Estrenos: crítica de «Una serena pasión», de Terence Davies
Volviendo a un estilo más cercano al de sus primeras películas, el realizador británico crea aquí un notable retrato de Emily Dickinson (Cinthia Nixon), la poeta norteamericana cuya difícil vida y excelsa obra reciben igual atención en un filme que arranca casi en tono de comedia para luego volverse más oscuro y doloroso.
Una película sobre la vida de Emily Dickinson en manos de un realizador como Terence Davies no puede ser otra cosa que una experiencia única. El director británico de DEEP BLUE SEA abandona aquí el formato un tanto más convencional de su última película, SUNSET SONG, para hacer un filme que se parece a sus anteriores pero que propone algo inédito también en su cine: el humor y un acercamiento a algo que se parece al teatro. Al comenzar UNA SERENA PASION uno podría pensar que está ante un filme de Eugene Green o, si se quiere, de autores como Manoel de Oliveira o el Alain Resnais de sus últimas películas: Davies cuenta la historia de la poeta norteamericana en muy pocos escenarios, con un estilo actoral algo “tieso”, que uno podría asimilar al de un recitado, y con una puesta en escena seca, de ángulos rectos y planos frontales.
Esas viñetas de la juventud de Dickinson y su familia tienen a la vez un costado humorístico muy grande, como si el guión hubiera sido revisado por algún pariente de Oscar Wilde: las conversaciones que tienen entre los familiares y quienes los visitan son una catarata de ingeniosos remates, de frases vivaces y pícaras, marcas claras de que los tres hermanos Dickinson tienen en la punta de los labios siempre una respuesta sagaz, inteligente y muy audaz para la época.
De a poco, mientras la vida de Emily se va cerrando sobre sí misma –su poesía no tiene repercusión, su vida personal se complica, especialmente en lo relacionado a lo amoroso y a su salud– y ella casi no sale de su casa, la película va, a la vez, oscureciendo su tono (las bromas están ahí, pero menos que antes) y acercándose desde lo emotivo. Si la primera parte era fresca pero distante, la segunda es triste pero cercana, emotiva. De a poco los actores van naturalmente abandonando ese distanciamiento y sus problemas van haciéndose carne en el espectador, que pasa de mirar como esa suerte de comedia extrañada se convierte en un doloroso drama familiar.
La relación principal se da entre Emily (Cinthia “Sex and the City” Nixon) y su hermana Vinnie (Jennifer Ehle), con importantes lugares para el resto de la familia, algunos amigos y potenciales amantes de los hermanos. Y entre todos ellos se va conformando una especie de mapa que sirve para entender el mundo de la poeta: una inteligencia a prueba de todos y todas, una capacidad poética asombrosa, pero a la vez una dificultad e inseguridad personal (se ve fea y está convencida que por eso jamás conseguirá marido) que la llevan a encerrarse y recluirse cada vez más en sí misma.
A la vez, UNA SERENA PASION es una película sobre mujeres que intentan pelearle a los hombres en el siglo XIX lugares de poder que en ese entonces eran impensados que pudieran ocupar. Sin ir más lejos, escribir y publicar poesía (muchas de las cuales son leídas en voz en off). Para Emily es una obsesión en la que se le va la vida, tal vez la que cubre esas ausencias emocionales, esas zonas a las que no puede acceder desde lo personal pero sí desde lo intelectual. Esa fuerza poética de la escritora es lo que seguramente interesó a Davies y lo hizo llevar adelante este proyecto, ya que se trata de un cineasta bastante inteligente y solitario, con un enorme mundo interior y que también parece sentirse incomprendido por eso que llaman “las fuerzas del mercado”.
Volviendo un poco a sus orígenes y creando escenas inolvidables (humorísticas, de carcajada pura, y trágicas, de una elocuencia demoledora), Davies sigue demostrando ser una de las voces más particulares del cine actual, alguien que sigue haciendo películas fuera de toda moda o tendencia, un artista para quien el cine es poesía, y el arte la única forma de salir y darse a conocer al mundo.
Hubiese sido igual de encomiable –al lado de tan dilatada verborrea reseñil-aclaratoria–saber si el crítico por fin asimiló la nacionalidad definitiva de la poeta.
Sería tanto más fácil escribir algo del estilo. «Diego, me parece que te equivocaste y en la edición pusiste británica en lugar de norteamericana. Es un error». Pero no podés, es más fuerte que vos el sarcasmo agresivo.
Gracias, de todos modos, por la corrección.
Saludos cordiales.
Diego, me parece que una vez más erraste y en la edición tu acostumbrado descuido te llevó a poner británica en lugar de estadounidense–digo, porque Emily Dickinson nació y murió en EEUU y no en México o Canadá, que también están en Norteamérica–.Es una barrabasada.
Espero te haya satisfecho esta corrección y acojo tu agradecimiento.
Saludos cordiales también.