mutuamente a Oscar (que quiere vengarse de Vincent sin saber que es su hijo) y los «prófugos» que encarnan, María, Joseph y Vincent. Con el correr de los minutos las figuras religiosas se harán más y más evidentes, algo que se siente también en las selecciones musicales del período barroco que Green, como de costumbre, utiliza. Hay bromas, chistes, juegos de palabras y confusiones varias hasta arribar a momentos de confusass pero penetrantes emociones, especialmente cuando se ligan a Vincent, quien deja en claro el dolor que le ha provocado la ausencia del padre a lo largo de su vida.
Si el espectador acepta y entra en el juego casi de marionetas sensibles que propone Green, LE FILS DE JOSEPH le resultará una experiencia enriquecedora, bella y emotiva, además de, por momentos, muy graciosa. De no hacerlo se perderá seguir disfrutando del cine de uno de los creadores más originales de estos últimos tiempos, un norteamericano que vive en Francia y que habita un universo en el que Martin Rejtman, Bruno Dumont, Miguel Gomes y Robert Bresson (la película hasta tiene un burro) conviven más o menos armónicamente.
(La película se vio en la sección Forum de la Berlinale 2016)