San Sebastián 2016: «La fille de Brest» y «El hombre de las mil caras»

San Sebastián 2016: «La fille de Brest» y «El hombre de las mil caras»

por - Festivales
17 Sep, 2016 10:34 | Sin comentarios

Las dos primeras películas en competencia en el festival tienen en común estar basadas en hechos reales y prestarse más para el formato miniserie televisiva que el propiamente cinematográfico. Son efectivas, pero no funcionarían mejor con más tiempo para desarrollar personajes y no siendo fundamentalmente informativas.

150-milligrams-tiffLas dos primeras películas que vi en el festival son claramente agrupables en función de un tema que me parece importante analizar: la relación entre el cine y las series de televisión. Ambas películas son muy largas (más de dos horas), se basan en casos reales que fueron famosos en sus respectivos países (Francia y España, respectivamente) y las dos, también, contienen y distribuyen mucha, muchísima información tanto dramática como del tipo «expositiva». En ellas se cuenta, se explica, se recuerda, se ponen fechas, se avanza, se vuelve a contar y a explicar. En ellas las vidas personales de los protagonistas pasan a un costado y se prioriza el complejo «plot», largas secuencias de hechos que se narran veloz y apretadamente y hay que seguir minuto a minuto si se quiere entender en profundidad la trama.

Tengo la impresión que, hoy, para este tipo de historias, funcionan mejor las miniseries televisivas. Mientras veía EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS, –una película intensa pero de farragosas explicaciones y confusas para quienes no son españoles y no vivieron el caso real en las noticias todo el tiempo– pensaba todo el tiempo lo mejor que podría haber fluido esa narración a lo largo de 6 o de 8 episodios de 50 minutos televisivos. Lo mismo –tal vez menos episodios tomando en cuenta que el caso no es tan complejo– me pasó con la película de apertura, también en competencia: LA FILLE DE BREST, de Emanuelle Bercot.

Ahora iré a las críticas específicas de ambos filmes, pero creo que ambas obligan a plantear un tema que debería ser primordial en esta época de desarrollos paralelos en el cine y en la TV: ¿qué material es cinematográfico y qué es televisivo? No lo digo, necesariamente, como una crítica a lo segundo, ni como si el material cinematográfico fuera mejor que el otro, sino por la propia naturaleza del tema que cada película (estas u otras) plantea. Tengo la impresión que estas películas donde se expone, explica y desarrolla mucha información (en el sentido de «trama») ganarían en un formato televisivo, mientras que en el cine pìerden fuerza ya que no tienen tanta potencia visual y, principalmente, porque se ven obligadas a apretujar información hasta transformarse, casi literalmente, en imposibles de seguir. Será un tema sobre el que me explayaré más adelante. Vamos a las críticas.

 

LA FILLE DE BREST, de Emanuelle Bercot

filleUna doctora de Brest descubre que un medicamento para la diabetes es causante de muchas muertes y los riesgos que provoca no son debidamente tenidos en cuenta por las autoridades y por el laboratorio que lo produce. Es por eso que comienza una complicada y larga campaña para tratar de sacar a la luz el tema, siendo desacreditada y perseguida por el propio laboratorio e ignorada por las autoridades, al punto que hasta sus propios colegas y compañeros empiezan a dudar de ella.

Con una muy sólida actuación de la danesa Sidse Babett Knudsen (BORGEN), la película narra la historia de esta mujer poniendo el eje fuertemente en el seguimiento, casi día a día, del caso, con las diferentes circunstancias que la doctora atraviesa en pos de sacar a luz los problemas de esta peligrosa medicina. En pos de dar más y más información –innecesaria, en ciertos momentos– pierde de vista algunos detalles que son potencialmente más jugosos y dramáticamente interesantes, como la vida personal de la mujer.

Bercot es una muy buena directora de actores y una narradora bastante eficiente, pero la película no deja de funcionar como una apretada miniserie o un filme para televisión en el que «el caso» en cuestión es más importante que todo lo que lo rodea. Esa suerte de «realismo de procedimiento» lo vuelve atractivo narrativamente como un drama de suspenso a la ERIN BROKOVICH pero, sin poner el eje en otro lado que no sea el caso (o, si lo pone, lo hace muy fugazmente), la cuestión no pasa de ahí. Y lo que denuncia, digamos, tampoco es el colmo de lo novedoso: que los laboratorios farmacéuticos transforman los muertos por un medicamento en números, en «efectos colaterales» y que prefieren seguir vendiendo que admitir errores. En ese sentido, una película ejemplar sobre algo similar es EL INFORMANTE, de Michael Mann, con Russell Crowe. Esta es, y solo por momentos, apenas efectiva.

 


 

EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS, de Alberto Rodríguez

el-hombre-mil-carasEl director de LA ISLA MINIMA –esa película cuyas similitudes con la primera temporada de TRUE DETECTIVE fueron llamativas ya que fueron realizadas casi en paralelo– trae su nueva película, un thriller político que cambia radicalmente los falsamente bucólicos paisajes del policial anterior por uno que se mueve por ciudades, con espías, vendedores de armas, políticos corruptos y cuentas offshore como protagonistas. La película se centra en unos años en la vida de Francisco «Paco» Paesa (Eduard Fernandez), un tristemente famoso espía y engañador profesional que, durante décadas, trabajó en las sombras del gobierno español.

Tras introducirnos en «trabajitos» previos de nuestro protagonista (compra ilegal de armas en la guerra contra ETA y cosillas así), la película elige el caso más sonoro en el que se vio involucrado: el ocultamiento de Luis Roldán, un jefe de la policía que, en los años ’90, se escapó de España con muchísimo dinero robado y que fue manipulado y ocultado en las sombras por Paesa y su pintoresco equipo de colaboradores internacionales. Un «chanta» profesional, un estafador inteligente, un hombre muy hábil que podía lograr que la gente confiara en él, Paesa es un personaje que seguramente merecería una miniserie tipo CARLOS, de Olivier Assayas, aunque aquí haya menos acción del tipo policial y más encuentros secretos en parajes de todo el mundo entre funcionarios, policías, delincuentes internacionales y mucha gente que se hace pasar por ellos sin serlo.

Para los que no somos españoles ni conocemos el caso o el personaje de primera mano la película resulta complicada de seguir ya que la cantidad de información que se le da al espectador, gracias a la voz en off de un personaje secundario (un piloto de avión con el que Paesa trabajaba (José Coronado) es excesiva, de esas que precisarían del botón de pausa y rewind para no perderse detalles. La confusión le hace perder al filme buena parte del suspenso ya que son tantos los personajes, tantas las cosas que suceden en paralelo y a tal velocidad que la película nunca logra hacer pie dramáticamente y si bien se sigue con interés –el caso y este tipo de criaturas suelen ser fascinantes– nos quedamos siempre con las ganas de entender mejor ciertas cosas. De la trama, sí, pero más que nada de los personajes. Nunca sabemos quiénes realmente son y porqué hacen lo que hacen. De todos modos entretienen y dejan en claro que las mafias en la política son muy parecidas en todo el mundo.