San Sebastián: crítica de «Le lion est mort ce soir», de Nobuhiro Suwa
La nueva película del realizador japonés de «Yuki & Nina» y «M/Other» tiene al mítico Jean-Pierre Léaud (el Antoine Doinel de las películas de François Truffaut) como protagonista casi excluyente, encarnando a un actor que se topa con unos niños que están filmando una película. Una lúdica reflexión sobre el cine, el amor y la muerte.
Jean-Pierre Léaud continúa teniendo homenajes cinéfilos en vida. No se trata de entregas de premio a su trayectoria –al menos, no en el sentido literal– sino películas que lo tienen como protagonista casi exclusivo, puestas prácticamente al servicio de sus particulares modos actorales y su envidiable carisma. Pasó con la película de Albert Serra, LA MUERTE DE LOUIS XIV, en la que interpretaba exactamente lo que dice el título. Y ahora sucede con LE LION EST MORT CE SOIR, título de similar resonancia y en la que también encarna a un hombre que está por morir, sólo que con algunas diferencias. Diferencias que, en cierto sentido, hacen pensar a la película de Suwa como una respuesta a la de Serra.
Aquí no es el mítico protagonista de LOS 400 GOLPES y LA MADRE Y LA PUTA el que está muriendo sino que él está interpretando a un actor que lo debe hacer en una película. En escenas que seguramente harán recordar a LA NOCHE AMERICANA, vemos a Léaud en un rodaje en el que debe actuar la muerte de su personaje y en el cual debate con el director acerca de cómo hacerlo. Sus visiones sobre el tema son bastante distintas y la película, en cierto modo, es una reflexión lúdica acerca de eso. Antes de filmar esa escena, hay un problema en el rodaje –la actriz con la que tiene que hacer una escena no quiere salir de su camarín, deprimida tras un fracaso amoroso– y el asunto no parece tener solución, por lo que a Léaud le dicen que se tome unos días libres.
El hombre se va a visitar a una vieja amiga/ex pareja y lo que empieza allí podría definirse, con cierto humor, como una versión nouvelle vague de STRANGER THINGS. ¿Cómo llegamos a eso? Bueno, digamos que Léaud se cruza con un grupo de niños de esa edad (aparentan entre 8 y 14 años) que están con sus bicicletas y con una cámara filmando justo en el caserón en el que él se reencuentra con una vieja amiga. La parte, si se quiere, fantástica del asunto, es que su amiga murió en 1972 siendo muy joven y aquí reaparece como una suerte de fantasma, conversando con él… ¿en sus sueños?
La película –lúdica, juguetona, con muchos momentos claramente improvisados entre el actor y los niños que lo hacen parte de su película– es mucho menos grave y severa de lo que parece en su descripción, ya que Suwa hace jugar a Léaud y a los niños, cuyo filme escolar también trata sobre fantasmas y casas supuestamente embrujadas. Si bien el suicidio y la muerte rondan como temas, igualmente centrales son las situaciones románticas y los juegos y reflexiones cinematográficas, en especial una en la que Léaud le hace a los niños una devolución tras ver su corto en una pantalla.
Para el final, la conexión entre el cine y la muerte volverá a cobrar peso y allí también se verá, entre toma y toma, las diferentes «interpretaciones» de ese tema. El león podrá morir cualquiera de estas noches, pero seguirá vivo en las pantallas por los siglos de los siglos.